Entrevista a Rosario Carmona. “Es responsabilidad de todos nosotros, quienes habitamos Santiago y Chile, exigirle al estado una relación, trato y reconocimiento distinto al pueblo mapuche.”

Por Paula Arrieta G.

Rosario Carmona es artista visual y antropóloga. Realizó el Magíster en Antropología en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y actualmente se encuentra cursando estudios de doctorado en Antropología en el Departamento de Antropología de las Américas en la Universidad de Bonn, Alemania. Además de todo eso, es nuestra compañera de hace muchos años en Rufián Revista. Bajo su coordinación y dirección publicamos Voces del territorio. Memoria y derecho indígena y Naturaleza y sociedad. Dinámicas de poder en un contexto neoliberal, entre otras.

Este martes 18 de abril estará lanzando su libro Rukas mapuche en la ciudad. Cartografía Patrimonial de la Región Metropolitana, realizado en conjunto con el Núcleo de estudios étnicos y multiculturales de la Escuela de Antropología de la UAHC. Conversamos con ella sobre algunas ideas presentes en la investigación y en los contextos y urgencias que empujaron las realización de este libro.

¿Puedes contarnos de dónde nace la idea de hacer este libro?

La motivación surge a partir de la asistencia a un nguillatun, una ceremonia de rogativa de dos días de duración, en una ruka de la comuna de La Pintana. La experiencia fue muy impactante, tanto en términos emocionales como de interés académico, ya que hizo evidente todo el esfuerzo que las organizaciones y familia mapuche realizan para vivir y transmitir su cultura, tradiciones, posicionamiento político e identificación en la ciudad. Además, recuerdo haber sentido en ese entonces, en ese lugar, una sensación de extrañamiento, como si no estuviera en un contexto urbano, sino en uno rural del sur. La pregunta inicial fue: ¿cómo las organizaciones mapuche han logrado esto en el contexto de la Región Metropolitana?, y la segunda, casi de inmediato, ¿existen más rukas como esta? Es así como inicié en un primer momento una búsqueda personal a través de distintos medios, redes sociales, contactos, Internet, que rápidamente me evidenció que hay muchas rukas y que todas ellas realizan múltiples actividades, tanto para la comunidad local como para las mismas organizaciones mapuche. El interés por conocer sus historias hizo que la idea del libro surgiera como una retribución al tiempo y confianza entregado por las personas. Y para concretarlo conformamos un equipo con el Núcleo de estudios étnicos y multiculturales de la Escuela de Antropología de la UAHC. Y poco a poco le fuimos dando forma.

¿Cuál es la relación que se establece entre estas organizaciones y el contexto barrial o comunal?

Es una relación bien estrecha. En un primer momento, durante la década de 1980, el barrio fue el espacio de organización de muchas personas mapuche, que en condición de migrantes fueron fortaleciendo los primeros vínculos a través de comités, sindicatos, tomas de terreno, etc. El contexto era bastante hostil, estábamos en dictadura, había una gran discriminación hacia lo indígena y Santiago padecía una fuerte crisis urbana, marcada con represión y erradicaciones. Luego, cuando se recupera le democracia y con ella la elección de las autoridades locales, el municipio comienza a ocupar un lugar determinante como espacio donde posicionar las demandas. Por otro lado, la Ley Indígena de 1993 también potencia la agrupación de las personas mapuche a través de asociaciones que tienen una lógica bastante similar a las juntas de vecinos, por lo que sus miembros son en gran medida personas residentes de una misma comuna.

Entonces, organizados y gracias a una mayor apertura del espacio municipal –en mayor o menor medida dependiendo de los alcaldes-, estas asociaciones han sabido negociar y plantear sus necesidades específicas, canalizar recursos para fortalecer y transmitir su cultura y aportar a la comunidad local a través de sus conocimientos. De este modo, estas rukas se han transformado en espacios de mucho valor, tanto para la gente mapuche como no mapuche, sobre todo en relación a la salud, que ha resultado bastante exitosa en las rukas donde se realiza. Y también en la educación, en alianza con el MINEDUC y los municipios, la educación intercultural bilingüe se ha fortalecido de a poquito.

¿Qué crees que nos dicen estas dinámicas de la relación que el estado establece con el pueblo mapuche?

Bueno, el tema es bastante complejo ya que se enmarca en una relación histórica que está determinada por una deuda que el estado no ha sabido abordar de manera efectiva, ya que tiende a reducirla a un asunto cultural o netamente material. En ese caso, hay que resaltar que la migración mapuche se ha producido por la usurpación de territorio y el sistema de tenencia de tierra, que ha sido muy desigual y abusivo, e incrementado a partir de dos decretos en dictadura: el 701 que ha expandido el extractivismo forestal y el 2568 que posibilita la división de las comunidades. Mucha gente no quería migrar pero se vio obligada a hacerlo debido al empobrecimiento del pueblo mapuche a manos del estado chileno.

Luego, ya desde la década de 1990, este proceso se ha estado marcado por una relación basada en las políticas públicas, donde el estado progresivamente, y con varios traspiés, ha aprendido a escuchar las demandas de los pueblos indígenas y traducirlas en programas a los cuales las mismas personas les dan forma. Es decir, si bien se puede reconocer un aumento de la oferta pública y mayor presencia del tema en la agenda y discursos estatales, todo esto ha sido gracias al esfuerzo y motivación de las mismas organizaciones que a partir de sus necesidades se las han ingeniado para desarrollar y transmitir su cultura, su idioma, su sistema de salud, etcétera. El estado está haciendo esfuerzos, eso no se pude negar, pero aún queda mucho por avanzar y lo que se ha logrado es gracias a las personas y organizaciones mapuche.

Desde el título del libro hasta su contenido se hace alusión al patrimonio. ¿Cómo concibes el asunto patrimonial en un contexto hostil hacia los pueblos originarios y su cultura?

Creo que el patrimonio es abordado y comprendido por las personas como algo en constante activación y resignificación. Si bien se hace alusión al patrimonio cultural, material e inmaterial, que se transmite a través de estos espacios, este no debe ser mal comprendido, como muchas veces se hace, como algo fijo, del pasado, estático o incuestionable. El patrimonio es aquello que  las personas mapuche sienten como propio, que las y los identifica, pero que además comparten y activan en este contexto urbano. Contexto que ha sido y es hostil, pero que también ha reducido su hostilidad gracias a la fuerza y generosidad de estas personas. Existe una sensación de que las cosas han cambiado, tanto en términos de discriminación y redistribución. Y aunque sí, este avance es muy poco aún, creo que las rukas simbolizan la capacidad de las personas mapuche de sobreponerse y modificar un contexto de hostilidad, de denunciar la injusticia pero también proponernos una nueva posibilidad a través de sus propios caminos. Y en ese caso, todos somos responsables de escuchar esas propuestas.

Y por último, ¿cómo crees que el libro puede ser una invitación a reconfigurar la idea que tenemos de nuestra ciudad?

Santiago es una ciudad cada día más diversa en términos culturales y socio económicos. Lamentablemente, también es una ciudad muy segregada. Tendemos a vivir muy apegados a nuestro sector y conocer muy poco los otros. Esto incrementa las desconfianzas entre nosotros y también repercute en la desigualdad, ¿si no conozco a quienes habitan mi misma ciudad, cómo voy a identificarme o sentir empatía hacia ellos? Creo que la invitación a conocer estos espacios es una oportunidad de conocer la historia del pueblo mapuche y, a la vez, adquirir una postura al respecto. La empatía es la capacidad de reconocer al otro, pero también de tomar una posición respecto a su situación. Es responsabilidad de todos nosotros, quienes habitamos Santiago y Chile, exigirle al estado una relación, trato y reconocimiento distinto al pueblo mapuche. La deuda histórica es una deuda del estado pero también de todos como sociedad, y mientras no lo reconozcamos e intentemos modificarlo en todos los espacios de nuestra vida –cotidianos, laborales, cívicos, nos seguiremos viendo perjudicados, y en mayor medida las personas mapuche, por supuesto. Para mí resulta incomprensible que alguien sea indiferente al abuso, la desigualdad, la injusticia que se han cometido hacia el pueblo mapuche, y estoy convencida que mientras más revirtamos esta situación más mejoraremos como sociedad. Y si mejoramos como sociedad, ¿cómo no va a mejorar la calidad de vida en nuestra ciudad? Por otro lado, y esa esta es mi apreciación personal, qué mejor que tener acceso en tu propia ciudad a aprender otro idioma como el mapudungun, a un sistema de salud que durante siglos ha demostrado ser completamente efectivo y beneficioso, a conocer más sobre una cultura rica, compleja y distinta, a pasar una tarde conversando alegremente y observando el entorno desde otra perspectiva, a aprender un deporte como el palin, en fin, qué mejor que expandir nuestra vida y el reducido espacio en el que muchas veces nos encerramos por pura ignorancia o comodidad.

Lanzamiento

Martes 18 de abril de 2017, 19 horas.
Auditorio Salvador Allende, Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Condell 343, Santiago.

 

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