
Natalia Malebrán Jara* y Manuela Rodríguez Careaga**
En el presente documento se resume el estudio etnográfico realizado en la cuenca del río Copiapó en la III Región de Atacama, específicamente en la localidad de Los Loros, en donde se levantó información en relación a la percepción de los habitantes de este poblado frente a la escasez y contaminación de las aguas, consecuencia de la inserción de agentes externos como la agroindustria y la minería.
La investigación se enmarca en el período comprendido entre la inserción del capitalismo en su fase neoliberal hasta el año 2013, año en el que se realiza el trabajo de campo. La intención es dar cuenta de las transformaciones e impactos que han sufrido las dinámicas sociales de la localidad, producto de la industria primaria exportadora y de la explotación de los recursos naturales.
Para llegar a Los Loros se deben tomar buses rurales por el valor de $2000, los cuales salen cada media hora desde Copiapó. Dicho medio de transporte demora aproximadamente una hora y quince minutos en llegar a nuestro destino, recorriendo 62 km por el camino C-35, que atraviesa el pueblo de Tierra Amarilla (comuna a la que pertenece Los Loros).
Históricamente, en la cuenca del río Copiapó ha existido la producción agrícola como principal fuente de alimentación y mercantilización. La pequeña minería, mediante el trabajo de la extracción pirquinera artesanal, es otra de las actividades importantes en la historia de la zona. La ganadería es muy reducida y se encuentra en la parte más alta del valle. La crianza caprina es la más común, y de ella se aprovecha la carne, leche, quesos y guano. Hoy en día el panorama es distinto. Las principales actividades productivas en Los Loros siguen siendo la agricultura, la minería y el comercio; pero las dos primeras con características muy distintas a tiempos pasados, pues, entre otras diferencias, se trata de explotación a nivel industrial, que requiere de grandes cantidades de agua para su reproducción. El comercio también ha cambiado: ya no solo es de la producción local, sino también de ventas de artículos manufacturados importados.
En este artículo consideraremos al agua como un medio de producción, como un foco de conflictos y como un recurso mercantil disputado por los diversos actores que requieren de su uso y control para llevar a cabo los distintos procesos productivos. Los principales demandantes de agua detectados en la localidad son la industria minera y la agrícola.
Antes de la dictadura militar, el orden socioeconómico de la zona consistía en pequeños productores agrícolas, con riego por horas mediante canales según las hectáreas de suelo, bajo la supervisión de un juez de aguas; el modo de producción era principalmente de carácter campesino donde existía la combinación de trabajo familiar y posesión de tierras (Murmis 1992); esta combinación tomaba diversas formas y la venta de productos se producía en mercados locales. Es en la década del 80 cuando el cultivo de parras ingresa con fuerza en la zona con la uva de exportación, modificando toda la estructura social y a su vez la explotación del entorno natural. Desaparece el campesino, y los grandes fundos compran los terrenos y tecnifican el sistema de riego (instalando el llamado riego por goteo). Los antiguos campesinos son contratados bajo una nueva lógica del trabajo y de manejo de los recursos, la neoliberal, pasando a ser trabajadores de planta o temporeros de la gran industria de la uva, con un nuevo sistema de ingresos en la familia: el salario mensual. Y tal como señala Valdés (2011) citando a Díaz, con esto se produce además una fuerte migración poblacional de trabajo de temporada, en que hombres y mujeres se insertan en el mercado de trabajo frutícola pugnando por escapar al proceso diseñado hace algunas décadas de ‘salarización de la pobreza’. Es a partir de 1981, bajo el Código de Aguas, que se construye en la zona el embalse Lautaro, para hacer más eficiente la distribución del recurso destinado al riego. Esta construcción se efectúa bajo la dirección de la Junta de Vigilancia y con el respaldo de Obras Hidráulicas y la Dirección General de Aguas. El embalse se hace necesario luego de la instalación de las parras, ya que esta provocó una importante disminución del agua. El río redujo notablemente su caudal, las napas subterráneas se fueron secando y los pozos ya no extraían agua a menos de 200 metros. Se trata de la consecuencia directa de la sobreexplotación, a partir de un sobreotorgamiento de los derechos de agua, que superan el total de litros por segundo que el mismo río contiene (Skoknik 2009). Las napas y las aguas lluvia no alcanzan a recuperar el ciclo natural del agua, provocando una sequía que rápidamente progresa.
Los habitantes de Los Loros manifiestan su preocupación en torno a la escasez y contaminación de las aguas del río y sus napas subterráneas, denunciando que la disminución más importante se produce a partir de la llegada de la industria parronera, pues tal como lo señalan, prácticamente se podría decir que lo que se exporta es el recurso mismo, ya que el fruto está compuesto en un 80% de agua. Sin embargo, observan a esta empresa como un beneficio para la comunidad, debido a que es la principal fuente laboral de la zona.
A medida que el tiempo avanza, comienza la decadencia del rubro agrícola debido principalmente al costo de la producción que, junto a otros requerimientos, implica lidiar con la necesidad de hacer pozos cada vez más profundos para obtener agua. Este costo lo pueden sostener únicamente los dueños de fundos más grandes y de mayor capital. Ante esto, muchos campos de parras fueron quebrando por su incapacidad productiva, y según señalan algunos, también a causa de una administración deficiente. En el Código de Aguas de la década del 80 se describe al recurso hídrico como un bien separado del territorio y, junto con esto, se lo entiende como un modo de acumulación de ganancias, es decir, las propiedades del agua ya no solo se refieren a su uso real y tangible, sino también a su carácter mercantil. Es aquí donde aparece la figura de la megaempresa minera. Las mineras son quienes ofrecen una alternativa de resurgimiento a aquellos productores parroneros que se encontraban endeudados. Sin embargo, ese salvavidas económico no consistía en retomar la producción agrícola, sino que se ofreció la compra de los derechos de agua de los que estaban quebrados. Esto último, sumado a la decadencia del rubro agrícola, generó el abandono de terrenos que sin agua resultan improductivos. Los habitantes que aún quedan en la zona señalan que esos derechos de agua se vendieron muy por debajo de su valor real, pero que, presos de la desesperación y la inmediatez, de igual manera los dueños de fundo transfirieron dichos derechos. Es importante destacar que lo que se transa son los derechos de uso del recurso hídrico en el sentido legal y abstracto del concepto, ya que, debido a la continua exportación de uva, concretamente el agua que se transa no existe. Esto último nos da luces de que el afán de la minera por comprar más derechos de agua de la que existe y requiere se debe a la necesidad de un resguardo que prevenga futuros problemas legales.
Hoy en día solo quedan 30 familias dueñas de fundo que continúan con la producción de viñas y que contratan mano de obra de la localidad. Otros que también decidieron vender algunos derechos de aguas a la empresa minera son aquellos productores agrícolas a los que les fueron designadas mayor cantidad de cuotas de agua de las que efectivamente utilizaban en la producción de uva, es decir, agricultores que siguen en el rubro, pero que al ver que su cultivo necesitaba menos agua para producir de la que poseían en términos legales, optan por vender el derecho a las cuotas de agua que les sobran o que estaban inutilizadas.
La empresa Caserones de Lumina Cooper S.A. es la megaindustria de extracción minera que se instala en la parte alta de la cuenca del río Copiapó y la que impacta directamente en la localidad de Los Loros. En el momento de la investigación, Caserones aún era solo un proyecto minero, es decir, no estaba operando a su máxima productividad ni se encontraba extrayendo mineral; lo que se traduce en que no está usando la gran cantidad de litros de agua por segundo que ha ido comprando a lo largo de este último tiempo. Es por este motivo que se comienza a generar la creencia en Los Loros de que los derechos de agua comprados por la minera, sumado al comienzo de las faenas extractivas en su máxima potencialidad, va a generar una disminución aún más radical de las aguas superficiales y subterráneas, una consecuente merma de la actividad parronal y un drástico aumento del desempleo en la localidad.
Mucha gente de la localidad estaba acuerdo con que era muy conveniente trabajar para la minería, esto último a causa de los sueldos y seguros sociales que conlleva este tipo de empleo. ¿Por qué entonces la mayoría de la gente en la localidad trabaja en la producción de uva? Nos explicaban que se contrató gente de la localidad para armar el campamento minero, pero esta fue despedida una vez que terminaron las faenas de construcción. Para trabajos relacionados directamente con la extracción de mineral traen gente de Antofagasta, Calama, Perú, Colombia, entre otros, capacitados técnicamente. Es por esto que se genera el miedo al desempleo y un temor a no estar incluidos en la idea de progreso. El hecho de que no exista en Los Loros una escuela técnica-minera y solo exista una escuela técnico-agrícola es para los habitantes un indicador de esta exclusión. No se trata entonces de un conflicto explícito sobre la futura escasez del recurso hídrico, sino que este está, de manera latente, dentro de un temor mayor que tiene relación con la no inclusión de los sujetos al sistema imperante y a las transformaciones socioeconómicas del llamado desarrollo.
Dentro de la situación actual, las estrategias concretas de la minería para establecer una relación con la localidad en términos de “responsabilidad empresarial” se basan principalmente en “Aportes Públicos” que por lo general no se adaptan a la lógica local: la construcción de dos pozos de extracción (el Checo 1 y 2), fondos concursables (los que provocan conflictos internos), aportes a los bomberos (capacitados en rescate minero), la construcción del bypass (construcción de alta controversia), entre otros; son parte, según las percepciones de la gente, de “las estrategias propagandísticas de la minera” para poder acaparar el agua del valle, sin que se presenten conflictos entre la empresa y la localidad; “el poder se hace, así, publicitario”(Balandier 1999: 156).
Hablar de esta realidad local como expresión de lo global en términos temporales y espaciales nos permite ver las consecuencias de las políticas estatales implementadas para estimular la sobreexplotación de los recursos. Las consecuencias de la implementación del modelo neoliberal en nuestro país siguen en la actualidad develándose en su real magnitud. Un ejemplo de ellas es la existencia de estos consecutivos “booms productivos” que son, como señalan Morales y Calderón (2010), períodos explosivos de alta demanda, extracción y/o explotación de un recurso determinado, bajo un léxico simbólico capitalista que metaforiza el proceso social detrás de la mercancía. En el caso estudiado, primero existió el boom de las parras, seguido por el boom de la minería; como todo boom tendieron a la decadencia. Estas políticas y consecuencias tienen un enfoque que busca el crecimiento económico centrado en acrecentar la ganancia y el PIB nacional, y no en el futuro sostenible local de las personas y la población de Chile.
Bibliografía.
Balandier, G. 1999. El poder en escena. De la representación del poder al poder de la representación. Paidós Studio, Barcelona, España
Morales C., M. Calderón. 2010. De booms y fiebres marinas. Breve historia económica de la isla Apiao y el mercado de algas. Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) Chile.
Murmis, M. 1992. “Tipología de pequeños productores campesinos en América”. En Sociología rural latinoamericana: hacendados y campesinos. Editorial Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, Argentina.
Skoknik. A. 2009. “Se muere el río Copiapó (I): Consumo humano, agrícola y minero están en riesgo”. En CIPER, <http://ciperchile.cl/2009/07/15/el-rio-copiapo-se-muere-ii-lluvia-de-formulas-para-salvarlo-de-la-agonia/>
Valdés, X. 2011. “Desincronización temporal y espacial entre trabajo y familia: Hacerse el salario en las migraciones estacionales de los/as temporeros/as de la uva”. En Polis, <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-65682012000100024&lng=es&nrm=iso>.
* Estudiante de antropología Universidad Academia de Humanismo Cristiano, participante de GICSEC, Santiago de Chile.
** Egresada de antropología Universidad Academia de Humanismo Cristiano, coinvestigadora GICSEC, Santiago de Chile.
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