
Fragmento del libro Foucault para encapuchadas, de Manada de Lobxs* (Ed. Milena Caserola, 2014).
¿Es una solución salir y recolectar orgasmos para poder compensar todos esos años de frustración e inculpamiento? […] Las relaciones sexuales en el mundo de hoy (y quizás también en el pasado) son opresivas. El hecho de que tu amante te provea un orgasmo cambia solo una pequeña porción de esa opresión… nuestro propio disfrute embellece nuestro atractivo. Somos lascivas. Usamos minifalda y transparencias. Somos sexy. Somos libres. Corremos y saltamos de cama en cama cuando queremos. Esta es la auto-imagen que nos construimos por medio de los medios y la publicidad. Esta es nuestra realización. Y deja mucha ganancia. Nos coloca en nuestro lugar sintiéndonos afortunadas por tener ese lugar: la libertad de consumir, consumir, consumir hasta que nos traguemos el mundo. Nos hace ver libres y activas (activamente, libremente, solicitamos sexo de los varones) […]
La presunción inarticulada detrás de este malentendido es que las mujeres somos puramente seres sexuales, cuerpos y sensualidad, máquinas de coger. De allí que nuestra libertad solo signifique libertad sexual.
Dana Densmore, La independencia de la revolución sexual
Emma Goldman solía decir que la diferencia entre una trabajadora sexual y una mujer casada era que la primera vendía su cuerpo por hora, mientras que esta última lo vendía de una vez y para siempre y a un mismo y único precio a un solo hombre. Hasta más o menos los años 50 o 60, las cosas estuvieron claras con respecto a qué lugar ocupar en torno a la así llamada “emancipación sexual”.
Sin embargo, si seguimos la lectura de Beatriz Preciado, que a su vez sigue a Monique Wittig, el heterocapitalismo del tercer régimen farmacopornográfico logró que los aparatos de captura se volvieran menos coercitivos, más sutiles, más intrincados, más sofisticadamente difíciles de desanudar. Ahora el nuevo truco del heterocapitalismo tardío es la “libertad sexual”. Sus agentes, las mujeres liberadas.
¿Cómo oponerse a tan loable frase sin quedar del lado del Opus Dei? La cuestión exige talento y destreza y debe ser encarada, especialmente por aquellas que hemos sido biopolíticamente asignadas a la violencia de género llamada “mujer”. Porque como ya afirmaba el viejo maestro Michel Foucault, decirle Sí al sexo, no es decirle No al poder.
Otrora quedaba claro que aquel biovarón que, detentando los privilegios de su categoría sexo-política (que redundan paradójicamente en el desmedro de ciertas potencias corporales que jamás explorará, claro está, puesto que reafirman su esclavitud al régimen heterosexista), debía abonar un precio, único valor posible dentro de la lógica del capital, para gozar de –poner en acto– esos privilegios, ya sea mediante la manutención de una querida o ya sea haciéndose cargo de una familia con esposa y todo, y de su supuesto bienestar económico. Hoy, gracias al aparato de captura llamado “emancipación sexual”, esta situación se ha liberalizado y flexibilizado cual contrato de trabajo de 3 meses, o mano de obra esclava de trata de personas (¿o será esta una trata voluntaria?). Pero de una manera más efectiva, puesto que el heterocapitalismo ha logrado la construcción del deseo de “ser libre sexualmente”.
Exentos de la obligación de proveer sustento, apoyo económico y social, exentos de crear afinidad, vínculos de parentesco, libres de cualquier responsabilidad u obligación, cualquier sujeto biopolíticamente asignado al privilegio del género varón logrará con mayor o menor maña hacerse de una chica liberada, es decir, beneficiarse con la pieza clave para el funcionamiento del heterocapitalismo. Esta joven mujer suele creer y afirmar que es libre (y lo elige y desea), que elige con quién se acuesta o con quién coge. Podremos encontrarla en orgías de toda especie, mayormente aquellas que reafirman lo más hétero de la norma social falocéntrica, será nuestra mejor amiga, esa siempre dispuesta a chuparnos la pija en un baño de recital, esa que solo a cambio de más penetración, de mostrarse delante de todos, será nuestra amante ocasional o permanente por nada o poco a cambio, especialmente nada de manera contante y sonante hasta que el varón encuentre una novia como la gente a la que llamará “compañera” y que será infinitamente menos ligera de cascos que la anterior. Ella no cobrará por sus servicios, sino que con gratuidad (gracias a cierto acercamiento malinterpretado filolibertario) brindará todo tipo de placeres a los distintos varones con los que ella se prodigará sin más. Sus así llamados “amigos”, con los que no entablará una forma-de-vida, harán uso y abuso de sus dotes y dones.
Ningún punto de subjetivación ni para sí misma ni para ellos se modificará: ninguna idea de comunidad, sustento, sostén afectivo, lazo, red de contención y apoyo mutuo, amistad política, ningún uso reflexivo de los placeres será construido dentro de esas prácticas sexo-políticas del deseo hegemónico y dominante; incluso si alguna que otra práctica sexual no heteronormativa se despliega y se pone en juego. Más aún, el punto epistemológico que la alienta y la motiva es sin más la liberación de un sujeto mujer, ideal máximo regulador del mito de la Ilustración y de su sistema económico predominante, el heterocapitalismo, que incluso cuando otras prácticas sexuales se expresan (como ser penetración anal del biovarón, por citar un solo caso) no modifican de manera radical la subjetividad del susodicho puesto que ninguna práctica sexual de ninguna índole tiene el poder en sí misma de modificar nada (aunque sea condición sine qua non para la mutación de la subjetividad heteronormativa).
Estas “putas” compiten en el mercado de trabajo de una manera desleal: su carne es el dumping de la economía global del heterocapitalismo tardío frente al que resistimos poniendo precio a las partes de nuestra anatomía que el régimen farmacopornográfico se ha encargado de asignar a una categoría específica, de territorializar y segmentarizar con la potencia de un bisturí. Asimismo, ellas no alientan mediante sus prácticas la construcción de nuevas formas-de-vidas políticas entre “lxs anormales”; es decir, la construcción de afectaciones y afinidades y manadas y amistades políticas con otros cuerpos biopolíticamente asignados a la violencia de género llamada “mujer”, pero también con otras potencias corporales aliadas como ser todo el abanico de la incorrección anátomo-política a normalizar lato sensu.
Nosotras, horda deseante, pese a ser feminizadas, controladas, asignadas, subjetivadas, nosotras, las otras putas, las no-liberadas, ponemos precio, es decir, cobramos, sabemos del valor de nuestra carne en el mercado, y gratis no ofrecemos nada sino a los afines sexo-políticos. De allí la urgencia de repensar el liberalismo de la liberación sexual otra vez como concepto enemigo de la disidencia sexual. Emanciparse de la emancipación que no será por la vía de la prodigalidad sexual con nadie que no devenga afín-mutante-manada lobx-cuerpo-deseante-minoría. Sino, por el contrario, ser estando en el mundo como amiga infinita de las sonrisas de los varones, siempre dispuesta a hacerle una fellatio a algún muchacho “amigo”, porque “me gusta” –dirá ese yo/alma débil que Nietzsche escupía con el nombre de “sujeto”, que es nuestra peor enemiga internalizada, hecha carne, nuestro microfascismo generizador personal.
Devenir otra, ya se ha dicho ad nauseam. Esta vez, otra vez de nuevo, hacerlo. Devenir por fuera de las categorías mujer hacia las potencias de la manada y la enunciación colectiva que no reterritorialice el heterocapitalismo ni sofistique –gracias a nuestra complicidad– los aparatos de captura de nuestro género (y de tantos otros), para huir, juntas, por el río de la potencia infinita. ¿Cómo hacer? Por ahora, desistir, dejarse caer, decir No, Opt out, I prefer not to. Y desconfiar ahora y siempre de cualquier deseo expresado por un Yo individual en pos de un supuesto placer personal.
Por ahora, eso.
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* Este libro, todos los libros, son escritos por una constelación. La constelación de este libro en particular, de todos nuestros libros en particular, podría llamarse “Ludditas Sexxxuales”, pero esta vez se llama “Manada de Lobxs”. Portamos las verdades de las potencias de nuestros cuerpos incrementándose, ya mismo todas juntas, todas las que sean capaces… desertando, yéndonos al desierto, donde crece la vitalidad, a encontrarnos con vos.
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