Los con voz ¿y sin voto?: una mirada de la movilización social hoy en Chile

Por Fernanda Rubilar Stefanini*

La movilización social en Chile ha variado progresivamente en los últimos años. El ideario nacional de los 90, netamente transicional, tuvo un cambio de rumbo con la revolución pingüina en 2006. Esta movilización es el inicio de grandes transformaciones, “abrió un gran boquete social, político y cultural al interior de la sociedad neoliberal (…) fue el primer “reventón” histórico-político del siglo XXI” (Gómez, 2006), volcando la mirada a la participación política desde la ciudadanía, ya no solo en las urnas ni en los procesos institucionales, sino también desde la movilización social y la acción colectiva, validándola socialmente otra vez, incluso en medios conservadores, como en las encuestas. Esta participación se ve expresada principalmente bajo una serie de recursos, como la protesta y la toma de espacios públicos, la manifestación plasmada en reivindicaciones sociales y levantando demandas nuevas o insatisfechas desde la ciudadanía organizada.

Estas instancias reivindicativas, de conflicto o de movilización, han generado procesos no convencionales de participación política en Chile. Es innegable la baja en la participación electoral y el aumento en la deslegitimación en varias de nuestras instituciones democráticas. De esta forma, tomando en cuenta estos procesos y la implicancia de diversos factores como las modificaciones en la correlación de fuerzas políticas, la apertura comunicacional desde las redes sociales, el cambio del escenario electoral en 2010 y con ello la táctica de enfrentamiento a la movilización social, se abre la oportunidad política para la generación de movimientos sociales con notoriedad nacional que son catalizadores de cambios en otras estructuras menores en la sociedad, pero no por ello menos importantes.

La apertura de la oportunidad política generó grandes disputas que se llevaron a cabo en los últimos 5 años, el movimiento estudiantil en 2011, no a Hidroaysén, el movimiento por el gas en Magallanes, Freirina, Pelequén, Tocopilla, el movimiento social de Aysén: Tu problema es mi problema; entre otros.

La coyuntura de estos años habla de un proceso de reivindicación social en Chile. El primer clivaje al modelo fue dado por la educación, para luego ver la gestación de otros conflictos sociales de maneras evidentes, en particular los movimientos sociales territoriales. Estas expresiones de acción colectiva localizada en lugares extremos o de difícil acceso en el país, alejados de la centralidad económica y política, han llegado a tener notoriedad nacional, hito que no había ocurrido en décadas anteriores con alzamientos de similar característica. Así, se hace interesante estudiarlos desde el punto de vista de la proyección de las demandas y la generación posible de identidades bajo situaciones de agravio colectivas a nivel nacional como lo son la desigualdad territorial y la centralidad política y administrativa.

En 2010, se contaron 16 conflictos y movimientos sociales ligados a problemáticas territoriales, temas socio-ambientales o reivindicativos de tierras; en los años anteriores la cifra es similar. De estos, ninguno logra visibilizarse a nivel nacional ni unir muchos más actores detrás de su bandera. El contexto político del periodo es el término del primer gobierno de Michelle Bachelet, de la mano de la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición que cumplía 20 años en el poder. Termina un mandato con una alta aprobación que no es traspasada al ex presidente Frei, quien pierde las elecciones en segunda vuelta contra el candidato de la coalición de derecha y empresario Sebastián Piñera, primer presidente de derecha electo democráticamente desde 1958.

Ya en 2011, en pleno gobierno de Sebastián Piñera, con el crecimiento en alza y avisos de esperados índices macroeconómicos, pero con una aprobación tambaleante, llegan los conflictos sociales a instalarse en la agenda pública. En primer lugar aparecen los conflictos ambientales asociados a la construcción de hidroeléctricas o termoeléctricas, los que complican la instalación del gobierno. Posteriormente explotan un par de movimientos socio-territoriales en el sur del país. Para mediados de año, aparece la gran explosión social desde el retorno a la democracia: el movimiento social por la educación. Este último llega para quedarse y complica al gobierno hasta su salida a principios de 2014.

Es así como sucesivamente tuvimos los alzamientos mencionados, destacando la notoriedad pública e impacto de No HidroAysén, el movimiento social por Aysén “Tu problema es mi problema” y el movimiento estudiantil de 2011. La importancia en este escrito está dada por los dos primeros, que lograron movilizar una decena de ciudades simultáneamente en apoyo a estas demandas locales.

Pero, ¿Por qué se genera esta empatía? Preliminarmente se podría decir que hubo un proceso catalizador de identidad colectiva. Diversos autores que estudian los movimientos sociales, entre ellos, Sidney Tarrow, agregan a las dinámicas de contienda y los recursos movilizadores de los movimientos, la construcción organizacional, elaboración de ideologías, movilización del electorado, formación política y generación de identidades colectivas, como procesos naturales generados por la movilización social.

En el Chile de hoy, además de la ya mencionada baja en la legitimidad y aceptación de las instituciones democráticas, alto abstencionismo y baja participación en los partidos políticos tradicionales, ha subido la asociatividad, lo que nos dice de manera patente que algo está cambiando. Se da el escenario para que exista movilización social, e inclusive si estas llegaran a generar un cambio en la estructura de oportunidades, podrían generar un ciclo de protestas. El dilema es ¿qué falta para que esto ocurra?

Primero, es importante ver cómo se generan los movimientos sociales y luego, cómo estos se constituyen en procesos de participación política no convencionales, y no sólo un alzamiento sectorial.

A modo de caracterización, podemos decir que en conexión con diversos teóricos (Tilly, Tarrow, McAdam, etc) básicamente, los movimientos sociales están compuestos por diferentes actores, con una organización propia, que comparten una identidad común, expresada a través de una situación de agravio que los une, programa, ideas o metas similares. Actúan de forma racional y colectiva, y estas acciones están dirigidas contra un oponente definido, el cual generalmente se trata de instituciones gubernamentales, el Estado u otro oponente poderoso. Para la consecución de sus fines, ocupan medios institucionales o no institucionales y violentos o no violentos.

De las dimensiones necesarias analizadas para la constitución de un movimiento social, vemos como en Chile muchas de estas características pueden verse en diversas organizaciones, inclusive en términos comunes en movimientos socio-territoriales contemporáneos en 2012 y 2013. En el caso del movimiento de Aysén podemos ver que su salto cualitativo en cuanto a empatía y generación de procesos de protesta en otras ciudades, tiene que ver con una serie de estos factores. En primer lugar, la consigna “tu problema es mi problema”, habla al exterior de la organización, la que busca mostrarle al país que las problemáticas que sufren son comunes, indiferente de la geografía en la que se viva, esto llevó inclusive a tener manifestaciones simultáneas en apoyo en ciudades como Arica, Valparaíso, Concepción o Valdivia. Ante esta posibilidad de generación de identidad colectiva común entre estas ciudades la interrogante se centra en qué faltó para la movilización común en otros territorios agraviados.

En base a un análisis de legitimidad de actores y de las dimensiones mencionadas, se puede concluir que en Chile, sobre todo en el ciclo de movilizaciones vividos entre 2010 y 2013 se vio de manera patente la precarización de la sensación de agravio. Esto se puede argumentar principalmente bajo la mirada del modelo económico neoliberal y el individualismo que genera, como también bajo la visión del Estado subsidiario que responsabiliza débilmente al Estado en su rol de garante de derechos sociales básicos. Ejemplo de ello es la cantidad de años de protesta estudiantil, el cambio de discurso y el tiempo de penetración tanto internamente, como en la sociedad, de que la educación debe ser un derecho.

Como segundo punto y en relación con el anterior, podemos ver que existe una noción escasa en cuanto a la definición del oponente. En incontables ocasiones, y bajo la misma argumentación del modelo económico y la visión de Estado subsidiario, existe vaga noción de la responsabilidad y los límites de esta entre los actores de la sociedad, ya sea el Estado, el Mercado o la Sociedad Civil. La generación de procesos de identidad en torno al agravio o la definición del oponente desde ya son oportunidades de acción colectiva o de generación de nuevos movimientos sociales. Para ello es necesaria la concientización racional colectiva de los objetivos y de cómo conseguirlos.

Por otro lado, el proceso de concientización ha empezado. La opción de la movilización social como participación política ha sido reivindicada por los y las estudiantes de Chile y socialmente fue validada fuertemente desde 2011. Una vez que tenemos procesos movilizadores, el paso lógico es su politización. Estos “tienen como finalidad un cambio que puede gestarse, dentro de ciertos grupos identitarios que comparten al menos dos percepciones comunes: por un lado perciben un ambiente injusto contra ellos por parte del gobierno y las instituciones que lo conforman y, por otro lado, no consideran que los mecanismos institucionales (como el mero ejercicio del voto, por ejemplo) pueden promover un verdadero cambio” (Contreras-Ibañez, C; Correa, F y García, F, 2005). La deslegitimación de las instituciones democráticas y del sistema electoral, hoy son el caldo de cultivo para las organizaciones que emprendan la movilización social como forma válida de participación política, como consigna de la legitimidad olvidada de la democracia liberal y su escasa representatividad.

Bibliografía

Contreras-Ibañez, C; Correa, F. y García, F. “Participación Política no Convencional: Culturas de protesta vs. Culturas institucionales”, Revista Polis Vol.1, 2005.

De Sousa, Boaventura. “Los nuevos movimientos sociales”, 2001.

Gómez Leyton, Juan Carlos. “La rebelión de las y los estudiantes secundarios en Chile: Protesta social y política en una sociedad neoliberal triunfante”. OSAL, Observatorio Social de América Latina, año VII, no. 20. CLACSO, Argentina. 2006

McAdam, D., & McCarthy, J., Zald, M. Movimientos Sociales: perspectivas comparadas. Madrid: Ediciones Istmo. 1999.

McAdam, Doug. Dynamics of Contention. Cambridge university press: New York, 2001.

Mc Adam, Doug; Tarrow, Sidney; Tilly, Charles. Dinámica de la contienda política. Barcelona, Hacer Editorial, 2005.

Tarrow, Sidney. El poder en movimiento: Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política, New York: Cambridge University Press, 1998

Tilly, Charles. Contentious Performances. New York: Cambridge University Press. 2008

Tilly, Charles. “La democratización mediante la lucha”. Sociológica año 19 N°57, 2005.

* Administradora Pública y Licenciada en Ciencias Políticas de la Universidad de Concepción, Magíster (c) en Política y Gobierno, de la misma casa de estudios. Presidenta de Fundación Síntesis.

Para citar este artículo:
Rubilar, F. (2015). Los con voz ¿y sin voto?: una mirada de la movilización social hoy en Chile. Rufián Revista, 22 (1). Recuperado desde: www.rufianrevista.org

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