
Daniela Millaleo Montano
Aún el mal gobierno emplea mecanismos homogeneizadores dentro de una sociedad en la cual nuestra cosmovisión no tiene cabida, donde nuestra lengua es una forma primitiva de hablar y se nos impone otra como la adecuada. Se nos obliga a olvidar nuestra educación y se nos impone otra, con su propia historia, héroes y quehaceres. Mediante la forma más poderosa de genocidio cultural, la educación oficial chilena.
Durante mucho tiempo en el congreso se habló sobre una ley la cual consiste básicamente en respetar las diferencias propias de cada ser humano y en penalizar a aquellos que no toleran estas diversidades. La primera vez que pensé en la posibilidad de la aprobación de esta ley que favorece los derechos humanos, surgió la siguiente pregunta: ¿Por qué las autoridades de este país se cuestionan el penalizar hechos de violencia en contra de las diversidades existentes? La respuesta de inmediato surgió en mi mente. Todos somos diferentes, algunos por diversas orientaciones sexuales, otros con diferentes apariencias, religión, política, etc. Y así una infinidad de manifestaciones culturales diferentes unas a otras. El aceptar que existen diversidades debiese ser visto como algo positivo para las relaciones sociales de cada pueblo al enriquecer los acercamientos culturales entre sí. Sin embargo a esta sociedad claramente le molestan las diferencias, al borde de llegar a matar gente que piensa diferente o es diferente.
Hace unos pocos meses repudiamos el accionar de un grupo de neo-nazis, que torturaron salvajemente y asesinaron a un joven homosexual. El llamado caso Daniel Zamudio fue la culminación de la ley anti discriminación que sacó a la mesa los diálogos éticos sobre la tolerancia y respeto hacia las diversidades. Diálogo que otros países ya tuvieron hace muchos años, dando un paso a la tolerancia de las diferencias individuales, dejando a todos los individuos en igualdad de acción sin ser discriminados ni cuestionados por este accionar.
El problema del otro:
El problema de la “otredad” [1] lo menciona claramente Claudia Zapata cuando se refiere a la concepción de Said sobre este término: “El llamado de Said es a entender la otredad no en relación con las culturas no occidentales sino como un producto de Occidente mismo: ‘…ver a los Otros no como algo dado ontológicamente, sino como históricamente constituidos’ (Said, 1996c:58)”. El “otro” sigue siendo para este país un gran problema y su expresión más negativa deriva en las enfermedades propias de la actualidad tal como la homofobia y la xenofobia.
En el caso mapuche la “otredad”, aún imperante en las sociedades con presencia indígena, sigue involucrando la disminución cultural de aquellos pueblos preexistentes a las colonias españolas. Y es esta problemática la que de cierto modo trata de abordar la nueva ley anti discriminación. Sin embargo, y como ha pasado durante más de 500 años, seguimos siendo los “indios de América” invisibilizados en todas las discusiones sobre las mejoras de las condiciones culturales, económicas y sociales.
Aún el mal gobierno emplea mecanismos homogeneizadores dentro de una sociedad en la cual nuestra cosmovisión no tiene cabida, donde nuestra lengua es una forma primitiva de hablar y se nos impone otra como la adecuada. Se nos obliga a olvidar nuestra educación y se nos impone otra, con su propia historia, héroes y quehaceres. Mediante la forma más poderosa de genocidio cultural, la educación oficial chilena.
Historia y contextualización:
“Esta es la historia acerca de la intolerancia, acerca de una sociedad que no soporta la existencia de gente diferente. De un país español, criollo, europeo, cristiano occidental, que se dice civilizado y trata de acabar con los bárbaros, los salvajes, los hombres que deambulaban libremente por las pampas y cordilleras del sur del continente. Ellos se defendieron del salvajismo civilizado; hicieron lo que pudieron, vivieron como mejor supieron, pelearon hasta el cansancio, y terminaron por morir y ser vencidos por el progreso” (Bengoa, 1985: 5).
A todos nos enseñan en las escuelas las intenciones que tenían los españoles al desembarcar en las tierras Americanas. Nos hablan del progreso de occidente, de barbarie y civilización, de intereses económicos y los más radicales nos hablan de la espada y la cruz. Cómo los españoles sometieron a las civilizaciones de América, imponiendo una cultura diferente y homogenizando a los pensares elevados de aquellas culturas. Que éramos primitivos y salvajes y necesitábamos educación para ser más que solo “indios”.
Esta historia, la cual se está enseñando por estos días, se presenta desde la emancipación de estos estados criollos y su formación como estados nacionales y nos preguntamos: ¿Qué es lo que ocurrió con los indígenas que resistieron a los ataques del colonizador y posteriormente a los que pretendían conformar estados nacionales? Lo mismo que ocurrió con los españoles invasores, pasó con criollos chilenos que siguieron el exterminio con el eufemismo de la “pacificación de la Araucanía” [2], la cual fue una excusa perfecta para llevar los ideales progresistas de los intelectuales europeos de la época de la ilustración y de las ideologías liberales de occidente a la barbarie local de este frío sur del mundo, a costo del genocidio de una infinidad de vidas de culturas en resistencia [3], no tan solo en el caso mapuche, sino con una infinidad de pueblos en toda la Latinoamérica colonizada.
Si antes eran los españoles ahora son los chilenos, que tratarían de terminar con la barbarie mediante diversas formas; una fue la muerte de aquellos que iban en contra de la expansión de territorio y, por otro lado, fue la educación mediada por la iglesia, que asumía su tarea civilizatoria imponiendo otra religión para mitigar las otras creencias “primitivas” de estos pueblos. Es decir, nos homogenizaron para absorber nuestras creencias, transformándonos en todos iguales y transformarnos en chilenos.
“Con el advenimiento de la República los mapuche dejaron de ser vistos como un pueblo o nación y comienzan a ser tratados como chilenos (o si se quiere ciudadanos, aunque con una ciudadanía limitada)” (Foerster; 2)
¿En la actualidad será la educación una nueva forma de pacificación de la Araucanía?
Siguiendo con la historia. Estos criollos se formaron en Europa y tomaron ideologías occidentales, las cuales implementaron en las escuelas para así lograr y continuar con la idea de progreso que tanto motivó al invasor europeo y en donde la identidad propia de los pueblos indígenas no tenía cabida en estas nuevas naciones, que se establecían como un nuevo espejo de occidente. En consecuencia los pueblos precolombinos en resistencia son masacrados y homogenizados dentro de estas aulas del saber europeo y con esto son opacadas las propias culturas maternas indígenas. Así como lo hicieron los españoles construyendo iglesias sobre los sitios ceremoniales en América. “Esta época se caracterizó por la dominación, el sometimiento y la opresión, propios de la situación de la colonialidad con la consiguiente patriarcalización de las instituciones sociales, culturales y otras que derivaron en las prácticas denigrantes de racismo y discriminación entre otras” (Quenta.2010.1).
Siguiendo estos parámetros, en la actualidad es la educación la que sigue repitiendo estas formas y sigue moldeando al niño dentro de un determinado tipo de paradigma, el cual es muy diferente al paradigma indígena. En el caso local, la educación chilena es representada de la siguiente forma por Sergio Curihuentro, citando a Ricardo Hevia:
“En el desarrollo de los temas éticos no se considera explícitamente el ejercicio del pluralismo en relación a los pueblos originarios, como tampoco se alude a los derechos colectivos de estos pueblos al plantear el tema de los derechos humanos. Al abordar el desarrollo de la autoestima, los OFT se refieren a ella en términos individuales y no en cuanto a pertenecer o no a una etnia en particular” (Hevia en CNCA, 2005:104).
Queda demostrado, entonces, que a pesar de que en la actualidad la educación chilena se plantea como diversa y multicultural en la teoría, en la práctica no es así, puesto que se resume en traducir el himno nacional al mapudungun que necesariamente no es respetar la multiculturalidad, “la cual nos habla de la coexistencia o la convivencia entre culturas diferentes, o entre sujetos que pertenecen a diversas culturas”. (Schmelkes, 2011, pp.26) y es más, reproduce la acción homogeneizadora de las escuelas nacionalistas.
Entre otras, la problemática de la escuela en el caso de la interculturalidad, la cual “estudia las relaciones entre los miembros de las diferentes culturas” (ibíd.), es una problemática de estado que deriva en el comportamiento social, ya que el omitir las creencias de cada pueblo, el imponer una idea entre otras, es un acto de discriminación, de violencia en derechos humanos. Es un tema (aunque silencioso), una forma de genocidio cultural a estos pueblos aún preexistentes y en resistencia.
Del multiculturalismo estatal al interculturalismo indígena
El problema del estado es el siguiente:
“El reconocimiento de la multiculturalidad como característica definitoria de una nación conlleva importantes consecuencias para el gobierno y la sociedad en general, y para la educación en particular. Es el sistema educativo el que está llamando a asegurar la permanencia de esta característica multicultural de nuestros países, trabajando para fortalecer las lenguas y las culturas que definen dicha diversidad” (Schmelkes.2008:24).
Pero esta diversidad está lejos de la diversidad de los pueblos indígenas. En estos días la multiculturalidad se resume en hablar de los pueblos originarios como folkloreo; simplemente enseñar en los ramos de historia los mapuche o aymara como pueblos extintos de una historia primitiva de Chile.
Pero es otra cosa a lo que apelamos como pueblos indígenas. Es hacer una educación intercultural como un diálogo recíproco entre diferentes paradigmas.
La misma autora anteriormente citada hace la siguiente salvedad sobre la concepción de interculturalismo:
“El interculturalismo (Soriano, 2004) rechaza el racismo y la discriminación. Plantea la diversidad como una riqueza. Establece el respeto al otro como necesario para la identidad personal y grupal. Reconoce el valor de cada persona por el hecho de ser persona y de cada cultura por el hecho de ser cultura. Parte del derecho de cada persona y de cada cultura de ser lo que es y de crecer desde ahí” (Schmelkes.2008:27).
Interculturalidad como derecho humano
¿Por qué no podemos exigir, nosotros, los pueblos indígenas, que dentro de la educación tradicional se enseñe nuestra lengua materna en vez de que se nos siga exigiendo hablar lenguas extranjeras en el marco de un mundo globalizado que educa sujetos en pos de aprender para el funcionamiento de procesos económicos capitalistas?, ¿debemos seguir permitiendo que se nos imponga una historia, una lengua o una religión que no es la propia a la cultura?, ¿debemos seguir permitiendo al estado que nos imponga una educación que va en contra de nuestros derechos humanos, teniendo en cuenta que todo ser humano tiene derecho a tener su propia cultura?
Son estos los cuestionamientos que surgen desde lo más profundo de los corazones de quienes nos sentimos parte de un pueblo originario americano. Donde muchos niños, en lo particular mapuche, aún nacen hablando la lengua materna (mapudungun) y creciendo a la orilla de un fogón, de donde posteriormente son arrancados a la educación tradicional obligados por el mal gobierno y llevados a los centros educacionales normalistas, donde se les impone otro paradigma. El choque interno de un niño al encontrarse con otra cultura sobrepasa toda investigación científica sobre educación o aprendizaje. Por una parte se les obliga a aprender bajo cánones occidentales, donde el sujeto indígena está invisibilizado totalmente.
Esta educación estatal te impone otro lenguaje, otra historia, un desconocimiento de los apellidos propios, una forma de ver al mundo y es imperante la concepción del método científico para la explicación de los procesos de la naturaleza, donde la experiencia del sujeto indígena no es válida. Por ejemplo, se explican procesos mediante teorías sobre las dinámicas y trasformaciones del clima, mientras al indio solo le basta sentarse en el campo o a la orilla de un río a escuchar el lenguaje del viento, para poder entender el ciclo de las cosecha, si lloverá mañana o si viene un temblor de la tierra. Claramente nuestros procesos de entendimiento no se manifiestan dentro de un libro de ciencias naturales.
Pero así vivimos, entre dos ríos dicen los que hablan kechua, lamentablemente en un “yawar mayu”; en un río donde corre sangre [4]. Se nos enseña que lo viejo se debe eliminar cuando nuestro culto es hacia los ancestros, se respeta a los muertos que se vuelven estrellas y a los ancianos. Se nos enseña a ser individualistas y ¿qué pasa con nuestras comunidades a ayllus o lof? Nos enseñan a ver a la tierra como medio económico donde podemos explotar recursos naturales a diestra y siniestra. Cuando nosotros vemos a la tierra como nuestra madre.
¿Bastarían más ejemplos para poder explicar que la educación actual forma parte de la principal forma de genocidio cultural? La educación actual sobrepasa y va en contra de todo derecho humano de los pueblos indígenas actuales.
Necesitamos educación intercultural, en la actualidad es importante escuchar la voz de aquellos que han callado durante décadas, además porque necesitamos reconocernos como tales y no podemos seguir permitiendo que en la escuela los niños se burlen de un niño con apellido indígena.
La educación intercultural para las diversidades culturales traería todo un cambio en el paradigma de la sociedad en su forma de pensar. Creemos, como indígenas, que disminuirían considerablemente los rasgos racistas y xenofóbicos de esta sociedad. Porque la educación intercultural enseñaría lo negativo del racismo hacia nuestras culturas mediante el conocimiento de la cosmovisión y el porqué el mapuche se resiste a perder su tierra ancestral.
Porque se entendería nuestro lenguaje, nuestras creencias, nuestras historias, nuestras enseñanzas y la forma de entender el mundo. Porque la educación intercultural es un derecho humano que exigimos como pueblo, porque con una educación intercultural seguiríamos vivos como pueblo en resistencia, y sin ella seguimos reproduciendo el genocidio de los pueblos originarios y con eso, nuestra vía hacia la extinción.
Fuentes
- Antileo, Enrique. 2011. Diáspora mapuche y multiculturalismo en Santiago. En: Revista Kutral, n°2. Escuela de Sociología, Universidad de Viña del Mar.
- Bengoa, José. Historia del pueblo mapuche (siglo XIX- XX). Ediciones Sur, Colección Estudios Históricos, agosto 1985, Santiago, Chile.
- CNCA (2005). Diversidad Cultural: el valor de la diferencia. Lom Ediciones, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Santiago.
- Foerster G, Rolf. Sociedad mapuche y sociedad chilena, la deuda histórica. Proyecto Fondecyt Nº 1000024.
- Quenta, Santiago (representante de Viceministerio de Descolonización). La Paz – Bolivia. La descolonización: un camino hacia un estado plurinacional. Seminario-Taller “Estrategias para una educación superior descolonizadora intra e intercultural”. Cochabamba, 18 y 19 de noviembre 2010. Mónica Navarro (Editora)
- Schmelkes, Sylvia. Multiculturalismo, educación intercultural y universidades. Universidad iberoamericana. 2008, México.
- Zapata Silva, Claudia. Edward Said y la otredad cultural. 14.01.2008. Aprobado: 29.07.2008.
Comentarios
Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Leave a Reply