Progreso y desastre. El caso del Centro Industrial de Ventanas

Por Daniela Jacob[*] y Josefina Buschmann[**]

El presente artículo busca indagar en cómo llegó Ventanas al estado de contaminación en que se encuentra hoy. Este centro industrial lleva más de 40 años en operación, ¿acaso en un comienzo no se sabía que las industrias eran perjudiciales para los habitantes locales y para la vida en general? ¿Qué tipo de decisiones de planificación fueron tomadas para la zona? ¿Quiénes tomaron estas decisiones?

Para ello, se realizará un breve recorrido histórico del desenvolvimiento del CIV. Los insumos empleados provienen tanto de lo que la prensa escrita ha publicado en torno al tema como de entrevistas a habitantes de la zona.

El Centro Industrial de Ventanas (CIV) es uno de los polos de desarrollo industrial más grandes de Chile. En él, se ubica la fundición y refinería de cobre de CODELCO División Ventanas y se produce energía que alimenta el Sistema Interconectado Central (SIC) por medio de termoeléctricas a carbón. Además, es una entrada de gas natural al país, lo que se suma a otras industrias de carácter tóxico.

A pesar de la relevancia económica y energética que tiene este lugar para el país, la comuna que lo acoge, Puchuncaví, sigue siendo una de las más pobres de la Quinta Región (CASEN 2006), tanto así que hasta el año 2011 no contaba con sistemas de alcantarillado ni de agua potable. A lo anterior, se suma el hecho de que tierras, aguas, aire y cuerpos de sus habitantes se encuentran contaminados por los residuos de las operaciones del complejo industrial, que incluyen arsénico, PM10, PM 2,5, dióxido y trióxido de azufre, mercurio y plomo, entre otros. Por estas razones, el lugar sea denominado tanto en los medios, como por ONGs y sus mismos habitantes, como una zona de sacrificio ambiental. Los habitantes de la zona viven lo que Tironi (2014) denomina “vidas tóxicas”.

Titulares como “Contaminación con azufre en escuela La Greda deja a 31 niños intoxicados” (La Tercera, 24 de Noviembre 2011), “Paralización construcción termoeléctrica de Campiche por recurso de apelación de vecinos” (EMOL, julio 2009), “Recurso de Apelación buscará la paralización definitiva de Fundición Ventanas por daños a la salud” (Bio-Bio Chile, 29 de Mayo 2011) o “Hablan las viudas de los hombres verdes contaminados de Ventanas” (Soy Chile, 2 de julio 2011), evidencian los estragos de la contaminación y los conflictos que este centro produce en la sociedad civil.

El progreso y el sacrificio necesarios

La historia del CIV se remonta a 1964, cuando se inaugura la fundición de cobre perteneciente a la recién creada Empresa Nacional de Minería (ENAMI), tras una lucha política entre parlamentarios y personalidades influyentes de distintas regiones por la ubicación que esta tendría. En ese entonces, se creía que esta traería beneficios y progreso no solo al país, sino también a la zona donde se emplazara. A pesar de esto, la contaminación aérea que producían las industrias no era algo desconocido, y aparece en la prensa como un factor a considerar al momento de instalar una industria de estas características. Sin embargo, dos expertos norteamericanos en temas ambientales concluyen que la bahía de Quintero vendría a ser el mejor lugar, ya que ahí la contaminación sería menor:

“Bajo ciertas condiciones de calma e inversión baja, pueden producirse en las Ventanas niveles inconvenientes (no peligrosos) de materias específicas y de gases nocivos pero ellos se dispersaran en masas de aire más grandes que las disponibilidades en La Calera y Papudo” (El Mercurio de Valparaíso, 17 de julio de 1957).

Esta noticia no fue bienvenida por todos los vecinos de la zona, algunos de los cuales escriben cartas a la ENAMI argumentando que en el lugar la agricultura es más importante de lo que los expertos habían considerado. Estos argumentos son desestimados por El Mercurio de Valparaíso como “opiniones sin base suficiente”. Las decisiones son tomadas por los grupos de poder político y económico y los habitantes de la zona son instados a

“Mirar este problema con ánimo patriótico y aceptar algunos sacrificios; de otra manera no se podría instalar la fundición en ninguna parte del país. Las naciones que se han industrializado han aceptado estos sacrificios. Es el precio del progreso. La lluvia es indispensable para la agricultura, pero cuando llueve algunos tienen que mojarse y cada nuevo edificio le quita el sol a alguien, pero nadie pensaría por eso en paralizar la construcción” (El Mercurio de Valparaíso, 17 de julio de 1957).

La naturalización de la contaminación

Luego de la instalación del CIV, Puchuncaví sufre cambios drásticos. Esta comuna era predominantemente agrícola y pesquera, con pobladores dispersos en los campos. Tras la instalación de la usina, la zona comienza de a poco a transformarse en un centro de desarrollo industrial. Pocos años después de su llegada, en 1964, se instala la termoeléctrica Ventanas. Debido a los procesos y materiales implicados en la operación de estas, los suelos, aguas, y aire de Puchuncaví comienzan a contaminarse progresivamente, especialmente los sectores aledaños como Las Ventanas, La Greda, Los Maitenes, Loncura y Campiche. En un primer momento esto puede observarse en la degradación de los cultivos, corrosión de techos de casas, la contaminación del mar y de sus peces, entre otros.

Pasa el tiempo y comienzan los años 70, la imposibilidad que tenía la comunidad de injerir en la situación se suma al contexto nacional de dictadura, donde se acaba con la libertad de prensa y expresión, rechazándose también la existencia de organizaciones y demandas grupales (Sabatini et al., 1996). Debido a su incapacidad de incidir, para muchos habitantes de la localidad este orden de cosas se torna infranqueable, inmodificable, y pasa a naturalizarse. La contaminación deja de ser algo extraño, conformándose como parte de la vida cotidiana. Simón, quien nació en La Greda y trabajó en la fundición, expresa que

“Los gases que se generaban en la fundición o el material particulado que se generaba aquí en las termoeléctricas eran parte del paisaje en el fondo (…) para nosotros en esa época era parte de nuestro hábitat. (…) muchas veces tú te encontrabas con que el agua cambiaba de color y los peces muertos. Pero también tú pensabas que eso era algo normal, que era algo cotidiano” (Simón, Comité de Defensa de La Greda. Entrevista, 16 de Mayo de 2012).

Pero algunos habitantes de Puchuncaví, algunos pertenecientes al sindicato de trabajadores de ENAMI, creado en 1979, y otros dueño(a)s de casa, van en búsqueda del ingeniero químico Jaime Chiang. Este, imbuido de la emergente conciencia medioambiental estadounidense, trabajaba investigando metodologías de detección y cuantificación de sustancias contaminantes. Tal tipo de acción será de vital importancia, ya que desembocará en la publicación de un estudio que posteriormente será un instrumento de negociación para la comunidad local. Es decir, son los estudios científicos los que aportan argumentos legítimamente aceptados a la luz pública por los actores que tienen el poder de tomar decisiones, las empresas y el estado.

Vuelta a la Democracia, regulación ambiental y controversias

El año 1988 se realiza el plebiscito en el que se vota a favor del fin de la dictadura y la vuelta a la democracia. Esto conlleva un resurgimiento de la libertad de prensa y la reactivación de diversos movimientos sociales que comienzan a pronunciarse a favor de sus causas (Sabatini et al., 1996). Junto con esto, comienza a haber cada vez mayor tematización medio ambiental en la prensa, dándose a conocer a mayor escala lo que sucede en Ventanas.

En marzo de 1993 se aprueba el Plan de Descontaminación de Ventanas (PAV), el cual no incluye en su elaboración a representantes de la comunidad. El PAV contempla una reducción gradual de las emisiones, la materialización de inversiones tendientes a esto y la instalación de una red permanente de monitoreo de la calidad del aire, teniendo como plazo final el año 1999. El 9 de diciembre de 1993 se declara Ventanas como zona saturada de SO2, PM10 y CO2. Por otro lado, en marzo de 1994 se aprueba la ley 19.300, Ley General del Medio Ambiente. Este marco legal proveerá las bases con las que posteriormente los miembros de las organizaciones medioambientales de la sociedad civil podrán hacer demandas a las empresas contaminantes, pudiendo de este modo exigir y negociar con estas.

En los últimos años han aparecido organizaciones ambientales de la zona, como el Consejo Ecológico de Puchuncaví y El Comité de Defensa de La Greda, que han llevado a los tribunales de justicia y medios de comunicación la lucha contra las industrias contaminantes del CIV. Estas organizaciones cuentan con abogados, ingenieros, y por tanto, con conocimiento experto que resulta fundamental al momento de negociar. A su vez, se valen del marco legal existente y de las investigaciones científicas en torno a la contaminación de la zona para articular y fundamentar sus argumentos. Algunos de ellos han puesto en jaque el desarrollo del CIV, ya sea mediante juicios como el recurso de apelación que mantuvo paralizada la termoeléctrica Campiche durante ocho meses, la presión generada a través de diversas manifestaciones para que no se instalara otra termoeléctrica en la zona (proyecto Río Corrientes del grupo de inversiones Southern Cross) o las manifestaciones para que no se clausurara la Escuela de La Greda.

Conclusiones

Teniendo en cuenta la historia del CIV, se puede afirmar que han habido decisiones de planificación que han reafirmado la elección inicial de perfilar la zona de Ventanas como un polo de desarrollo industrial. Estas decisiones, históricamente, se han tomado manteniendo al margen a la comunidad local, siendo el estado y los grupos de poder político y económico quienes han incidido directamente en la planificación de la zona. En este proceso se han privilegiado imperativos ligados al desarrollo económico y del país a nivel macro, por sobre el bienestar de los habitantes y medio ambiente locales, los que han tenido que convivir día a día con la contaminación. Los resultados de esta convivencia han sido catastróficos; un mar donde ya no se puede pescar, intoxicaciones y problemas respiratorios ante emisiones descontroladas, y ex trabajadores de ENAMI que agonizan muertes dolorosas debido a intoxicación con metales pesados. También resulta alarmante el grado de exposición a situaciones de riesgo ambiental que tienen los sectores más vulnerables de la población, situación que, como se ha podido observar en este caso, es de larga data y tiene directa incidencia en su salud y condiciones de vida. A lo anterior, se suma la falta de compromiso del estado para acoger y proteger las demandas de estos sectores, ya que a pesar de que en la actualidad existe un marco legal que permite a las distintas organizaciones de la sociedad civil y ONGs interponer recursos de apelación, estos en muchos casos terminan siendo desestimados –como lo demuestra el caso de la termoeléctrica Campiche– o no son de magnitud suficiente como para producir cambios sustanciales en el sector.

Es por estas razones que el caso de la localidad de Ventanas, aunque no es el único, es una de tantas pruebas de que la idea tradicional de progreso, entendido como un desarrollo productivo cada vez mayor que produce ganancias económicas crecientes, no es la que debe guiar la agenda del país. Como demuestra el caso de Ventanas, este modelo de desarrollo y progreso económico no basta para garantizar el bienestar de las personas, sino que, en efecto, puede derivar en todo lo contrario. Es más bien el bienestar de las personas, que se encuentra íntimamente ligado a las condiciones del medio ambiente que estas habitan, el que debe ser prioridad en cualquier modelo de desarrollo.

En este sentido, para evitar catástrofes como la de Ventanas, lo que resultaría más pertinente sería buscar modelos de desarrollo que tengan en sus prioridades el bienestar de las personas por sobre los intereses económicos. Además, en el caso de que estos proyectos consideren infraestructura, se deberían incluir mecanismos que permitan la participación activa de las poblaciones afectadas en torno a la toma de decisiones en sus propios territorios.

[*] Socióloga, actualmente se desempeña como asistente de investigación del Centro Interdisciplinario de Estudios Indígenas e Interculturales (ICIIS).

[**] Socióloga, actualmente se desempeña como directora de contenidos de mafi.tv, y es profesora de la cátedra de Antropología visual en la Pontificia Universidad Católica.

 

Referencias

Sabatini, F. (1994) Espiral Histórica de conflictos ambientales: el caso de Chile. Ambiente y Desarrollo, Vol. X Nº 4, pp 15-22.

Sabatini, F.; Mena, F. y Vergara, P. (1996) Otra vuelta a la espiral: El conflicto ambiental de Puchuncaví bajo democracia. Revista Ambiente y Desarrollo, Vol. XII. Nº4, pp. 30-40.

Tironi, M. (2014) Hacia una política atmosférica: químicos, afectos y cuidado en Puchuncaví Revista Pléyade, Nº14, pp 165-189.

 

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