
* Sebastián Rojas y Patricio Rojas
(Artículo publicado por Sentidos Comunes, disponible en
http://www.sentidoscomunes.cl/diario/2012/05/kidzania-%C2%BFla-ciudad-de-los-ninos/)
La llegada de KidZania a Santiago no ha sido silenciosa: su nombre circula por las redes sociales y ha sido escrito en los medios. ¿Qué es KidZania? Su sitio web [1] establece que es un “parque único e interactivo, que combina entretención y educación en una misma experiencia, donde niños de 4 a 13 años podrán jugar, explorar y aprender sobre el mundo de las profesiones y oficios”. Además, agregan que este proyecto se ancla bajo el concepto de ‘eduentretención’, consistente en que “los niños jueguen ejerciendo distintas profesiones u oficios y durante esta actividad entiendan mejor cómo funciona el mundo que los rodea. Adicionalmente, durante este proceso sociabilizan, aprenden sobre trabajo en equipo, a tomar decisiones, adquieren conocimientos sobre los principios básicos de economía y educación cívica”.
Pese al entusiasmo de sus promotores, la idea de niños/as desempeñando el papel de cantantes, controladores aéreos, modelos o médicos para obtener KidZos –la moneda de KidZania– para contratar servicios, comprar productos en la tienda o sencillamente acumularlos en el banco, ha generado críticas a las bases ideológicas evidentemente capitalistas del proyecto. (Un excelente y acertado ejemplo es la columna de Francisco Díaz(2), publicada en Sentidos Comunes en abril del 2011).
Nuestro punto es, sin embargo, que KidZania y muchos de sus críticos tienden a soslayar un punto clave en el asunto: ¿qué tipo de niño o de infancia se está o no suponiendo al establecer esta “ciudad de los niños”? Creemos que se dibuja una ausencia: la del niño como sujeto. Con esto nos referimos a las dificultades del mundo adulto para atribuir una subjetividad particular, una capacidad de acción o de problematización propia, específica de los niños. Las líneas que reproducimos suponen que la infancia como espacio, y el niño como sujeto concreto, son esencialmente proyectos de adulto en desarrollo. No hay consideración o validación de cómo los niños dan cuenta de su vida, sus propios malestares, aptitudes, dificultades, intereses, etcétera. KidZania se propone a sí mismo como una suerte de campo experimental para que estos adultos en miniatura florezcan en “hombres y mujeres del mañana”, anclándose en palabras que se han vuelto casi sagradas en sí mismas (como el apellido “educativo” para un proyecto), y transmitiendo de paso los valores de cierta sociedad ideal: economía, autonomía, consumo y esas tan cargadas palabras llamadas imaginación y socialización.
Bajo este prisma resulta necesario reconocer cómo KidZania convierte a la infancia en una inversión a futuro, vaciándola de presente. Raúl Matte, gerente general del proyecto, menciona cómo en la “ciudad de los niños” todo se encuentra hecho a la escala de éstos, buscando un rescate de su particularidad. Sin embargo, la infancia de KidZania es una anclada en una estética particular, en objetos materiales al 70% de su tamaño usual que celebran una adultez que proyecta caricaturescamente sus categorías en pequeños bancos, panaderías y oficinas. La infancia es una réplica miniaturizada, una suerte de terrario. Esto conlleva una problemas que van desde una pseudo-adultización de la infancia hasta un moldeamiento artificioso de sus realidades. ¿Es nuestro modelo adulto, y en particular ese propuesto por KidZania, una imagen con tal valor que amerita ser esculpida en la forma de un parque para sujetos-niño de los cuáles poco se sabe?
Si bien existen méritos “educativos” bien documentados por la psicología en el “jugar a ser adultos”, ¿por qué no hacernos cargo de las también extensamente descritas contradicciones y malestares que la sensibilidad neoliberal que parece animar KidZania pone en juego en la infancia? Y sobre todo: ¿por qué no intentar redibujar el problema y pensar una ciudad de los niños en términos de los niños?
Si se va más allá de una infancia que asume implícitamente a niños y niñas como “proyecto de hombre”, KidZania podría ser un interesantísimo campo para participar de una infancia construida por niños y donde las categorías adultas –políticas, teóricas, operativas– sin duda resultarían disputadas. Sería, por ejemplo, un buen lugar para que los niños tensionen el currículum o los lineamientos del Mineduc, y no sólo sean objetos de su aplicación.
Del modo en que se está implementando, KidZania dificulta considerar a los niños como sujetos “actuales”. No hay que ser ingenuos: ellos, como todo sujeto, resisten, modulan y refractan las experiencias que viven. No creemos que el temor deba ser únicamente que KidZania modele cual bola de arcilla al niño en un consumidor descerebrado. Lo más probable es que los niños, como siempre, sean capaces de convertir a KidZania en algo más, una socialización distinta, una colaboración de otro tipo. Lo preocupante es nuestra (adulta) falta de apertura, la carencia de herramientas y, peor aún, la de las instituciones que dicen representar a los niños, para pensar que éstos no son un valor abstracto o un objeto a modelar a semejanza de la adultez.
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* Sebastián Rojas es psicólogo, magíster en psicología y docente de la Universidad Diego Portales. Patricio Rojas es psicólogo, estudiante del doctorado en sociología de Goldsmiths, University of London.
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