
* Manuel Arrieta S.
La velocidad de los avances científicos y tecnológicos y los problemas sociales que arrastra el sistema del capital ponen al mundo ante un futuro lleno de inciertos desafíos. ¿Cómo pueden las instituciones de educación superior enfrentar esta realidad en su tarea de formación de nuevos profesionales?
El mundo está cambiando. La creación de conocimiento se realiza en forma inconmensurable, el avance tecnológico no se alcanza a asimilar cuando aparecen nuevos adelantos, la globalización nos presenta nuevos desafíos frente a la identidad de cada uno de nuestros pueblos, el calentamiento terrestre nos hace reflexionar respecto de lo que hemos hecho con nuestro hábitat. Frente a este escenario, ¿qué deben hacer las instituciones que forman profesionales para el futuro cercano, un futuro difícil de imaginar, de predecir? A manera de ejemplos: ¿Quién hubiese pensado, hace cuarenta años, que podría tener un computador en su oficina o en su hogar? ¿Quién se imaginó la existencia de los celulares? ¿Quién pudo imaginar ver la guerra o el derrumbe de las Torres Gemelas, en directo por la televisión? Esto nos hace reflexionar y pensar que las instituciones de Educación Superior están formando profesionales para un mundo incierto, que no sabemos cómo será, ya sea en cuanto a descubrimientos de nuevos conocimientos como en avance de la tecnología. Lo que sí podemos asegurar es que ambos seguirán creciendo de manera abismante, pero esto no nos debe desalentar; al contrario debe ser tomado como un desafío en la formación de los futuros profesionales.
El profesor y ex decano de Harvard College, Harry Lewis[1], hace una serie de reflexiones respecto de las deficiencias en el sistema educacional de pregrado en las instituciones formadoras de profesionales. Entre otras:
· “El asesoramiento académico individual, pilar fundamental de la instrucción de vanguardia, queda a cargo de empiristas incapaces de infundir ideales nobles en talentos jóvenes. Por ejemplo, cultivan una imagen de logros individuales ajena al espíritu de trabajo en equipo, y un interés en el éxito profesional alejado de preguntas existenciales.”
· “Cada académico enseña libremente sus postulados especialísimos, que sirven a su investigación pero no al perfil de egreso que la sociedad espera.”
· “Los cursos tienen el mismo valor, no hay ideas fundantes ni mayor relevancia en el curriculum para el autoconocimiento, el carácter y la confianza.”
Según J. Arancibia Mattar, “el cuadro descrito no lleva al autor (Lewis) al pesimismo sino a plantear alternativas de solución. Ve necesario un equilibrio real de intereses en instituciones complejas, educación e investigación. Los docentes deben ser valorados no sólo por su pericia disciplinaria, sino por su vocación de trascendencia a lo universal y afán formador de alumnos”. El currículo de pregrado debe inspirarse en ideales precisos sobre educación integral y madurez. Es preciso complementar el crecimiento en virtudes humanas fortaleciendo el asesoramiento académico, las actividades extraprogramáticas y la vida en residencias universitarias.
Jacques Delors, por otro lado, nos orienta y plantea la idea que frente a este escenario, tan cambiante, sólo nos queda formar personas integras. Es decir, y dado la constante creación de conocimiento, formar personas con la capacidad de adaptarse para aprender, desaprender y reaprender, lo que implica aprender a lo largo de toda la vida (aprender a aprender); además deben desarrollar la capacidad para crear procedimientos para dar solución de los diversos problemas que se van presentando (aprender a hacer). Tanto este aprender a aprender como el aprender a hacer están relacionados con el ámbito cognitivo, es decir, con los conocimientos y los contenidos en sí, por lo tanto son aspectos cambiantes; pero también será fundamental para su desarrollo que el futuro profesional sea buen ciudadano, con espíritu democrático, con espíritu crítico, responsable, reflexivo, con conciencia de Responsabilidad Social y su Rol en las vida laboral (aprender a ser). Además tendrá que respetar la diversidad, el trabajo en equipo, ser solidario, tomando decisiones en las que se respete la ecología. Esto está relacionado con el aprender a convivir. Tanto el aprender a ser como el aprender a convivir son permanentes y están relacionados con la parte valórica que debe tener un profesional.
Entonces, ¿qué pueden hacer las instituciones formadoras de profesionales?
Las instituciones formadoras de profesionales no pueden desentenderse de la entrega del Saber Ser y del Saber Convivir, es decir, deben entregar una Formación Integral, que incluya los cuatro elementos definidos por Delors. Sin lugar a dudas estos aspectos se dan en forma natural en las actividades deportivas y culturales que realizan los estudiantes, las cuales deben ser incluidas en las mallas curriculares de todas las carreras.
Diversos estudios de este tipo de actividades nos muestran cómo se favorecen estos aprenderes, por ejemplo[2]:
En el área Deportiva:
Los deportes individuales, tales como el atletismo y natación, el tenis y las artes marciales, fomentan la independencia, la autonomía y el manejo de la presión. También está demostrado que quienes los practican son capaces de organizarse mejor y aprenden a tolerar la frustración, lo que les ayuda a desarrollar más la confianza y autoestima. “Es ideal para los niños que suelen frustrarse fácilmente”, Aconseja Mónica Peña, psicóloga de la U. Diego Portales.
En los deportes colectivos, tales como el fútbol y el básquetbol, cada miembro del equipo aporta desde lo que sabe. Y si el equipo gana o pierde, la victoria o la derrota es de todos. Por esta razón los deportes colectivos desarrollan fundamentalmente el trabajo en equipo según concluyó un estudio de la U. de Leibniz, Alemania. Otras habilidades que se fomentan, en los deportes colectivos, son la socialización, el liderazgo y la capacidad de compartir el poder, es decir, aceptar órdenes de otros en una misma situación.
En el área Cultural:
La existencia de las reglas, la prosecución de metas comunes, el respeto a la autoridad y el cumplimiento de plazos, características propias del mundo laboral, están presentes también en las orquestas, por lo que éstas se presentan entre las alternativas más eficaces para preparar a las personas para el mundo del trabajo. “A las dificultades que implica aprender a practicar cualquier instrumento, se añade el desafío de tocar todos coordinadamente”, dice Teresa Quintana, psicóloga de la U. Adolfo Ibáñez.
Pintura y dibujo: El primer paso antes de sentarse a dibujar o pintar, es pensar en qué se va a hacer. Luego, hay que decidir cómo llevarlo a la práctica, lo que supone dividir el trabajo en etapas, es decir, organizar el trabajo. Todo un proceso que, muchas veces, se hace de forma inconsciente, pero que implica una planificación, la que luego puede ser aplicada en los hábitos de estudios y se puede traducir en un mejor rendimiento. Por ello esta actividad es vital para los jóvenes que tienen dificultades para organizarse. Además, se desarrolla la confianza en sí mismo. “Permite expresar las emociones, reconocer la identidad y de ahí, desarrollar la autoestima”, afirma Isidora Mena, psicóloga de la U. Católica.
Por otro lado, según el director de Sicología de la Educación de la Universidad del País Vasco, Clemente Lobato, quien fue invitado a Chile por Inacap[3], hay que formar profesionales que sepan desenvolverse en un mundo donde las tecnologías avanzan más rápido que los aprendizajes.
Según Lobato, las universidades entregan conocimientos que se vuelven obsoletos, por lo que es necesario entregar competencias para la vida. ¿Cómo lograrlo? El experto da los tips.
1.- El trabajo colaborativo. Es una de las demandas del siglo xxi. Muchas veces los docentes piden trabajos en grupo, pero los estudiantes trabajan individualmente y sólo juntan las partes. Lobato cree que debieran darse tareas que impliquen interdependencia, como pedirles comparar distintas obras, y luego evaluar el proceso que llevaron a cabo para ejecutar el trabajo grupalmente.
2.- El pensamiento crítico. Éste permite tomar decisiones y se desarrolla a través de la argumentación, la confrontación y el debate. Para desarrollarlo, no basta exponer en público, sino también incentivar a los alumnos, por ejemplo, a asociar ideas, a través de ejercicios simples como buscar varios usos para un mismo objeto.
3.- Resolución de problemas. La creatividad es otra de las falencias de los recién egresados. Según Lobato, se soluciona fomentando el pensamiento divergente y enseñando a los alumnos estrategias de indagación y verificación de las soluciones encontradas. Ejercicios simples son invitar a los alumnos a sentarse en forma de círculo, para que tengan una amplia perspectiva, y luego a cambiar de puesto, para que se den cuenta del cambio de enfoque.
En consecuencia, la formación integral de los profesionales es una obligación de las instituciones formadoras. Éstas deben preocuparse de la formación del ser humano en su integridad, y las actividades que contribuyen a esta formación no pueden ser electivas. No puede ser electiva una actividad que haga tomar conciencia del daño ecológico que le hemos hecho a nuestro planeta o que nos haga parte del problema de la caza indiscriminada de ballenas, por ejemplo. Esto tiene que ver con el valor fundamental del Aprender a Convivir con nuestro planeta. El respeto y la justicia para con los pueblos originarios, en otro ejemplo, es una problemática social que este tipo de aprendizaje permite enfrentar.
Los efectos de estas actividades en las mallas curriculares como obligatorias contribuyen a la creación de una sociedad que da importancia a la actividad física y cultural y, por lo tanto, la hace más sana, más tolerante, más igualitaria, más justa, sin exclusiones y más dialogante; una sociedad donde todos sus habitantes son importantes se vuelve, en consecuencia, más democrática. La creatividad, emprendimiento y liderazgo que tengan estos profesionales les permitirá afrontar los problemas que conlleva el capitalismo y todo nuevo escenario que se vaya presentando con el avance científico y tecnológico.
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* Manuel Arrieta S.: Profesor de Estado en Matemáticas y Física de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Educación, Universidad de Santiago de Chile. Actualmente se desempeña como Vicerrector de Gestión y Desarrollo Estudiantil en la Universidad de Santiago de Chile y como profesor del departamento de Física de dicha institución.
[1] Arancibia Mattar, Jaime. “Universidades sin Alma”. Basado en “Excellence without a Soul” de Harry Lewis.
[2] Artículo aparecido en el diario La Tercera el día 28 de mayo de 2007
[3] Diario El Mercurio, 18 de Julio de 2010.
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