Santuario el Cañi como lugar imaginado: Ambientalismos y conservación en un contexto neoliberal

Por Martín Fonck*

El ambientalismo como posición política no puede ser entendido sin la relación que establece con las áreas sobre las que basa su defensa. En el siguiente artículo se revisan las múltiples caras de este movimiento social según las acciones concretas en los lugares que tematiza.

La preocupación medioambiental se establece como posición en Chile a principios de los años noventa en un contexto socio-político marcado por el fin reciente de la dictadura. Desde ese entonces es posible asociar el ambientalismo a los conflictos que han surgido en diversos contextos geográficos, a raíz de la defensa de espacios locales frente a las lógicas extractivas del modelo. Dicha defensa de lo local se ha expresado en conflictos por los impactos de proyectos extractivos (mineros, forestales, hidroeléctricos, etc.), los derechos de uso o la defensa de la biodiversidad, entre otras razones. Sin embargo, desde esta perspectiva el ambientalismo como posición política no puede ser entendido sin la relación que establece con las áreas sobre las que basa su defensa. De tal modo, es posible revisar las múltiples caras del ambientalismo según las acciones concretas en los lugares que tematiza. Por un lado, han sido ampliamente conocidas las perspectivas ambientales que actúan por medio de grandes compras de espacios naturales para su protección. Posición que estructuralmente difiere de las visiones ambientales asociadas a la resistencia frente a la falta de regulación ambiental.

Estas diferencias pueden ser exploradas en torno al proyecto “Santuario el Cañi”, lugar comprado por una agrupación ambiental para ser conservado a principio de los años noventa, que ha involucrado diversos imaginarios ambientales desde su constitución: ecología profunda, aproximaciones espirituales o la configuración de ambientalismos locales, conformando una diversidad de epistemologías ambientales. El Santuario el Cañi es un caso relevante por ser el primer proyecto de conservación privada en Chile que permite comprender la inserción del ambientalismo en el país y la relación de este tipo de proyecto con las comunidades y contextos locales. A su vez, se constituye como un caso relevante de participación gracias a la administración actual por parte de la organización comunitaria llamada “Guías del Cañi”.

Como primer imaginario ambiental, se observan visiones relacionadas a los ambientalistas que participaron en la compra del santuario. Desde esta posición, las acciones y discursos de conservación están en la línea de lo que ha sido entendido como “ecología profunda”[1]. Como acción de conservación para llevar a cabo dicha visión se aprecia la compra de fragmentos con valor ecológico dejados de lado por el Estado para ser protegidos de la extracción. Se observa este tipo de visión en personajes con búsquedas personales por preservar cierto tipo de especies, cruzando el activismo con la ciencia. Se propone un vínculo con la naturaleza a través de la compra de espacios ecológicos vulnerables de acuerdo al precio del suelo. En el actual contexto neoliberal es posible sobreentender, según el modelo de acción estatal, que la conservación medioambiental es dejada a la iniciativa de privados. Aunque hay que reconocer que a través de acciones como estas se han logrado proteger zonas de valiosa biodiversidad, el cuestionamiento queda respecto a la posición del Estado frente a los temas ambientales y su protección. Si bien se ha logrado preservar espacios ecológicamente valiosos, bajo el mismo marco de organización política se incentivan dinámicas de sustitución de especies exóticas en territorios próximos a los espacios de conservación. Lo anterior, a su vez, tiene efectos en la migración y desplazamiento de la población local frente a la transformación de las opciones laborales, limitando la conservación a acciones particulares privadas, ajena en muchos casos a las forma de vida local.

Sin embargo, otro modo de entender y actuar desde la “ecología profunda” ha sido desarrollado por aproximaciones de índole espiritual. Los imaginarios ambientales relacionados a esta visión se basan en la energía del lugar como eje de su posición. En este caso, se han centrado en el carácter espiritual del Cañi y la íntima conexión que el ecosistema suscita en la experiencia personal. Como visión política, dichos imaginarios espirituales buscan la transformación desde la experiencia individual hacia la totalidad. Se trata de una visión escalar que presenta la novedad de involucrar a la tierra como agente activo por medio del concepto de la visión holística de “Gaia” (la Tierra como una totalidad autoregulada). Quienes presentan esta visión, por lo general, sugieren que la transformación de la degradación ambiental –y la organización del sistema político-económico– pasa por un cambio de conciencia fruto de un proceso de educación e invitación a los valores del bosque. La solución, en este sentido, no puede ser articulada con entes de control como el estado, sino que debe provenir desde las conciencias individuales.

Además, se puede destacar la presencia de un tercer imaginario ambiental en el proyecto de conservación representado por la agrupación de Guías locales del Cañi, con un tipo de imaginario vinculado al proyecto desde una perspectiva local. Este imaginario se desarrolla en base a las perspectivas ambientales de la agrupación, quienes vieron una opción laboral en la conservación, conjugando su visión ambiental con prácticas locales campesinas. La noción ambiental que levantan consiste en convertir el bosque en un espacio de conservación por medio de la vida y el trabajo. De tal modo, el ambientalismo se configura junto a la historia de crecimiento del bosque, siendo el mismo lugar un potencial creativo de transformación de la visión y acción.

El levantamiento y desarrollo de los imaginarios ambientales en Chile no ha sido acompañado de cambios estructurales en la forma de operar del Estado. Desde una visión a nivel nacional, la organización del Estado en términos ambientales, o la falta de esta, ha incentivado la transformación del bosque nativo en plantaciones. Esta política ha incentivado la tendencia de migración del campo a la ciudad en el intento por volver productivo el territorio, dejando a la deriva formas locales de subsistencia, las cuales representan formas alternativas de vida al modelo operante. Como contribución, el caso del Cañi permite observar la constitución de imaginarios y las relaciones de cercanía e individualidad con el lugar al que refiere. Si bien las personas asociadas a la compra de espacios de conservación ecológica han realizado aportes a los fines de la biodiversidad, tendrían una relación de distancia mediada por la objetificación del espacio, reproduciendo el régimen de propiedad, cohabitando con un Estado que no se posiciona por resguardar los recursos en articulación con las comunidades locales. Por otro lado, aunque la visión espiritual enseña y asombra, su capacidad de acción queda más a nivel de conciencia que en cambios físicos efectivos.

Otro punto de vista otorgan los imaginarios ambientales articulados desde la conservación como una forma de trabajo. Si bien los guías representan solo una parte de la comunidad, su organización es una forma de resistencia a las dinámicas territoriales que afectan el medio ambiente y las localidades rurales. De tal modo, se trata de una ambientalismo que surge en el proceso de conservación desde el propio lugar, habitando con el bosque desde una posición diferente a la extracción. Si bien este caso sería una excepción a los procesos que enfrentan la mayoría de las localidades, viene a enseñar una ruta conjunta de imaginarios y prácticas de conservación desde las bases, que marcan un camino a seguir para cambiar las políticas medioambientales. La conservación, antes que una gestión desde intenciones individuales, debe avanzar en la ruta de visiones en conjunto con el lugar y su trabajo diario, siendo la involucración el modo de operar y subsistir en el lugar una resistencia a las actuales dinámicas de desplazamiento.

*Martín Fonck, Sociólogo. Asistente del Centro Interdisciplinario de Estudios Indígenas e Interculturales (ICIIS) y Centro UC de Desarrollo Local. Ha estado vinculado a estudios sobre conservación ambiental, antropología del paisaje y desarrollo local sustentable en ciudades del sur de Chile.

[1] Término acuñado por Arne Naess en 1973, respecto a una postura político-filosófica caracterizada por proponer una visión holística ecocéntrica de simetría en la relación entre el humano y el medio ambiente.

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