Unos cuatrocientos inmigrantes mueren ahogados tratando de alcanzar Italia

Por Marcelo Guajardo Thomas[*]

El país está desbordado: en cuatro días, 7000 inmigrantes han arribado a sus costas.

7000 inmigrantes en las costas de Italia
7000 inmigrantes en las costas de Italia.

Larga es la sombra de la alambrada que va de punta a punta de las orillas a los acantilados, las desembocaduras, los desiertos los frágiles cursos de agua, flanqueados por vestigios, escombros de nuevas ciudades levantadas sobre otras ciudades.

En el lugar en donde se hunde el sol, se hunde hasta los huesos se hunde un azadón en la tierra yerta, allá redobla en la alambrada una larga sombra, un zumbido que permanece más allá del día y de la noche susurrando; no pasarás, no pasarás.

No pasarás  a la vid de las altas torres, los acueductos que desecan terrenos y   lagos hacia los prados de pequeñas ciudadelas de jengibre. Este mito que resplandece, los campos de golf donde una pequeña esfera blanca va de la orgía a la mesa, los orfebres rodeados de libertinos, alambiques y bombas, pequeños reductos de oropel levantados a cuatrocientos metros  de la tierra. Allí se ensambla la nueva arma   mortífera otro eslabón en la cadena, de un hombrecillo que regresa a los suburbios, a cuidar el mismo olmo que crece en la ventisca, allá lejos en la tierra desecada de los migrantes.

 Como obuses cayendo en la tierra arrasada, levantando el polvo hacia las murallas más  allá  de todos los cercos, de todos los mares, donde flotan los cuerpos inmóviles de los migrantes hacia las playas perfumadas de Grecia e Italia,  llevados por la corriente calma del Mediterráneo flanqueados por prístinas barcazas de rescate, inmóviles, hinchados, los mismos asfixiados en un camión frigorífico en ruta a  Hungría camino a las fronteras luminosas las sobrias  calles de  Berlín, todos los puertos resplandecientes, los hermosos puertos europeos, con sus pequeños y admirables estancos de carbón, aceite,  brotes de todos los lugares posibles.

 Allí donde el hombre extrajo el sudor, la materia de la tierra, en abovedados parajes, en las estepas, en las grutas de África, cavando en su corazón oscuro, hasta lo inimaginable, ardía la codicia y afuera los guardias resguardan los tajos, los frágiles cantos de los enormes forados. Al fondo, ennegrecidos por el sudor y la borrasca, los obreros con su sola vida como propiedad su sangre caliente, yendo y viendo a los brazos, el corazón y luego al estómago donde se congrega el hambre y la ira.

_______
[*] (Santiago, 1977). Poeta, periodista y Magíster en Literatura chilena y latinoamericana por la Universidad de Santiago de Chile. Fue becario de la Fundación Pablo Neruda durante el año 2003 e incluido en la antología Cantares de Nueva poesía chilena compilada por el poeta Raúl Zurita en 2004. Ha recibido numerosos premios de poesía y ha publicado los libros Teseo en el mar hacia Cartagena y epílogo de la aventura (Ediciones del Temple), El dolor de los enjambres (SECH de Concepción), Un momento propicio para el exilio (Editorial Das Kapital) y La bicicleta mágica de Sergio Krumm (El barco a vapor).

Comentarios

Comentarios

CC BY-NC-SA 4.0 Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*