Aborto por inviabilidad. Semana 22: todavía era posible, aunque extremadamente caro

Testimonio de Ignacia

El 15 de diciembre de 2015 supe que por fin estaba embarazada, tal como lo veníamos buscando desde hacía cinco meses con mi pareja. Los dos estuvimos muy felices; queremos ser papás y ya había llegado del momento.

Pero después de 21 semanas de un embarazo en que todo había ido muy bien, nos enteramos de que nuestra Laura venía con una enfermedad cromosómica letal, trisomía 13, por lo que probablemente moriría en el útero, durante el parto u horas después.

Yo no estaba dispuesta a esperar 20 semanas más la muerte. Prefería adelantar ese proceso. Por suerte mi pareja sentía lo mismo y estuvimos de acuerdo en abortar.

El problema era que en Chile no es posible hacerlo legalmente y, además, con lo avanzado del embarazo, la legislación de otros países se vuelve más restrictiva. Averiguamos con amigos que viven fuera y consideramos que la opción más segura y con mayor acompañamiento era en California, Estados Unidos. Una pareja de amigos muy cercanos vive allí y nos recibieron en su casa. Además mi mamá pudo viajar por unos días también para acompañarnos.

El procedimiento fue ambulatorio, en dos días; en el primero ponían una inyección para detener los latidos del bebé. También me pondrían unas cosas en el cuello del útero, para producir la dilatación. Al día siguiente se aceleró el proceso de dilatación dejando dos pastillas de Misoprostol en mis cachetes por media hora, justo antes de volver a la clínica. Una vez allí, sacaron a mi guagüita. Ambas etapas del procedimiento me las hicieron con anestesia general.

En la clínica se habían hecho cientos de abortos, por todos los motivos, por lo que tenían muy claro todo el proceso, los síntomas que tendría cada día después de la intervención. Sabían que yo abortaba por inviabilidad, no por no querer ser mamá, y trataron mi caso de esa forma. Con cariño hacia mi bebé. Estamparon las huellas de sus pies en una tarjeta que yo me pude traer de recuerdo.

Me dieron consejos para no producir leche. Me dijeron cómo cambiaría mi estado de ánimo. Me dijeron que había salido todo bien y que yo iba a poder tener todos los hijos que quisiera en el futuro. La enfermera fue muy amorosa conmigo. Me llamaba seguido para saber cómo estaba mi salud.

Obviamente, los días previos y los de la intervención sentí miedo por mi salud. Supongo que el mismo miedo que ante cualquier parto; las cosas pueden salir mal, aunque es poco probable, pero hay ciertos riesgos médicos. Tenía mucho miedo al sangramiento y al dolor de pechos por la acumulación de leche. Por suerte no pasó nada. Seguí las instrucciones. Tomé ansiolíticos para calmar el dolor emocional que tenía por la pérdida de un bebé esperado.

No obstante la pena, mi pareja y yo nos sentimos enormemente afortunados. La familia y los ahorros nos permitieron costear una operación de 5.500 dólares, más los pasajes. La familia y los amigos estuvieron apoyándonos siempre, en persona o a la distancia, mandándonos amor, apoyo, fuerza. Nadie que queramos nos ha juzgado hasta ahora y eso ha sido muy importante para mí. La inviabilidad fetal es una causal de aborto con harto apoyo de la ciudadanía, por lo que las personas se abstienen de opinar aquí más que ante otras causales. Yo pienso que todas las mujeres deberían poder decidir si continuar un embarazo o no, independientemente del motivo. Sin embargo no sé si habría contado mi aborto públicamente, si no fuera por esta causal.

Estoy segura de que tomé la decisión correcta para mí. Porque ahora estoy tranquila emocional y psíquicamente, intentando un nuevo embarazo. Si hubiera continuado, tal vez recién habría dado a luz y me faltarían varios meses para volver a mirar con optimismo el futuro. No me arrepiento, no me traumé. Me apena la injusticia de que otras mujeres no puedan hacer lo que yo, por el hecho de que no pueden pagarlo. El Estado de Chile atropelló mi derecho a la salud y a la integridad física. Yo pude viajar, pero la enorme mayoría de las mujeres no tiene esa oportunidad.

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