¿Qué es ser mapuche en la selva de cemento?

R. Germán León Huichaqueo

…la intención de este texto es dejar señalado aspectos que nos caracterizan como mapuche de la gran ciudad, dando cuenta que no es fácil serlo, ya que lo que hacemos es construir una nueva forma de ser mapuche, y que surge por algún acontecimiento o producto de una acumulación de estos: al igual que nuestros ancestros, quienes tenían diferencias, a nivel cultural, surgidas del lugar de origen de ellos, nosotros somos otro tipo de mapuche, con el mismo valor de un nagche, de un wenteche, de un puelche, de un williche o un pewenche, ya que somos una nueva identidad territorial.

Luego del proceso de anexión que sufrió el Wallmapu [1] a finales del siglo XIX, el pueblo mapuche vivió –y sigue viviendo– una compleja etapa de desarme cultural, donde los patrones constituyentes de lo que es mapuche se ven desplazados por las formas impuestas del vencedor: ya, prácticamente, no viven personas que tengan como lengua única el mapudungun; las ruka ya no son habituales en el territorio ancestral, el uso de las vestimentas tradicionales se restringen a los guillatun [2] y otras actividades de supervivencia cultural, siendo la mujer el pilar en la mantención de la tradición (no está de más decir que en casi todas las sociedades son ellas las que transmiten los conocimientos a su prole), etcétera. Y esto se vio agravado por la inmersión forzosa de los mapuche a elementos homogeneizadores de la cultura occidental, que son la religión, por medio de las misiones evangelizadoras, como las que se mencionan en el texto Lonco Pascual Coña ñi tuculpazugun, de Pascual Coña (y redactado por Wilhelm de Möesbach), o Lecturas Araucanas de Fray Félix de Augusta, ubicadas en Bajo Imperial (hoy Puerto Saavedra), Boroa o Panguipulli, y que dieron paso después a la propagación de la creencia pentecostal en las reducciones; y la educación, centrada en incorporar a los pequeños a las reglas de la sociedad chilena, haciéndoles entrar con sangre, por ejemplo, el castellano a través de castigos como arrodillarse encima de piedras pequeñas o semillas.

Ahora bien, muchas personas –incluyéndome– somos descendientes de mapuche que, principalmente por razones económicas, tuvieron que abandonar su lugar de origen para instalarse en las grandes ciudades para aspirar a una mejor calidad de vida y ayudar a la familia que quedó atrás, despidiéndose en la estación de trenes…, desempeñándose como panificadores, nanas, operarios de fábricas textiles u obreros de la construcción, y viviendo en ranchos, ya sea en los conventillos de antaño o en los campamentos de la periferia, entablando relaciones familiares con otros mapuche en exilio. Y aquí surge algo que es paradójico: dentro de los que vienen del sur, los patrones culturales de la sociedad mapuche se conservaban, de forma precaria, pero se conservaban. En cambio, a la hora de transmitir los saberes y, en específico, el mapudungun, hubo un quiebre, ya que a los hijos de estos se les inculcó que debían hablar en castellano, y que cualquier intento de aprender el idioma ancestral iba a ser suprimido mediante las negativas. Junto con esto la escuela, la educación, los formó para que fueran individuos de un país que se llama Chile, en que se habla castellano y en donde cualquier elemento diferenciador de la población tenía que ser abolido, a lo mejor no con los castigos que recibieron nuestros mayores en el sur, pero introduciéndoles en la mente la bandera, el escudo, el himno y el sentimiento nacionalista. Por esto nuestros padres dejaron de ser mapuche y se convirtieron en wingka/ciñurra [3]. ¿Y nosotros? ¿Qué pasó con nosotros para que tengamos como bandera de lucha la causa mapuche? ¿Cómo construimos nuestra conciencia? Bueno, ahora vamos a esto.

Primero que todo, ¿quiénes somos?: si nos concentramos y definimos al actual mapuche que nació, creció, se formó y lucha en la ciudad, podríamos decir que la mayoría somos mestizos. Me acuerdo de una vez que, cuando le dije a un no-mapuche que era mestizo, me dijo que todos (los chilenos) somos mestizos, respondiéndole que yo soy mestizo directo. ¿Qué quiere decir esto? Puedo caer en la categorización clásica de lo mestizo, pero es simplemente la cruza entre un mapuche y un no-mapuche. Ahora bien, ¿este mestizaje se puede ver en lo cultural, así como un bicultural? La realidad es que la mayoría de nosotros, los neo-mapuche, somos hablantes maternos del castellano chilensis, que tuvimos como cuna la pobla periférica, sea en Recoleta, Huechuraba, Peñalolén, La Pintana, Cerro Navia, Puente Alto…; deformados por el sistema educativo nacional, viles cantantes del puro Chile es tu cielo azulado, bailamos, con un disfraz de huaso/china, una que otra cueca interpretada por los Quincheros para alguno de los actos conmemorativos de los lunes, así como para enaltecer el valor que tiene la patria; además de haber escuchado y, quizás, bailado la música de moda, habernos aferrado a una forma de pensamiento juvenil (adherirnos a una tribu urbana, por ejemplo), alentar con el corazón al equipo de nuestros amores, ir a la discoteque de la farándula, trabajar en la contru, en un supermercado y/o estudiar para ser alguien en la vida… ¿Cierto que, en alguna medida, se repite la historia de los hijos de los que vinieron, sin estación intermedia de parada, del corazón de La Frontera?

Segundo que todo, ¿qué es el kultrunazo?: si reflexionamos en cómo llegamos al mundo mapuche, aparecerá en las mentes algún suceso, propio o ajeno, que hizo el cambio de switch y quiebra con todos los paradigmas que poseíamos. Esto es el kultrunazo, que hace referencia al instrumento tocado por el/la machi [4] y los kultruntufe [5] en las ceremonias y actividades de diversión, y que se caracteriza por el fuerte sonido que retumba, incluso, por varios días: los que participamos en los guillatun sabemos que ocurre eso. Dentro de los hitos fundacionales más comunes están el haber sido tratado de indio en la escuela, debido al apellido que cuesta pronunciar y/o a los rasgos catalogados de indígenas; el escuchar, alguna vez, de la muerte de un pariente en el lejano sur, y tus abuelos conversan en mapuche con el que entregó tal mensaje; el haberlos acompañado a un guillatun, quedando impactado por lo presenciado. Pero, especialmente para la nueva camada de mapuche urbanos, los asesinatos de Alex Lemun Saavedra, Matías Catrileo Quezada (nacido y criado en Santiago de Chile, capital de la dulce patria) y Jaime Mendoza Collio, son los momentos en que se despertó el lado mapuche de la generación de recambio… y se sigue fortaleciendo con las no-noticias que nos entrega el ciberespacio, y que no aparecen en la pantalla del canal de todos los chilenos.

Tercero que todo: ¿cuál es la idea de lo mapuche? Puede ser porque estamos en la ciudad y, al igual que los judíos o los gitanos, tiramos raíces en tierras que no son las nuestras, necesitamos tener algún sentido de unidad con las personas que se quedaron en el Wallmapu, y para tal afán se echa mano al bolsillo que entrega nuestra historia… nuestra historia que es contada por los no-chilenos… por los no chilenos que quieren integrar al mapuche a la historiografía nacional. En otras palabras, crear a partir de una visión intencionadamente distorsionada de nuestro andar por la Tierra: un ejemplo es la idea que poseemos sobre Lautaro, quien es elevado a nivel de guerrero épico en La Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, y que también enaltecemos como imagen a calcar por los jóvenes mapuche de la selva de cemento: es el ideal de mapuche. También lo anterior da pie a caer en los discursos esencialistas frente a lo mapuche, desconociendo así la nueva realidad donde nos desenvolvemos y, por consiguiente, parte de nuestra identidad: actos como discriminar al mapuche urbano por no poseer los rasgos característicos, por no tener un apellido que suene mapuche, o por no saludar en mapudungun, además del uso obligatorio de las vestimentas tradicionales en cualquier actividad mapuche, sea ceremonial –donde es lógico– o de difusión –donde no es precisamente necesario usarlas, ya que caeríamos en la folclorización–, y el denostar la homosexualidad de algunos individuos mapuche, por ejemplo, porque no es una actitud de hombre, son propios del carácter nostálgico que tienen algunos de los que se encuentran caminando con nosotros en la lucha. Lo anterior es casi una competencia para medir cuán mapuche eres tú, símil del mapuchómetro que planteó Pedro Cayuqueo: sería algo como mientras a más guillatun, a más marchas, a más llelipun [6], a más palin [7], etc., más mapuche eres. Ah, y no está de más recordar nuestro carácter mestizo (negaríamos parte de nuestro origen), además de que nuestro ambiente es el contexto occidental, wingka, donde, lo más probable, nuestros mejores amigos son no-mapuche, y nuestra pareja también es no-mapuche.

En fin, la intención de este texto es dejar señalado aspectos que nos caracterizan como mapuche de la gran ciudad, dando cuenta que no es fácil serlo, ya que lo que hacemos es construir una nueva forma de ser mapuche, y que surge por algún acontecimiento o producto de una acumulación de estos: al igual que nuestros ancestros, quienes tenían diferencias, a nivel cultural, surgidas del lugar de origen de ellos, nosotros somos otro tipo de mapuche, con el mismo valor de un nagche, de un wenteche, de un puelche, de un williche o un pewenche, ya que somos una nueva identidad territorial. Tenemos particularidades, la mayoría de ellas generadas por las intensas relaciones con la sociedad chilena –vivimos inmersos en ella–, pero nos configuran. Sin embargo está la lucha con el pasado glorioso del pueblo mapuche, que se asimila a la visión que tenemos de los héroes mitológicos/legendarios de la tradición grecorromana. ¿Acaso buscamos un Hércules de la Araucanía? Para concluir, si aspiramos a luchar por nuestro pueblo, es necesario trascender estos problemas de lo mapuche para erigir una identidad sólida y pertinente al origen nuestro; no dejar de lado nuestras raíces pretéritas, pero tampoco nuestras raíces en la ciudad, donde socializamos con los no-mapuche. Al final es porque vivimos en la selva de cemento.


[1] Denominación propia del territorio ancestral mapuche.
[2] Ceremonia tradicional de petición y de agradecimiento a los seres superiores.
[3] Denominaciones del que no es mapuche: wingka hace referencia al hombre, ciñurra, a la mujer.
[4] Autoridad tradicional, encargada de la medicina y de ceremonias religiosas.
[5] Gente que toca el kultrun.
[6] Oración, ceremonia consistente en oraciones.
[7] Juego tradicional mapuche.

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