¿Qué imagen? Una misma

Por Rocío Casas Bulnes[*]

mismafoto

Uroboros

Hoy me despierto y salgo de mi cama rápido. Tengo una sensación desconocida de urgencia, como si estuviera atrasado para llegar a algún lugar. Reviso mi agenda, no tengo diligencias hoy, ninguna cuenta que pagar, tampoco olvidé llevar las encomiendas al correo, no cargo con entregas laborales pendientes, ni dejé pasar un cumpleaños, hay comida en mi despensa, las cuentas pagadas, el arriendo al día, la camisa planchada. Vuelvo a revisar mi agenda. Todo parece en orden.

Sin embargo voy a la calle y la luz me hace olvidar. Ya no sé qué día es, aunque acabo de ver el calendario. Pienso que no importa, que no es grave, que ando lunático y esa es mi naturaleza. Sigo caminando. Parece que llevo décadas dentro de mi departamento, en ese ambiente tenue. Las siluetas se me hacen borrosas, achico los ojos para enfocar mejor. El sol me pega en la cara aunque no puedo localizar en qué lugar del cielo está. Trato de esconderme en las sombras y ando a tientas. Creo recordar que no tomé nada ayer, sólo me acosté temprano, como siempre hago entre semana. Creo recordar, pero dudo. En cambio, mi sueño de esta noche sí que lo conservo vívido. Yo, avanzando a toda velocidad en pasadizos negros, llevado por una fuerza que me supera, decido entregarme a ella y así llego a un espacio de quietud, donde estoy acostado boca arriba y no me puedo mover. Alrededor mío hay siluetas humanas, pero no alcanzo a ver las caras ni los detalles, sólo noto una luminosidad que emiten como tibieza primaveral, hasta que despierto. Nada parecido al calor que ahora me arrasa. Mis pasos se hacen más rápidos, tratando de huir, y ya no tocan el suelo.

Llego a una esquina desconocida y ahí se detienen mis pies. Quiero seguir adelante pero no hay caso, ya bajaron a la tierra y es como si hundieran raíces en ella. No me puedo mover, así que miro a través de la ventana frente a mí. En una habitación hay gente sentada en las sillas mirando en esta dirección. Algunos lloran, otros mantienen el ceño fruncido, nadie sonríe ni habla. Reconozco de pronto a mi amigo, mi hija, mis padres, la mujer que amo. Ella me ve por un instante, lo noto por un sobresalto en sus hombros. Pero luego vuelve llorar, más desconsolada aun. Yo hago gestos con los brazos pero ya nadie me ve. Entonces, al bajar la cabeza, confundido y resignado, encuentro enfrente mi propio cuerpo en reposo. Al parecer, me vistieron con el más elegante de mis trajes, maquillaron mi cara y ahí estoy, acostado entre flores, dentro de un ataúd. Si me hago visible, aquí en la ventana, todos desaparecerán.

_______
[*] (E.U. 1984). Investigadora y escritora de padre mexicano y madre chilena. Luego de cursar estudios en Historia del Arte, y de pasar por el Teatro, se titula de Literatura Creativa obteniendo la excelencia académica. Ha sido colaboradora en medios literarios y de prensa, tanto en Chile como en el extranjero. Candidata a Doctora en Estudios Americanos (IDEA USACH), becada por CONICYT, actualmente trabaja en su tesis sobre animales mitológicos de la antigua América. Es autora del libro El hombre de siempre, publicado por Hueders.

Comentarios

Comentarios

CC BY-NC-SA 4.0 Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*