
Claudio Correa
La historia reciente revisada a partir de objetos emblemáticos.
“Misión Cumplida” está conformada por escultura y fotografía y utiliza como referente Medallas otorgadas por el Estado chileno, entre 1973-1990, a civiles y militares por “servicios distinguidos”. Entre las insignias consideradas se encuentran: la “11 de septiembre de 1973” y la “Misión cumplida”. Estas insignias son reproducidas en cera a gran tamaño. Una de ellas cuelga desde el cielo de la sala y combustiona durante el transcurso de la muestra. A su vez, en el muro de la sala se instalaron dos fotografías de mediano formato en donde se aprecia el detalle de lo que parece una ceremonia de premiación militar: manos colocando las medallas mencionadas en la solapa de la chaqueta, aparentemente militar, de otro personaje. Bajo las fotografías se lee el siguiente texto que evidencia una lógica de ocultamiento: “Después de su condecoración debe desprenderla de su guerrera, meterla dentro de un sobre y destruirla.Tampoco puede mencionar a nadie que fue condecorado.”
Este montaje tematiza la violencia del Estado desde su vanidad y, fotográficamente, expone la paradoja entre el hermetismo de la iconografía y las frases grabadas en las medallas y la supuesta nitidez o transparencia a la que éstas aluden. En las medallas expuestas se reconoce una cierta iconografía fascista que, en conjunto con la misión que estas insignias celebran, revelan una estetización de la violencia, un componente emocional de lo bélico concentrado en estos símbolos. Así, la medalla se presenta como un objeto trivial en su simbología básica, trivialidad que resulta inquietante al contraponerse a las consecuencias que tuvo en nuestra historia los sucesos a los que alude y celebra, resultando de ello una contradicción turbadora.
La limpidez e indiscreción de la puesta en escena de estas medallas y el texto que acompaña las fotografías exponen la paradoja (entre lo perceptible y lo oculto) que rodea a estos objetos.
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Lo que nos obligaron a callar instalando el miedo ¡¡¡¡