Lentamente, explosivamente, nos hemos abocado a la tarea de desarmar la realidad dada. Tirando de cada hilo, uno por uno, hemos tenido que revisar nuestras relaciones afectivas, familiares, laborales y políticas; nuestra historia, el lenguaje, las canciones, los libros, los bailes, el lugar que se nos ha asignado y aquellos de los que hemos quedado excluidas.

En Chile, podríamos creer tramposamente, todo partió con las tomas feministas universitarias. Se trataba de hacer públicas las denuncias de acoso y abuso por parte de profesores y compañeros, pero, más allá, lo que se estaba poniendo en jaque era una compleja estructura de opresión que delimitaba un espacio de acción acotado para las mujeres y garantizaba la impunidad del agravio, del ataque, del menosprecio.

En Argentina, podríamos pensar por encima, la explosión se produce con la discusión parlamentaria acerca de la ley que garantizaría el acceso de todas las mujeres al aborto, sin causales, sin preguntas ni cuestionamientos.

Pero nada de esto partió ahora. Porque antes estuvo el #NiUnaMenos, que buscaba frenar la todavía imparable realidad de los femicidios. Y antes estuvieron las mujeres resistiendo a las dictaduras. Y antes las que lucharon por el derecho a voto, por la emancipación de las mujeres, por el acceso a la educación.

Por eso hablamos de una ola: un continuo de la historia que acumula experiencia, que a veces parece disolverse en el mar sólo para reventar contra las rocas con más fuerza cada vez, más grande, más fuerte, más ruidosa.

No hemos encontrado todavía las palabras para todo lo que hemos vivido en estos meses. Muchos intentos se pierden en abrazos solidarios entre compañeras, en emociones compartidas, en los cuerpos de un cuerpo más grande, multitudinario, avanzando por las calles de cada ciudad del mundo. Es por eso que en este número no hemos querido adentrarnos en las reflexiones acabadas, que de seguro ya vendrán: hemos preferido estas escenas fragmentadas, estos instantes inmensos que van armando el camino al andar.

No intentamos en estas páginas proyectar el movimiento feminista en ninguna dirección ni lanzar una propuesta para los próximos pasos. Únicamente damos cuenta de lo que hay hasta aquí. Hasta aquí: el fuego. Nada más. Y nada menos.

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