La revolución no será .doc: sobre consumo, política y software libre

* Gabriel Rosa

Le aseguro a usted que ese arcángel de impudor
que se robó los cubiertos anduvo de aquí para allá por este corredor
y a plena luz, lo menos unas veinte veces
y a vista de todo el que quiso verle
Gilbert K. Chesterton

Estos breves comentarios tienen como objetivo repensar cuál es nuestra concepción del consumidor y el acto de consumir, entendiendo éste último como forma de apropiación y utilización más que como el acto mercantil de intercambiar dinero por un producto, servicio o sensación. La idea es repensar la dimensión política del acto de consumo en un mundo que nos pone de frente a formas hasta hace poco tiempo inimaginables de utilizar, compartir, modificar, acumular y reproducir lo que consumimos.

Como primer paso queremos alejarnos de dos formas de aproximación al consumo, no como gesto de rebeldía –cuántos se piensan rebeldes por hiperbolizar gestos en papers que nadie lee– sino para destacar lo –aparentemente– novedoso del actual escenario de consumo que nos ofrece el software libre.

Queremos alejarnos de los estudios marxistas ya que por una cuestión ideologico-metodológica centran su atención en la instancia de producción, convirtiendo al consumo en una variable dependiente. La razón es que es allí donde se da de hecho la apropiación del plusvalor por parte del burgués. También podría ser beneficioso no entrar demasiado en el terreno de la movida del liguistic-pictorial turn [1], no porque no creamos que todo fenómeno y objeto vehicula una carga simbólica y significante determinada. Todo lo contrario, cada acontecimiento social puede adquirir el carácter de soporte de múltiples sentidos, pero al igual que el enfoque marxista, esta mirada, todavía, sigue sin prestar atención al consumo y al consumidor, por lo menos desde la óptica que a nosotros nos interesa.

Los consumidores en la generalidad de las conceptualizaciones en boga son tratados como dopados culturales o como héroes de la modernidad [2]. Ambas caras de una misma moneda que desestima la propia subjetividad del consumidor y el carácter político del acto de consumo. Consumir es elegir, como bien resume Bourdieu, consumir implica definirse por un particular modo de vida, por una particular estética y ética de lo humano, con la importante carga polémica, adversativa y de clase que este gesto implica. El acto de elegir supone una dimensión política en tanto pone en acto una preferencia cargada de sentido. No se trata de investir al acto de consumo de un carácter metafísico y performativo del ser, sino algo bastante más limitado y austero, consumir implica inclinarse por tal o cual forma de acumulación, de producción y de circulación. En el acto de consumo se ponen en evidencia qué prácticas, costumbres y principios son valorados por sobre otros; es por esto que podría decirse que hay una política del consumo [3].

¿Y qué tiene que ver el software libre con todo esto? En cualquier etapa de la humanidad, quienes administraban la información y la gestión de las formas de compartir el conocimiento poseyeron un diferencial de poder [4]. Pero fruto del desarrollo cultural y técnico hemos llegado a una etapa histórica en la cual un grupo reducido de agentes concentran un importantísimo volumen de datos e información. Sin embargo, en estas sociedades en donde el movimiento de información y contenidos se ha convertido en uno de los negocios más rentables de la economía, existen herramientas y dispositivos que se oponen a las formas más conservadoras de producir y consumir información. Justo en la frontera del desarrollo del capitalismo parece que se están generando formas alternativas y novedosas de creación y administración del conocimiento [5]. Estamos hablando específicamente del software (programas y herramientas informáticas) libre. Éste representa una alternativa a los modelos hegemónicos de circulación, producción y consumo de información y conocimiento. ¿Por qué? El software libre se basa en la libertad de ejecutar, copiar, distribuir, estudiar, cambiar y mejorar el software, es decir, no existe un productor despótico que monopoliza las técnicas y conocimientos necesarios para desarrollar el software. Pero todavía más importante, este modelo permite que la innovación y la mejora de los programas no se fundamenten exclusivamente en la lógica del lucro. Asimismo, al existir libertad para copiar y distribuir este tipo de software se quiebra con uno de los axiomas básicos del capitalismo que es la renta a partir de la venta de ideas.

Este artículo no es una convocatoria a voluntarismo, es simplemente un llamado de atención respecto de la idea de consumo y su carácter político en esta sociedad de consumidores. Elegir y consumir nos hace responsables, y ya no se trata de elegir entre Ford o Chevrolet, hablamos de la responsabilidad política que conlleva el hecho de elegir Microsoft/Apple o –por ejemplo– Linux; poner frente a frente dos modelos no sólo diferentes sino antagónicos en lo referente a su política de administración de la información. El software privativo (Microsoft y Apple como máximos exponentes) modela un usuario/consumidor, es decir, un sujeto político limitado, reducido al control sistemático del proveedor, que rige de forma estricta la manera en la cual la información recibida o generada por el sujeto será compartida, utilizada y almacenada. Mientras que, como vimos, el software libre se basa en la idea de un sujeto productor, consumidor con autoridad para determinar cómo gestionar la información y conocimiento que produce, tanto es así que hasta puede operar sobre el propio software que está utilizando.

Sabemos que existe un conjunto de prácticas y cánones culturales que limitan nuestros gustos y preferencias, sin embargo la cuestión del consumo y el rol del consumidor es esencial para responder a esta paradoja que nos plantea el software libre: tenemos al alcance herramientas más eficientes en términos técnicos y más plurales en materia política que sólo una minoría elige. Lo importante para destacar aquí es que en nuestras sociedades hiperconectadas, la apropiación de nuestros contenidos por parte de las grandes corporaciones de la información es moneda corriente.

Mientras existen formas de producción y circulación de bienes alternativas al modelo del lucro y el comercio privado, y esos bienes y servicios que se ponen a disposición de todos nosotros tienen un costo casi cero, muchos siguen escribiendo sobre la axiomática capitalista, la desterritorialización de flujos y la catexis social inconsciente, en sus notebooks infectadas de windows y las manzanas cools; ¡vaya paradoja! Parece que va siendo hora de dejar atrás el modelo del individuo malcriado hasta los huesos por el facilismo del mercado de consumo (gracias Don Zygmunt por esta frase). Es decir, pareciera hora de replantear el rol del consumo y el carácter político del mismo, sobre todo en sociedades que ponen a nuestra disposición objetos culturales que si no se oponen a la lógica del capital por lo menos parecen representar alternativas [6].

“Si la esencia productiva del capitalismo no funciona o no habla más que en el lenguaje de los signos que le imponen el capital mercantil o la axiomática del mercado” (Deleuze y Guattari, 1995:233), la propia lógica de producción, circulación y consumo del software libre de una forma casi inocente expone el poder castrador, paranoico y despótico del capital expresado en este caso en el sistema del software privativo, cuyo epítome son el dúo Microsoft/Apple. Al ocultamiento de los métodos de producción para impedir la reproducción y deformación de los códigos, al modelo del lucro y al modelo del copyright, el software libre opone la heteróclita e inverosímil entropía de la máquina deseante: creación, colaboración, cooperación, copiado y circulación para implotar el modelo burocrático y despótico de todos aquellos que quieren perpetuar la lógica oclusiva del capital. Si el sistema Microsoft/Apple propone un ecosistema cerrado con jerarquías estrictas, el software libre cabalga sobre la energía que significa multiplicar las formas de poder colectivas e individuales.

“De la misma forma que las metáforas pierden su carácter metafórico a medida que, con el paso del tiempo, se consolidan como conceptos, las prácticas subversivas corren siempre el riesgo de convertirse en clichés adormecedores a base de repetirlas y, sobre todo, al repetirlas en una cultura en la que todo se considera mercancía, y en la que la ‘subversión’ tiene un valor de mercado” (Butler, 2007:26)

Quizá entonces lo importante sea consumir sin crear valor de mercado, consumir resignificando, consumir creando, consumir produciendo, consumir compartiendo, consumir sin perder la metáfora, es decir: destruir la mercancía sin dejar de consumir. Porque tal vez el problema no es consumir, sino qué, cuánto, cómo, por qué y para quién consumimos. Quizá la poética del software libre tenga algo para recitarnos en ese sentido, siempre y cuando no se convierta en otro axioma de axioma capitalista y sea utilizada para seguir amurallando las tele-ciudades tecno-fortificadas que no paran de crecer en nuestro mundo.

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* Gabriel Rosa: En sus mejores épocas dice que fue un rápido wing izquierdo no valorado por el cuerpo técnico del Club Social de Mar de Ajó. En la actualidad pasa la mayor parte del tiempo errando por los 100 barrios porteños aunque su hábitat natural es La Matanza.

Zarpé algunas frases e ideas de:

Bauman, Z (2007) Vida de Consumo. Fondo de Cultura Económica: Buenos Aires.
Bourdieu, P. (1990) Sociología y cultura. Grijalbo: México DF.
Butler, J. (2007) El género en disputa. Paidós: Barcelona.
Deleuze, G. y Guattari F. (1995) El Anti Edipo. Paidós: Barcelona.

[1] Odio las notas eruditas pero por las dudas ésta la hago: del linguistic todos sabemos algo pero para el que esté interesado en el pictorial turn nada mejor que ir directo al creador de este concepto: W. J. T. Mitchell. En formato económico también se puede leer esto de Ranciére http://es.scribd.com/doc/34642507/Do-Pictures-Really-Want-to-Live-Ranciere
[2] Zygmunt B. (2007) Vida de consumo. FCE: Buenos Aires.
[3] Con política del consumo no hago referencia al “desafío Pepsi” en el cual se nos ponía frente a una pepsi y a una coca-cola y se nos hacía elegir dentro de ese universo; no se trata de caer en la falsa elección de optar por dos modelos de poder irónicamente iguales. Con política del consumo hablo de crear opciones, desconocer los límites.
[4] Esto no significa que a lo largo de la historia no hayan existido diferentes formas de administrar la información, el conocimiento y las innovaciones, muchas de ellas no necesariamente monopólicas o reducidas al control de un reducido número de actores.
[5] Sistemas que no se basan en estructuras rígidas y jerárquicas para permitir el intercambio de información y conocimiento.
[6] Aquí es importantísimo el rol del Estado a la hora de fomentar el uso de software libre. Leer:
http://www.redusers.com/noticias/richard-stallman-califico-al-programa-conectar-igualdad-como-condena-a-maldad/

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