Emilce Bartoli*
Fotografía: Gentileza de Brigada de Arte y Propaganda – Coordinadora Feminista 8M
Este 8M se llevó a cabo por tercera vez un paro con motivo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Podemos decir que el llamado a la huelga para esta fecha se encuentra instalado en la agenda del movimiento feminista. No menos cierto es que conforme van cambiando los contextos en que esto ocurre, mutan también las particularidades del evento.
Desde la llegada de la derecha al gobierno, nuestro pueblo viene padeciendo un programa de ajuste brutal y de miseria planificada. A los recortes en las jubilaciones, las políticas que favorecen la valorización financiera en detrimento de la industria y que destruyen el empleo, a los tarifazos que vuelven inaccesibles servicios básicos y necesarios para la reproducción de la vida, se suma el achicamiento de los presupuestos destinados a políticas contra la violencia de género.
Este contexto desolador muestra su peor cara a las mujeres, a las disidencias sexuales, a las travas, a las trans. Porque los salarios que percibimos las mujeres son de alrededor de un 25% más bajos que los de nuestros compañeros varones aunque realicemos las mismas tareas, porque estamos más afectadas por el trabajo precarizado, por la subocupación y la desocupación (1), porque dedicamos como mínimo el doble de nuestro tiempo de “ocio” a realizar tareas domésticas y de cuidado (2). Ni que hablar de la realidad de quienes conforman el colectivo travesti y trans que muchas veces deben garantizar su supervivencia en la marginalidad extrema, en condiciones de absoluta desprotección. Pero también porque las realidades violentas nos tornan más vulnerables a ser violentadas.
A pesar de todo esto, desde el feminismo podemos arrogarnos haber sido el primer colectivo en convocar un paro contra Mauricio Macri y sus políticas antipopulares.
En el último 8M pudimos advertir algunas situaciones llamativas. Desde la organización se decidió cambiar la denominación del acontecimiento que ahora incluye (y nombra) a lesbianas, travestis y trans, y que además de internacional, es plurinacional, en reconocimiento a aquellas nacionalidades históricamente silenciadas e invisibilizadas. Esto supone que el movimiento feminista atraviesa –no sin fricciones– una ampliación de sus bases. Es que se trata de un movimiento que todo lo cuestiona y que, por ende, se cuestiona a sí mismo, sus prácticas, sus luchas y sus reivindicaciones. Va ganando terreno un feminismo netamente popular que da cobijo y abraza las causas de quienes sistemáticamente sufrimos la opresión de este sistema machista y patriarcal.
La otra cuestión significativa tiene que ver con la creciente presencia sindical en este 8M, lo cual parece paradójico tratándose de una huelga que no es ni más ni menos que una herramienta de lucha de la clase trabajadora instrumentada a través de las organizaciones sindicales. Y es que hasta no hace mucho parecíamos no apropiarnos de ese espacio que por definición es nuestro. Pese a ser trabajadoras, delegadas, conformar comisiones internas e integrar federaciones, lo hacíamos tímidamente desde la lucha por nuestras reivindicaciones feministas.
Es quizás este contexto del que hablábamos, signado también por la proliferación de denuncias hacia las opresiones que padecemos cristalizadas en el movimiento #NiUnaMenos (3), pero también en #YoSíTeCreo o #MiráComoNosPonemos (4), el despertar de las nuevas generaciones en la lucha por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito; lo que nos da impulso y nos obliga a pararnos desde un lugar diferente.
Hemos visto en el último tiempo que a lo largo y a lo ancho del país surgen espacios transversales de mujeres sindicalizadas, que incluye por supuesto a las trabajadoras de la economía popular. Nuestra identidad de mujeres trabajadoras organizadas va cobrando fuerza y, con ella, el reclamo de adquirir mayor protagonismo en los espacios de poder de las estructuras sindicales. Pero también sabemos que interpelando a esa identidad de trabajadoras vamos a poder llegar a más, a sumar a quienes aún no iniciaron su “deconstrucción”, a ampliar más las bases de nuestro potente movimiento. Sin dudas, emprendimos un camino del que no hay vuelta atrás y de ahora en más el sindicalismo será con nosotras o no será.
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* Socióloga, militante feminista, trabajadora de la Asociación Gremial de Docentes de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (ADUNCe), gremio integrante del espacio de Mujeres Sindicalizadas de Tandil, Provincia de Buenos Aires.
(1) 36 de cada 100 mujeres asalariadas no cuentan con aportes patronales y la tasa de desocupación en las mujeres es 2,6% más que en los varones. Fuente: Elaboración Atenea Centro en base EPH – INDEC 1er trimestre de 2018.
(2) Fuente: Elaboración Atenea Centro en base a Encuesta de uso del tiempo – INDEC 2013.
(3) Movimiento surgido el 3 de junio de 2015 como forma de denunciar la alarmante cifra de femicidios (en ese momento se contabilizaba un femicidio cada 30 horas).
(4) Hashtag utilizado en apoyo a la actriz Thelma Fardin quien, junto con el Colectivo de Actrices Argentinas, denunció haber sido abusada sexualmente por un conocido actor cuando tenía 16 años en el marco de la filmación de la serie televisiva “Patito Feo”. La frase alude a que en su relato, la actriz manifestó que mientras cometía el abuso, Juan Darthés le dijo: “Mirá cómo me ponés”, en un claro intento de responsabilizar a la adolescente por la violación de la que estaba siendo víctima.
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