Por Ingrid Sarria Cortés
Archivera.
Este escrito realiza un breve acercamiento entre el mundo literario del gran escritor José Saramago y los archivos. Se da a partir del conocimiento y análisis de dos obras en las cuales el autor ubica espacialmente a sus protagonistas en este ambiente: Todos los nombres y Alabardas.
Este artículo quiere reflejar un nexo entre lo que es la prosa de un gran escritor, Don José Saramago (Don porque no podría ser menos para mí), y la relación o el uso del archivo en dos de sus libros. Quiero darle un sentido, solo una modesta aproximación.
¿Por qué este tema y no otro? Por dos simples y contundentes razones: primero, el profundo respeto, admiración y pasión que despierta en mí la prosa de José Saramago, su persona, lo que he logrado conocer de su forma de entender la vida y el rol que tiene el hombre en la sociedad. He leído once de sus libros y un cuento; he escuchado algunas entrevistas y he leído otras, también reseñas sobre él, someras biografías. Y debo confesar que aún es poco, este proceso solo ha incrementado mi interés por leer más de su obra y valorar más al hombre detrás de ella. Saramago vuelca en sus obras una constante búsqueda de aquello que nos hace seres humanos, desde nuestras creencias más absolutas, nuestros baluartes, nuestras posiciones y sobre todo nuestras mezquindades; aquello con lo que debemos convivir para evolucionar, aquello que nos obliga a dejar atrás lo simple para tratar de convivir con lo que nos podría hacer mejores; su lectura hace imprescindible una necesaria reflexión de lo humano.
En segundo lugar, cuando leí por primera vez Todos los nombres[1] ya me había acercado a los archivos y me gustó cómo Saramago detallaba su utilidad. Al leerlo por segunda vez, con motivo de estas líneas, me di cuenta de que probablemente el autor había visitado más de alguno, por la forma en que describe sus particulares condiciones, aunque quizás solo fuera producto de su tremenda imaginación. Lo mismo me pasó con Alabardas[2], ya que ahí también describe un archivo, las características físicas del espacio, su ubicación, sus encargados.
Dejo en constancia, entonces, que el alcance de estas líneas es solo un manifiesto de mi interés en la obra de Saramago y mi cercanía a los archivos.
En Todos los nombres, Saramago realiza una breve descripción de cómo es el espacio físico de la Conservaduría General del Registro Civil, dividido entre los ficheros de los vivos y los ficheros de los muertos. Describe cómo están ordenados, las dimensiones y condiciones físicas que tienen, la forma en que se van incorporando expedientes al área de los vivos, la oscuridad reinante en los espacios menos consultados. A la par, establece quiénes en realidad deben trabajar con los archivos y quiénes por poder o negligencia son los encargados de resguardarlos.
La obra relata el interés de Don José, el protagonista, cuyo pasatiempo es recolectar información sobre personas famosas. En sus andanzas descubre la ficha de una «mujer desconocida» y comienza una aventura para identificarla. Revisa por ejemplo los archivos del colegio donde estudió, espacio en el que nuevamente Saramago detalla las condiciones de almacenamiento y ordenamiento, y nos da cuenta de toda la información que podemos encontrar allí. Luego, de forma somera, muestra el modo en que el cementerio ha organizado sus ficheros. En todas estas descripciones, el autor apunta a que aquello que guarda un archivo describe el paso de una persona por un lugar o un acto de su vida, y a que la forma en que esté organizado solo nos facilita o dificulta ubicar la información.
Saramago señala: «El tema central de la novela es la búsqueda del otro, independientemente de estar vivo o muerto. Por eso don José seguirá a ‘la búsqueda’ de la mujer desconocida, incluso después de saber que ya no podrá encontrarla. Juntar los papeles de los vivos y de los muertos significa juntar toda la humanidad. Nada más. O todo eso»[3]. En su discurso al obtener el Nobel y refiriéndose a sus obras indica: «se puso a escribir la más simple de todas las historias: una persona que busca a otra persona solo porque comprende que la vida no tiene nada más importante que pedirle a un ser humano. El libro se llama Todos los nombres. No escritos, todos nuestros nombres están allí. Los nombres de los vivos y los nombres de los muertos»[4].
Saramago escogió un archivo como la «atmosfera» de su novela, porque es el mejor espacio que puede reflejar la historia y actos de una persona. Solo en un archivo encontraremos en forma fidedigna los registros que dan cuenta del transcurso de una vida; ese es el valor que yo le otorgo.
El segundo libro, Alabardas, «plantea el negocio de la guerra a partir de su protagonista contradictorio y ambiguo, Artur Paz Semedo, empleado de una factoría portuguesa de armamento cuya mujer, Felicia, decidida pacifista, ya no vive con él, pues lo considera ‘uno de los niños bonitos de esos criminales'»[5]. Este libro –pequeño, muy corto– fue su último libro, que no alcanzó a terminar. En los fragmentos que sí quedaron escritos, Saramago enuncia cuál sería su final, sin embargo, no podemos leer su prosa y la forma en que nos daría a conocer toda la historia; no sabemos cómo sería la relación de Artur Paz Semedo con los archiveros, ni cómo investigaría en el repositorio.
Pero nos permite ver en su relato la existencia de un archivo, con dos encargados, el espacio donde se encuentra y algunas de sus características físicas. También nos explicita que es en ese archivo donde se encuentra la historia y las actividades que en algún momento realizó la empresa Producciones Belona S.A. Incluso señala la organización de los documentos y el ordenamiento de los registros en la estantería.
Quizás habría contado más interacciones que ocurren en esas dependencias. Lo que sí es claro es que nuevamente da muestra clara que es en un archivo donde mejor se recoge el quehacer de una institución y que serán aquellos que busquen en él los que darán sentido y utilidad a esa información.
Quisiera terminar este manifiesto con las palabras que Saramago expresó al recibir el Nobel en relación con la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Nos fue propuesta una Declaración Universal de Derechos Humanos y con eso creímos que lo teníamos todo, sin darnos cuenta de que ningún derecho podrá sustituir sin la simetría de los deberes que le corresponden. El primer deber será exigir que esos derechos sean no solo reconocidos, sino también respetados y satisfechos. No es de esperar que los gobiernos realicen en los próximos cincuenta años lo que no han hecho en estos que conmemoramos. Tomemos entonces, nosotros, ciudadanos comunes, la palabra y la iniciativa. Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo comience a ser un poco mejor»[6].
Es así como hoy reconozco, en tanto ciudadana y archivera, que un archivo debe ser la instancia imprescindible donde se resguardan los documentos generados por una persona o empresa en el desarrollo de sus actividades o vida y deben tener no solo un valor patrimonial, sino un valor testimonial que facilite la transparencia, el acceso a información veraz y oportuna, y con ello se logre el respeto al valor del hombre hoy como ciudadano.
Asimismo, creo que los archivos son la mejor instancia para dar fe de aquello que hemos vivido, lo que nos permitirá cumplir con una de las ideas de este gran escritor: «Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia»[7].
—-
[1] Saramago, José. Todos los Nombres. Aguilar. Santiago, Chile. 2012. 297 p.
[2] Saramago, José. Alabardas. Alfaguara. Buenos Aires, Argentina. 2014. 160 p.
[3] José Saramago A casa. 2011-2016. [En: https://acasajosesaramago.com/jose-saramago/bibliografia/] [Consultado en septiembre 2017].
[4] Saramago, José. De cómo el personaje fue maestro y el autor su aprendiz. Discurso al recibir el Premio Nobel de literatura, 7 de diciembre de 1998. [En: https://www.dropbox.com/s/5qbg09j2lw2jo0a/discursos_estocolmo_espanhol.pdf] [Consultado en septiembre 2017].
[5] Villanueva, Darío. «Alabardas, de José Saramago», El cultural, 7 de noviembre de 2014. En: http://www.elcultural.com/revista/letras/Alabardas/35440] [Consultado en octubre 2017].
[6] Saramago, José. De cómo el personaje fue maestro...
[7] «Las frases de Saramago que todos deben leer». Excélsior, 18 de junio de 2012. [En: http://www.excelsior.com.mx/2012/06/18/comunidad/841998] [Consultado en septiembre 2017].
Comentarios
Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.