Representaciones visuales en torno al aborto en Chile: tecnologías de género, tensiones y desplazamientos feministas

 Por Lieta Vivaldi[1] y Valentina Stutzin[2]

En este artículo realizamos un recorrido y análisis crítico de cómo las diversas posturas respecto al aborto en Chile han sido abordadas en términos visuales, describiendo el despliegue discursivo de imágenes y consignas y las modalidades estético-narrativas utilizadas. Este texto es un recuento resumido de una investigación más profunda en curso en torno a las estrategias feministas, representaciones y subjetivaciones políticas en la lucha por el aborto libre en Chile.

Introducción

En el marco del debate actual sobre la legalización del aborto en Chile, varias campañas visuales, tanto a favor como en contra, han estado circulando. En las últimas décadas, el debate se ha inscrito en los campos disciplinarios de la ciencia y los derechos humanos, donde, en términos generales, el centro de la discusión está puesto en definir aquello que constituye vida y en los derechos de quién privilegiar: el derecho de las mujeres a decidir/derecho a la libertad de las mujeres embarazadas o «el derecho a la vida» del feto, ambos enmarcados en la valoración de la dignidad humana. Estas posturas también se reflejan en las campañas visuales en torno a la disputa por el derecho al aborto. Nos interesa realizar un análisis crítico de cómo las principales posturas respecto al aborto han sido abordadas en términos estéticos/simbólicos/visuales, describiendo el despliegue discursivo de imágenes y consignas y las modalidades estético-narrativas utilizadas. Así daremos cuenta de las tensiones y desplazamientos en las representaciones visuales del aborto.

Al considerar a las imágenes desde una perspectiva performativa, entendemos estas campañas y acciones como tecnologías de género[3] y prácticas de representación y visualización, es decir, productoras de significados y de sujetos sexo-generizados y manifestaciones culturales de la política sexual y de la disputa política sexual. Nos preguntamos cómo se van construyendo la diferencia sexual y los procesos de sexo-generización sobre los cuerpos de las mujeres, y cómo se van constituyendo distintos sujetos políticos en las imágenes de las campañas en torno a la lucha por el derecho al aborto. También nos preguntamos, desde una perspectiva feminista crítica, por los efectos, límites y potencialidades de estas prácticas de visualización. Identificamos tres elementos predominantes en las campañas: la(s) mujer(es); el aparato reproductor femenino, útero y ovarios; y el feto. ¿Cómo son presentados, representados, constituidos, resistidos estos significantes? ¿Qué efectos de producción generizadora, en tanto tecnología de género, tienen estas imágenes?

Campañas en contra del derecho al aborto: fetos públicos, mujeres víctimas, DDHH y uso de la memoria posdictatorial.

En general las campañas, tanto nacionales como internacionales, de los grupos autodenominados “provida” han usado como estrategia el “humanizar” al feto, dejando ausentes a las mujeres e invisibilizando el proceso del embarazo (como proceso biológico y sociocultural). De este modo el feto se muestra autónomo e independiente (invisibilizando el cuerpo de la mujer), pero a la vez frágil e inocente. El feto que aparece en las campañas es de mayor edad gestacional que la que corresponde en un aborto, para presentarlo lo más similar a un/a niño/a. Así, se insinúa que la muerte del feto producto de un aborto es equivalente al asesinato de una persona ya nacida. Incluso campañas como las de Mujeres de Blanco han construido ataúdes para simbolizar “la muerte de los niños que no podrán nacer”. Estos discursos son performativos, en la medida en que producen, en esas mismas acciones, al feto como sujeto-persona y ciudadano/a e invocan en su nombre derechos, “voz” y personalidad. Insisten en “darle voz al feto”, presentándolo como un sujeto subalterno que siente, y cuyos “deseos” y “voz” hay que escuchar, representar y tutelar. Esto se relaciona con lo ya planteado por autoras feministas de la crítica cultural que señalan la importancia que han tenido las tecnologías médicas de visualización intrauterina, tales como ecografías y latidos, en la producción del “feto público” y “feto ciudadano”, y en la transformación de los procesos subjetivos de las mujeres gestantes. En este sentido, recientemente en una protesta de grupos antiaborto, mujeres embarazadas pusieron megáfonos conectados a un aparato para escuchar directamente los latidos del feto en su vientre, en una clara acción performática.

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En estas exposiciones, la mujer que aborta es producida tanto culpable como padeciente, articulando así discursos morales (culpable), legales (crimen de asesinato) y médicos (síndrome postaborto), que contribuyen a esta campaña de terror para disuadir a las mujeres de abortar, y que al mismo tiempo, sirve para exigirle al Estado no solo protección del feto, sino también de las mujeres.

Asimismo, se observa un giro hacia la representación de las mujeres como víctimas, apropiándose de un discurso que intenta parecer “más preocupado” por estas, en el sentido de visibilizar la experiencia y sufrimientos concretos de las mujeres –en una clave humanitarista–, alejándose así de la sola representación del feto. Entendemos por gobierno humanitario el uso de sentimientos morales en la política contemporánea, que se articula en el lenguaje del sufrimiento, la compasión, la asistencia y la responsabilidad de dar protección en base a un sentido de altruismo y empatía hacia los seres sufrientes[4]. Esto muestra un cierto viraje de algunos discursos antiderechos hacia lo que se podría denominar un “secularismo estratégico”, es decir, el uso de discursos seculares y ya no netamente religiosos, como la medicina o la bioética, y una reapropiación discursiva de los derechos humanos. Incluso, algunas campañas, como ‘Informaborto’, han llegado a plantearse desde una supuesta “perspectiva de género” que busca proteger a las mujeres, en la cual el aborto sería machista porque las mujeres se ven obligadas a abortar ya que ni los hombres ni el Estado se hacen cargo de su acompañamiento.

Por otra parte, en Chile últimamente estas campañas han innovado, incorporando hechos históricos traumáticos, como la dictadura: apelan a derechos humanos vulnerados durante la dictadura, comparándolos a los que se verían afectados de permitirse el aborto. Las personas detenidas desaparecidas, torturadas y asesinadas por el terrorismo de Estado son analogados a los fetos e incluso puede interpretarse que los/as torturadores/as serían equivalentes a las mujeres que deciden realizarse un aborto. Despiertan, así, un cúmulo de sensibilidades éticas y morales a partir de elementos importantes en el imaginario de la historia reciente del país.

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Campañas a favor del aborto: mujeres víctimas, DDHH y protección estatal.

Al analizar las estrategias feministas en la lucha por el derecho al aborto en Chile, desde la perspectiva de los procesos de sujeción y subjetivación, resistencia y agenciamiento, se reconoce un campo donde también circulan, se intersectan y se disputan distintos sentidos y construcciones sexo-generizadas de los cuerpos y de las políticas feministas. Las campañas a favor del aborto también muestran una gran diversidad, especialmente respecto a la justificación de la demanda; si se conceptualiza como un derecho para las mujeres (muchas veces en el marco de los derechos humanos), como una obligación por parte del Estado, o bien no se apela a este como interlocutor, sino a las mujeres como protagonistas/artífices de sus propias biografías.

Las campañas que apoyan el proyecto de ley se circunscriben a las tres causales: muerte para la mujer, malformaciones fetales incompatibles con la vida extrauterina y embarazo producto de violación. Entre las organizaciones que han defendido esta postura destacan MILES y Amnistía Internacional.

Queremos analizar brevemente la campaña realizada por Amnistía en junio de 2015. Esta campaña se llamó “Chile no protege a las mujeres. La criminalización del aborto viola los derechos humanos”. En esta campaña, el acento se puso en la desprotección de las mujeres, al no reconocerse los derechos amparados por la Constitución y tratados internacionales tales como la vida, vivir libre de tortura, salud, entre otros, y se interpela al Estado para garantizar su protección. El problema de estas representaciones es que organizan sus argumentos en torno al sufrimiento y la subjetivación política desde la condición de víctimas. Ya no es el feto la víctima, como en las campañas antiaborto, sino la mujer, y el Estado es llamado a protegerlas. En la construcción de la imagen, se destaca el uso de fotografías, particularmente retratos de mujeres (una por cada composición) acompañados de infografía y de la consigna de la campaña. Las mujeres aparecen en un plano medio y no se llega a percibir si están embarazadas o no, es decir, aparecen como no embarazadas.

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Otra forma de representación bastante transversal en distintas estrategias feministas ha sido lo que identificamos como “útero aislado” (en general, acompañado de alguna frase como “mi cuerpo, mi decisión”, “mi cuerpo es mío”, etcétera), es decir, un “útero flotante”, separado de la totalidad del cuerpo, de las condiciones de inteligibilidad de su propia representación y de los contextos socioculturales de las vidas de las mujeres. Se toman como íconos transparentes. Si bien en un principio pueden entenderse como un ícono que busca una reapropiación simbólica de ese lugar alienado de las mujeres, también puede volverse complejo, en la medida que reproduce la idea de úteros aislados, de la fragmentación del cuerpo y la experiencia, de la metonimia de la representación de la parte (el útero) por el todo (las mujeres), cayendo en representaciones demasiado biologicistas y binarias, y la idea de cuerpos naturales y órganos transparentes por fuera de los sistemas sexo/género y los discursos que los atraviesan y producen.

En otra campaña de Amnistía del año 2014 aparece una mujer sin signos visibles de embarazo con el vientre al descubierto sobre el cual hay una cerradura. Ella sostiene en su mano una llave. A lo que aludiría la metáfora visual es a que la mujer tenga acceso al control de su propio cuerpo, representado en tener la llave para abrir y cerrar la cerradura. Sin embargo, nos preguntamos por las complejidades de esa metáfora visual en la construcción de los cuerpos de las mujeres como lugares de propiedad desde una retórica liberal, y en la poco afortunada relación subyacente entre llave, cerradura, propiedad y casa que podría llevar a pensar el cuerpo de las mujeres, sobre todo vientre-útero, como una casa-hogar (el cuerpo de las mujeres como ese “contenedor vacío”, la pura matriz, al que se refieren los discursos conservadores religiosos y de derecha). Si bien el eslogan “mi cuerpo es mío” ha sido fundamental desde la segunda ola del feminismo, cuando aún los derechos individuales básicos de las mujeres no han sido reconocidos, y como consigna intenta hacer frente a los poderes que dominan a las mujeres y las alienan de las decisiones sobre sus propias existencias, por otro lado, entender al cuerpo como una propiedad que se posee es bastante problemático. Desde distintas perspectivas feministas críticas del paradigma liberal (marxistas, posestructuralistas, post- y decoloniales), se ha señalado que concebir los cuerpos en estos términos promueve la individualización y autorresponsabilización en tónica neoliberal, así como también la perpetuación de modelos dualistas y binarios, como por ejemplo mente/cuerpo, donde el cuerpo es algo que un sujetx racional posee, cuando en realidad podría plantearse que somos un cuerpo.

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¿Cómo salir de estos esquemas? Desplazamientos y nuevas representaciones.

En esta sección queremos analizar nuevas representaciones feministas que visualmente exploran el proceso físico y social de abortar, pero se desmarcan de los esquemas anteriormente mencionados.

En los últimos años las organizaciones feministas no solo han apelado a un cambio legal, sino que también se han abocado a la ‘despenalización social del aborto’, es decir, a que social y culturalmente el aborto deje de ser un acto cargado de culpas y sea mirado como un proceso/decisión a través del cual la mujer forja su proyecto vital. Asimismo, estas campañas buscan facilitar que en la práctica las mujeres se realicen abortos seguros. Para ello, las organizaciones han impartido información sobre el uso del Misoprostol, por ejemplo la ‘línea aborto’ que nace el 2010, y han ofrecido guía antes o durante el proceso. Recientemente también se crearon la campaña ‘Miso pa’ todas’ (2015) y la organización ‘Con las amigas y en la casa’ (2016). En estas campañas encontramos nuevos elementos que, creemos, contribuyen a salir de los esquemas anteriormente analizados. Por una parte las mujeres se muestran juntas, el aborto ya no es un tema ni un acto meramente individual, sino algo que involucra a “mujeres hermanadas, a mujeres en manada”, paráfrasis de la consigna “abortamos hermanadas, abortamos en manada”. Lo que se enfatiza son los lazos de solidaridad que se materializan en el aborto mismo. El foco está en el amor entre mujeres y los cuidados que entre nosotras nos podemos dar, más allá del tutelaje médico, y bajo nuevas éticas feministas del cuidado.

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La mujer que aborta ya no es invisibilizada o reducida solo a su útero, sino que es representada en un contexto social de sororidad, inserta en redes sociales. Asimismo, hay un esfuerzo de representar visualmente la diversidad de sujetas y corporalidades que hacen parte del significante “mujeres”.

En las nuevas campañas el Misoprostol pasa a ser protagonista, con fotos de la píldora o su caja, develando la recuperación o resignificación de los fármacos que, si bien pueden ser utilizados en contextos opresores, también pueden ser reapropiados por las mujeres. Esto por cierto no está libre de tensiones; si bien las campañas dan información sobre el uso correcto de la píldora y cómo evitar ser engañadas por falsos vendedores, las mujeres al usar Misoprostol de todas formas se enfrentan al mercado ilegal con los riesgos que ello conlleva. Para el Estado, que las mujeres autogestionen sus abortos con Misoprostol también es conveniente. Por una parte, a través de este método los riesgos para la mujer bajan sin necesidad de legislar al respecto, y por otra, de haber cualquier complicación, que es muy poco probable, son las mujeres que abortan las que asumen los costos de una posible persecución penal o algún tipo de riesgo para su salud.

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En relación a la crítica a la hegemonía de la biomedicina occidental en el control de los cuerpos de las mujeres, es interesante mencionar también las alianzas y perspectivas en clave feminista-decolonial para pensar el aborto. Podemos recalcar acá las estéticas, consignas y prácticas activistas que apelan a recuperar los saberes y medicinas indígenas y tradicionales, la ginecología natural y la reapropiación del autoconocimiento sobre nuestros propios cuerpos, así como las reflexiones políticas que analizan críticamente las relaciones que se establecen en un contexto de colonialidad entre los cuerpos de las mujeres como cuerpos subalternizados, el territorio y el capitalismo exctractivista, y que articulan demandas por el aborto libre en clave de recuperación de la soberanía sobre nuestros cuerpos y territorios.

Algunas autoras feministas han planteado la problemática invisibilidad que adquiere el proceso del embarazo en la discusión sobre el aborto, tanto desde la perspectiva antiderechos en su producción del feto ciudadano aislado, como también desde los activismos feministas que, para contestar a esos argumentos, se sitúan en la demanda por la libertad de decidir. En ambos casos se construyen dos referentes aislados entre sí. Cómo representar el embarazo y al feto en la lucha por el aborto libre es aún una tensión dentro de los feminismos, una pregunta abierta. Nuevas campañas también enfrentan el tema de cómo hablar o representar al feto desde perspectivas feministas, estableciendo así una disputa sobre la presencia pública del feto. En este sentido, un hito importante fue la campaña “El Derecho a No Nacer” del Colectivo Universitario por la Disidencia Sexual (CUDS), que a través de prácticas artísticas de la perfomance, plantearon una reapropiación y desplazamiento paródico del significante “feto público”. Asimismo, es posible ver en algunas de las gráficas y dibujos proaborto que circulan en la web[5] la presencia del proceso del embarazo, es decir, composiciones visuales por el derecho al aborto que muestran explícitamente fetos dentro de úteros y fetos que toman la pastilla de Misoprostol, o incluso, que de forma directa e irónica se salen de retóricas victimistas y señalan el aborto como muerte de un feto, pero como una muerte legítima.

Al tomar las imágenes presentes en esta página colectiva a modo de “muestra”, es posible ver los distintos imaginarios y modos de representación que atraviesan las demandas por el derecho al aborto. Encontramos algunas representaciones que caen en el modelo del “útero aislado”, fragmentario y asociado al paradigma “mi cuerpo es mío”, así como imágenes que insertan esos cuerpos –ya no solo fragmentos– en contextos más amplios (aluden a las condiciones materiales en las que esos cuerpos son producidos y representados sexo-generizadamente) y a las estructuras dominantes: patriarcado, heteronorma, capitalismo, Estado, Iglesia (incluso algunas imágenes se desplazan de la representación de la mujer y/o feto para visualizar solo a los poderes dominantes); y muestran explícitamente la solidaridad entre mujeres como estrategia política.

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En este artículo nos preguntamos críticamente por los efectos normalizadores, o no, de estas campañas, en tanto tecnologías de género, y los «modos de ver» a las mujeres que estas suponen. El cuerpo de las mujeres puede ser entendido como un lugar de opresiones, pero también de resistencias, y en este sentido hemos visto como las diversas campañas abordan estas temáticas. Muchas veces las mismas campañas a favor del aborto confirman estereotipos de la mujer aislada y víctima sin agencia que debe ser protegida, reproduciendo ontologías corporales liberales del sujeto, e invisibilizando los contextos sociales, culturales, políticos, económicos en los que se sitúan las diversas vidas de las mujeres. Ante estas representaciones observamos que desde algunos sectores feministas se han construido imágenes, discursos y consignas que aluden a las mujeres como sujetos múltiples, en comunidad, apelando a la sororidad entre mujeres y a la lucha por el aborto libre. Podemos ver desplazamientos desde las consignas y estéticas más clásicas y típicas, a un giro y una preocupación por abordar visualmente las condiciones contextuales (socioeconómicas, políticas, culturales, sexo-generizadas, etcétera) en que se inserta la lucha por el aborto en Chile y Latinoamérica, planteando nuevas preguntas y desafíos a nuestra praxis feminista: por ejemplo, cómo construir redes afectivo-políticas, cómo pensarnos desde la crítica a la colonialidad capitalista y cómo abordar la cuestión de la presencia pública del feto.

[1] Feminista, candidata a Doctora en Sociología en Goldsmiths; Magíster en Sociología en LSE, Universidad de Londres; abogada de la Universidad de Chile; y Diplomada en Género en la Facultad de Filosofía, Universidad de Chile. Autora y editora de diversos artículos relacionados con teoría feminista, género, sociología, derechos sexuales y reproductivos y derechos humanos.

[2] Feminista, tesista de grado de antropología sociocultural en la Universidad de Buenos Aires. Con estudios específicos en teoría feminista, estudios de género, sexualidades, cuerpo, memoria y antropología visual. Fotógrafa documental. Actualmente investiga sobre aborto y sobre narrativas, discursos y activismos en torno a la trata y desaparición de mujeres en Argentina.

[3] De Lauretis, T. (1996). La tecnología del género (traducción de Ana María Bach y Margarita Roulet, tomado de Technologies of Gender. Essays on Theory, Film and Fiction, London Macmillan Press, 1989, pp. 1-30), Revista Mora 2, 6-34. Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

[4] Fassin, D. (1999) La patetización del mundo. Cuerpo, diferencias y desigualdades, 31-42. Colombia: Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional.

[5] Tomamos como ejemplo la iniciativa Gráficas Pro Aborto Chile http://graficasproabortochile.tumblr.com/

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