
Dr. Ricardo Salas Astrain *
Este texto propone una nueva mirada de los conflictos interétnicos en la Región sur de Chile. A diferencia del vocabulario del multiculturalismo propone que Chile debe avanzar en una propuesta intercultural que permita reconocer a los pueblos indígenas, y proponer un nuevo trato del Estado y la Sociedad chilena frente a las comunidades indígenas.
En estos últimos meses, la opinión pública nacional ha asumido como una cuestión central el mal llamado “conflicto mapuche”, que en realidad es una larga beligerancia patente en la Macrorregión Sur de Chile y especialmente en la Región de La Araucanía. Esta lucha es definida por relaciones históricas de subordinación y asimetría de la sociedad mapuche con la sociedad chilena, y se expresa en múltiples conflictos que caracterizan estas relaciones desde los primeros contactos, hasta hoy día. Por tanto, es un conflicto de larga data de la sociedad mayor con la etnia más numerosa del país.
Para la mayoría de los investigadores queda claro que estos conflictos de larga data no se resuelven apelando a nociones usuales en el sentido común, incluso de la clase política que sigue insistiendo en el vocabulario del multiculturalismo, sino que se requiere asumir hoy un giro nuevo de lo que se llama la propuesta intercultural, es decir, proponer un tipo de discurso de prácticas que permiten comprender las complejas relaciones que se establecen entre diferentes sociedades y culturas en vistas a avanzar a otras formas de reconocimiento y de convivencia. Ello se puede realizar haciendo ver cómo la sociedad chilena, la clase política y a las autoridades del Estado no asumen siempre las complejas formas de subordinación y asimetría que existen entre la sociedad chilena y la sociedad mapuche, así como ayudando a fortalecer los intentos por el reconocimiento recíproco, que es el único que permite avanzar en pos de la convivencia y el diálogo intercultural. En otras palabras, detrás de este conflicto histórico no se puede esconder la realidad de la discriminación educativa, social, cultural y política que han sufrido los estudiantes campesinos e indígenas. Así como tampoco las nefastas políticas estatales respecto a la sociedad mapuche en toda su historia, la persecución y el despojo sufridos hasta fechas recientes, que, por lo menos a un cierto nivel, operan como detonadores de sentimientos y acciones de venganza.
Esta historia de expolio económico y cultural muchas veces no trasciende más allá de los círculos académicos y de militancia, y ha sido silenciada en la enseñanza de la historia nacional en los tres niveles de la educación en Chile, las escuelas, liceos y en la Educación Superior. En estos análisis o bien se opera con una mirada romántica del Mapuche antiguo (por ejemplo Lautaro, Caupolican, etc.), o bien con una mirada donde prima el sentido guerrero de la sociedad mapuche. Un punto clave a destacar hoy es la capacidad de convivencia entre mapuches, no mapuches y emigrados en estas regiones, tanto en el pasado (importancia simbólica de los parlamentos, tratados y pactos firmado entre mapuches y Estado chileno y que en muchas ocasiones no ha sido respetados por este último) como en el presente.
En ese sentido, es preciso avanzar aún más acerca de la dinámica de la discriminación y del racismo de la sociedad chilena. En otras palabras, existe una historia donde los mapuches se han visto obligados a convivir con personas pertenecientes a diferentes culturas, pero tenemos que observar y reflexionar que seguimos viviendo en una sociedad chilena de tradición centralista, cerrada a la diversidad cultural y de marcadas características clasistas. A ello se agrega el hecho de que la región de la Araucanía es una de las más marcadas por las desigualdades socioeconómicas, lo que hace sentir a mucha población de origen mapuche y campesina que forman parte de una ciudadanía de segundo rango, discriminada y víctima de injusticias sociales.
Unos datos que resultan interesantes de analizar son los publicados por el CENSO del año 2012, de los cuales surgen los primeros comentarios y opiniones de autoridades, especialistas y medios de comunicación. Es importante señalar que un CENSO se caracteriza por contar con una naturaleza que permite realizar variados análisis para el año, y también observar la evolución de algunos datos significativos. Uno de los primeros aspectos que se pueden observar es que Chile es un país que viene viviendo, hace décadas, transformaciones culturales, sociales y económicas que ya se pueden comenzar a estudiar a partir de ámbitos específicos: la población del país distribuida por regiones, los medios económicos con que cuentan los chilenos, el tipo de familia, la adhesión a una religión determinada, la esperanza de vida, etc. Tales cambios no afectan solo a algunos ámbitos sino al conjunto del país y a la imagen que éste se puede hacer de sí mismo. En este sentido, el CENSO apunta a demostrar que efectivamente somos un país multicultural.
Reunidas y analizadas las principales tendencias surge la imagen de un Chile que vive y consolida cambios culturales que son difíciles de revertir: es un país con baja natalidad lo que en consecuencia conlleva una disminución en la tasa de niños, aumentando los adultos mayores, y donde la presencia de la mujer en el ámbito económico es central. En efecto, todos los chilenos comienzan a vivir dinámicas laborales del llamado mundo desarrollado, que se van expresando en una mayor diversidad cultural, la que se expresa en diversos ámbitos valóricos: en el tipo de familia, en la pérdida del valor del matrimonio, aumento de las iglesias evangélicas, del secularismo y de las personas que se adscriben a los pueblos indígenas.
Esta nueva visibilidad de los pueblos indígenas es relevante para poder caracterizar al Chile de hoy no como un país culturalmente homogéneo sino como un país pluriétnico, donde cada vez debemos considerar más la identidad cultural y étnica de las personas y de las comunidades de vida que conforman. En términos cuantitativos el carácter multiétnico del país sobresale ya que vuelve a reiterarse la tendencia de muchas personas que mantienen tradiciones culturales ligadas a los pueblos indígenas. En términos exactos, un total de 1.714.677 encuestados declara pertenecer a algún pueblo indígena, lo que equivale a un 8,5% del total de la población chilena. Territorialmente, dicha etnia se distribuye así: 37% de la población indígena habita en la Araucanía, en la Región de los Ríos un 22%, en la de Aysén un 20% y en la de los Lagos un 18%. Esto implica una segunda afirmación: la mayor concentración de la población que se declara indígena se encuentra en los territorios históricos del pueblo mapuche. Así el devenir de la Macrorregión Sur de Chile aparece íntimamente a la suerte de esas personas y comunidades, estrechamente ligadas al pueblo mapuche. Esto confirma por qué de ese millón setecientos mil personas que se adscriben a los pueblos indígenas, el 84,11% corresponde al pueblo mapuche, el 6,25% al pueblo Aymara y el 2,53 al pueblo Diaguita.
Empero, es importante destacar en el caso del pueblo mapuche un dato importante: saber que de este 1.407.141 que se autodefinirían como mapuche, el 37% reside en la Región Metropolitana, de forma que, comparativamente, viven más adscritos mapuches en la Capital que en la IX Región. Esto es relevante para comprender que las identidades étnicas no se definen por la permanencia en el propio territorio de origen, lo que plantea un asunto de gran importancia y nos remite al tema de los indígenas urbanos.
Dicho esto, es muy importante que el INE haya incorporado la pregunta Nº 24, “¿se considera perteneciente a algún pueblo indígena (originario)?”, correspondiente al ítem «Residentes habituales» del cuestionario censal 2012. Esta pregunta nos permite medir, de algún modo, las diversas subjetividades étnicas presentes en el territorio nacional, las que ya no se asocian a una determinada forma de producción tradicional sino que incorporan selectiva y creativamente muchos elementos que provienen de la cultura moderna dominante. Tal relevancia se expresa por el cuidado que tienen los organismos internacionales en defender los derechos y deberes asociados a las identidades étnicas, que en muchas ocasiones se atropellan en nuestro país.
El CENSO 2012 nos ofrece el importante panorama no solo de un país multicultural, sino de un Chile pluriétnico, que debiera verse reflejado en todas las instituciones del Estado, en todas las políticas públicas y, esperamos especialmente, en las prácticas socio-culturales de todos los ciudadanos del país. Solo así podrán construirse tejidos interculturales e interétnicos en un país plural, de modo que en la Macrorregión Sur avancemos en mediaciones político-jurídicas y económicas que resuelvan los conflictos de la sociedad chilena, del mundo mapuche, y de todas las regiones del país, donde tenemos presencia de los descendientes de los pueblos autóctonos. Es imperioso que se abran los caminos para una nueva convivencia interétnica que se haga plenamente visible en el sano orgullo que significa contar con la riqueza cultural de los pueblos indígenas.
Este panorama exige mucho del Estado chileno y de la sociedad chilena, que deben enfrentarse a múltiples desafíos para terminar con las prácticas violentas de algunas de sus instituciones, en particular las fuerzas policiales que necesitan repensar de otro modo la contención de la violencia, y los jueces y fiscales otros modos de llevar adelante los juicios y penas que afectan a los miembros de las comunidades indígenas.
Entre los caminos a tomar para lograr un entendimiento en la región y en el país, se requiere generar redes que ayuden a crear diversas instancias de encuentro y discusiones entre mapuches y no mapuches; que el enfoque de las políticas micro y macro sean más consensuadas entre las instancias públicas, las comunidades y organizaciones mapuches; y sobre todo, que se pueda colaborar en que se tome real conciencia para una aplicación de las distintas recomendaciones y propuestas que han surgido estas últimas décadas tanto de parte del Estado (Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato), las organizaciones internacionales (Derechos indígenas y OIT), como del propio pueblo mapuche.
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* Coordinador Núcleo de Investigaciones interétnicas e interculturales-UCT
Filósofo, investigador principal del Fondecyt acerca de las teorías del reconocimiento y Coordinador del Núcleo de Investigaciones interétnicas e interculturales – UCTemuco. Ha escrito varios artículos acerca de la ética y la política del reconocimiento; entre sus libros cuentan: “Lo Sagrado y lo Humano” (1996), “Ética Intercultural” (2003). Ha compilado además una trilogía acerca del “Pensamiento Crítico latinoamericano” (2005), y “Éticas convergentes en la encrucijada de la postmodernidad” (2010).
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