Dramática muestra: Primer festival de cine no competitivo hecho por mujeres en Concepción

Beatriz Barra Ortiz. Antropóloga, feminista y facilitadora de Amaranta ONG – Concepción.

En los últimos años ha emergido, en distintas regiones del mundo, un masivo y audaz movimiento de mujeres. Unidas y hermanadas, hemos organizado infinitas acciones colectivas basadas en las propuestas del feminismo como matriz ideológica para desafiar la normalidad y estabilidad del sistema.

Así, las mujeres hemos irrumpido el espacio público denunciando la naturalización de la violencia cotidiana, estatal, empresarial y cultural contra nosotras, como también criticando profundamente los modos de crianza, de ser, de sentir, de las relaciones humanas, de nuestro vínculo con el cuerpo y la sexualidad y los proyectos de vidas que encierran la sociedad contemporánea patriarcal, capitalista, colonial y autoritaria para nosotras; cada una de nosotras en su diversidad.

Latinoamérica, Abya Yala, Ngulumapu y Concepción, son mundos que no han estado ajenos a esta revuelta feminista, cuya impronta ha significado la instalación y legitimización de un precedente para la transformación radical de nuestras subjetividades femeninas/disidentes/feministas, por eso, nos emocionamos y se nos eriza la piel al momento de pensar y vivir este momento histórico de resurgimiento y fortalecimiento del movimiento feminista.

Pero estos destellos y explosivos colectivos son movimiento y organización; nos interpelan en todo ámbito, así que hemos concentrado nuestras miradas y pasiones en activarnos y valorar y releer nuestras memorias; lo que hemos sido y somos, lo que queremos ser y en lo que nosotras y nuestras compañeras estamos pensando, creando y produciendo, desplazando los estereotipos y roles que nos han impuesto como modelo genuino de vivir. La idea y trama cultural que nos limitaba a ser personas pasivas y secundarias se está dislocando progresivamente y empezamos a visibilizar nuestros puntos de vista, manifestaciones y producciones de todo tipo.

En los años setenta, en el mundo, hubo potentes movimientos de mujeres, feministas y lesbianas quienes, mediante la producción de idearios, imaginarios, representaciones y demandas colectivas que dieron vuelta toda norma social -inclusive aquellas normas y reglas del mundo de las artes-, se situaron como transgresoras de la época.

Mónica Mayer, artista visual y pionera en la performance feminista en México, señala que, por la década de los 80, se creó el grupo de arte Polvo de Gallina. Este colectivo, que se posicionaba desde el arte feminista, tenía como objetivos:

  1. Analizar la imagen de la mujer en el arte y los medios de comunicación.
  2. Estudiar y promover la participación de las mujeres en el arte.
  3. Crear imágenes a partir de la experiencia de ser mujer en un sistema patriarcal.

Mónica recuerda en 2004 que “La decisión del nombre fue fácil porque considerábamos que: en este mundo es difícil ser artista, más peliagudo ser mujer artista y tremendo tratar de ser artista feminista, por lo que decidimos ponerle al grupo “Polvo de Gallina Negra”, un remedio en contra del mal de ojo, y así desde el nombre estaríamos protegidas”[1].

Con esta experiencia es posible afirmar que la reflexión en torno al arte, las mujeres, el feminismo y los obstáculos que estas tienen para ser artistas e ingresar a los circuitos de arte hegemónicos no es reciente y aún no está resuelta[2]. A pesar de aquello, persisten posiciones que neutralizan estas discusiones arguyendo que estamos en nuevos tiempos y que este debate, impulsado por parte de las artistas a las que se les niega -como plantea Andrea Giunta- dar a conocer a la comunidad las formas alternativas de entender y comprender el mundo que esas obras proponen[3], es añejo y hasta quejumbroso.

Por eso, a raíz de la propia experiencia, muchísimas realizadoras, artistas y activistas feministas sostienen que a estas alturas no es necesario continuar revisando y analizando las cifras de participación de las mujeres artistas en festivales, encuentros, muestras, eventos de cine, esto debido a que absolutamente casi todas indicarán que existe una ausencia y exclusión de obras hechas por mujeres en base a argumentos tales como que no poseen la calidad artística; tampoco continuar exigiendo que los espacios culturales y artísticos oficialistas les abran las puertas como si nada hubiese pasado. 

Cine hecho por mujeres

Como propuesta para abordar la necesidad de promover la industria audiovisual femenina, nace Dramática.

Esta muestra, realizada el 11 de enero en las dependencias de Artistas del Acero, es el primer festival de cine hecho por mujeres no competitivo organizado en Concepción. Luego de la curatoría de las audiovisualistas: Masiel Soler y la directora de la muestra, Daniela Herrera, se seleccionaron 17 películas –de 280 postulaciones– dirigidas y producidas por mujeres de distintos países del mundo.

Daniela Herrera, su directora, manifestó: “Las películas seleccionadas abarcan temáticas desde los derechos humanos, sexualidad e identidad hasta la desigualdad de género, amor propio y la esperanza entre otros. Comenta el arduo trabajo que significó la selección de las obras, ya que Dramática Muestra busca ser un festival de calidad, con contenido crítico, y de forma primordial, un lugar en donde se potencie el lazo entre realizadoras, creando alianzas que nos ayuden a seguir impulsando la industria audiovisual femenina en Chile y en el exterior”[4].

Así, la primera versión de Dramática pretendió y logró poner en valor el trabajo de realizadoras de diversos géneros cinematográficos, los que no necesariamente se sitúan desde la categoría de cine de mujeres[5], sino que, en el caso de Dramática, se proyectó como apuesta artística local que brinda un panorama de los distintos géneros que están realizando las mujeres, siendo el drama uno de ellos. Así, esta primera versión estuvo concentrada en ampliar y enriquecer, en este momento histórico en que el feminismo brota a borbotones, a través de una relectura del estereotipo patriarcal de la dramática, que la sociedad históricamente concibió, de modo peyorativo, como el sentir y ser genuino femenino, la diversidad de lenguajes, problemas y técnicas cinematográficos que están experimentando y produciendo las mujeres cineastas.

Dramática no es competitiva, lo que cobra sentido en la concepción feminista del arte. Dramática es horizontal, amplia y situada, por eso sueña con convertirse en una ventana de exhibición permanente de la región que nos acerque a conocer la producción, los lenguajes, los guiones y códigos de las realizadoras y, también, en una ocasión para generar redes de apoyo y conocimientos entre directoras, tal como lo intentaron, de manera incipiente, las artistas, cineastas y críticas de cine feministas en décadas anteriores[6]. No será ni la primera, ni la última, sino la continuación de este proyecto inconcluso que pretende aportar a la construcción de intersticios libres de las reglas y cánones patriarcales establecidos en el arte, los que con el tiempo se inscribirán y anclarán en la memoria de las artes de mujeres y feministas.

Dramática nos invitó a sumergirnos en las técnicas y metodologías de trabajo, en las representaciones, los imaginarios, las críticas y sentires de las realizadoras que proyectaron sus películas, cortos y documentales, lo que nos permitió disfrutar y pensar colectivamente los valores simbólicos y estéticos del cine hecho por mujeres, sin dejar de prestar atención críticamente a los vínculos de la construcción artística, con sus contextos de producción marginal de las obras y piezas elaboradas por mujeres por mandato de la institucionalidad del arte actual y sin desistir de problematizar y criticar el tratamiento de los discursos, reflexiones, imágenes y corporalidades, temáticas y modos de mundos que nos presentaron estas 17 directoras.

Como espectadora feminista interesada en la producción artística de mujeres, quisiera compartir las 7 películas de directoras locales que volvería a ver junto a mis amigas/es y que recomiendo a ojos cerrados.

1. Adela (2017) de Evangelina Montes/Argentina

Este cortometraje relata la historia de Adela, una mujer de unos sesenta años que vive sola en un club de barrio. Solo tiene una amiga, Noemi. Adela y Noemi se encuentran, conversan de lo cotidiano, comparten en las festividades, pero también recuerdan. Con una poética sutil, se muestran escenas que nos invitan a sentir la experiencia de la soledad, la disidencia y la negación del deseo en la vejez de dos mujeres que las une una amistad inquebrantable con un pasado lésbico encerrado entre las cuatro paredes del hogar de Adela.

2. Haciendo sombra (2017) de Iara Acuña/ Chile

Este documental narra la vida de Cristián Moreno, boxeador de Alto Hospicio que logró el título de tricampeón nacional. Moreno es un hombre disciplinado, vigoroso y lleno de sueños, pero también de abandonos emocionales. Creció y se formó en una familia adoptiva que lo apoyo en una de sus máximas pasiones: el boxeo.

El reconocimiento y la proyección deportiva marcaron la vida de Cristián, quien se fraguó en contextos de violencia y abuso de drogas y cuyo destino habla de la ley de la marginalidad. Su historia es el relato íntimo del recuerdo y la emoción de su comunidad; su familia, expareja, amigos, entrenadores y cercamos, quienes nunca lo olvidarán.

3. Desierto no cierto (2017) de Nathaly Cano/Chile

Este documental narra el mundo cotidiano de dos mujeres que habitan en el desierto costero, María (77) y Lidia (60). Ellas son las encargadas de relatar sus trayectorias y presente; la relación con familia; la convivencia, lo íntimo y comunitario; los sueños; sus trabajos y oficios y su vínculo con un territorio que corre peligro por la invasión del progreso industrial.

4.La directiva (2017) de Lorena Giachino/Chile

Este largometraje narra el quehacer cotidiano e íntimo de hombres adultos y mayores de una federación de árbitros amateur. Luego de 90 años de historia, escogen una nueva directiva. Los desafíos son enormes para continuar el legado de la organización; la falta de recursos económicos e infraestructura en decadencia que tienen, además de responder colectivamente a los cambios sociales, culturales y tecnológicos del mundo contemporáneo. Se organizan, conversan, cocinan, ríen, trabajan, sueñan y conspiran juntos para seguir en vigencia y vitalidad.

5. Memorándum (2016) de Jenifer Lara/Chile

Este documental nos transporta al acontecer de los pasillos y salas de la ex maternidad del hospital Barros Luco Trudeau en la Dictadura. Narra, mediante la imagen sonora, un episodio olvidado y horroroso; el parir y nacer en aquella cruenta y oscura época.



 6. El niño semilla (2017) de Camila Troncoso/Chile

Este cortometraje muestra los sentimientos de un niño que vive en un sector rural. Entre campos y animales, en el día asiste a la escuela y cultiva y cosecha, junto a su madre, verduras mientras que en las noches tiene una experiencia con un monstruo. El dolor, el miedo, la marginalidad y el alcoholismo en el mundo rural contemporáneo marcarán la infancia del niño semilla.


7. Bajo las sombras de los cóndores (2017) de Mar Rodriguez/Chile

El cortometraje narra los miedos y la experiencia de Fabiola, quien se encuentra con Alberto, su torturador en la dictadura. Fabiola es decidida e intuye que este encuentro puede tener un desenlace fatal. Es la narración de una mujer que deja de ser víctima de la política de exterminio de la dictadura.


Dramática Muestra cuenta con el apoyo delFestival Femme Revolution de México.

Referencias: 

[1] Véase en <http://www.pintomiraya.com/pmr/monica-mayer/performance-3/15-textos-pmr/textos-de-monica/51-arte-feminista>

[2] Para las personas interesadas en reflexionar sobre este tema les recomiendo leer el libro “Feminismo y arte latinoamericano: Historias de artistas que emanciparon el cuerpo” de Andrea Giunta, editado el 2017 por Siglo XXI.

[3] Véase en <http://www.paula.cl/reportajes-y-entrevistas/arte-y-mujeres-feminismo/&gt;

[4] Véase en  <http://www.artistasdelacero.cl/2019/01/03/4403/>

[5] Entiendo al cine como una obra de arte que contiene en sí mismas muchas obras de arte. En ese sentido, Alejandra Castillo (2012) sostiene que “arte de mujeres” como un espacio “delegado” a las mujeres dentro del arte tradicional masculino, muchas veces en un afán reivindicativo, donde las obras no hacen evidente un discurso o reflexión explícita sobre los problemas de la mujer o el género. Para Castillo, el “arte feminista” sería un agente de crítica activa de los cánones que no sólo busca incorporar una visualidad ligada a “lo femenino” (como suele caracterizarse forzadamente), sino que persigue el objetivo de proponerse a sí mismo como capaz de crear nuevos lenguajes que nos alejen de los constructos normativos del género. Véase en página 14 en <http://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/129655/La-emergencia-del-arte-de-g%C3%A9nero-en-Chile.pdf?sequence=1&gt;

[6] La investigadora de arte feminista, Julia Antivilo peña señala que en los 60 y 70 en “Estados Unidos es muy clara la historia del arte feminista y también es muy claro que hay un movimiento. En América Latina, en cambio, no se identifica un movimiento, sino que se habla de colectividades y no hay nexos entre artistas feministas a lo largo del tiempo ni tampoco entre artistas de diferentes países”, véase en <https://ladobe.com.mx/2016/10/julia-antivilo-revisa-el-arte-feminista-como-produccion-politica/&gt;

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