
* Ximena Quintanilla Mesina.
“¿Cómo puede uno de nosotros ser feliz si todos los demás están tristes?”
Creo ser parte de la gran familia humana donde nos une el ser, el existir y la dignidad. Creo, a la vez, que existen muchas formas diferentes de vivir, lo cual habla de la enorme complejidad de las visiones de vida. Esto nos lleva muchas veces a abismos, separaciones y miradas amenazantes ante lo diverso.
Nuestras contradicciones nos hacen eliminar a otros una y otra vez, quitándoles cabida en el ser, en el existir y en la dignidad.
Hay muchas cosas que nos deshumanizan: para unos el capitalismo nos aleja del proyecto de ser; para otros el comunismo hace que los demás no te reconozcan como persona. Para algunas culturas la mujer es invisible o tiene otra categoría; en algunas sociedades es motivo de muerte el adulterio; para otros no existen los empobrecidos y todo se resume en recursos para explotar. Asimismo, existen quienes conciben la familia de una sola forma y composición: papá (siempre la figura del varón por delante), mamá (como mujer para la procreación) e hijos/as. Todo lo demás es aberración que deshumaniza.
Y llegamos al punto que nos convoca: la constatación, al menos en la cultura cristiana, de la impactante fractura en nuestro discurso. Soy cristiana, católica. Estudiante de Teología y participante activa de la Iglesia. De esa iglesia de Jesucristo mil veces desdibujada y, por tanto, alejada del mandamiento de AMAR. Es por eso que he respondido a esta invitación para escribir en Rufián, hecha por gente que quiero y admiro, como una forma de abrir el diálogo y mostrar que existimos otros/as cristianos –menos visibles–, que vivimos el cristianismo y las creencias de otra manera. Valoro la experiencia y desde ahí hablaré: desde la visión que me han dado muchos años de compartir, estudiar e intentar hacer vida aquello que pueda ser buena noticia para otros/as.
Vuelvo entonces a esta idea de las contradicciones. ¿Cómo puedo catalogar de humano solo aquello que coincide con mis creencias? Si soy de izquierda, de centro o de derecha; si soy ateo, agnóstico o creyente; oriental u occidental. Desde muchos lugares, desechamos y eliminamos seres humanos que nos son indeseables.
Es esta una de las mayores dificultades a la que nos enfrentamos desde nuestras creencias: no aceptar lo diferente. Algunos llaman a esto relativismo, pero lo cierto es que no puedo juzgar ni medir a otros desde parámetros que son únicamente míos.
Entonces, ¿ya no hay parámetros o referencias? Claro, para algunos sigue siendo la “ley de Dios”; para otros la dignidad o la nación por sobre la vida; para otros la vida por sobre todo; para otros lo social por sobre lo individual… Y volvemos a la rueda de las creencias. Aquí es donde nos entrampamos.
Y no puedo dar fórmulas, solo hablar de mis opciones.
A mí, personalmente, el cristianismo me ha permitido mirar a la persona como un hermano/a, sin distinción. Y aunque confieso que no me resulta tan fácil con aquellos empresarios y capitalistas que abusan y explotan, a la hora de interactuar intento no joder a nadie. Ciertas personas y grupos humanos me resultan más AMABLES que otros, pero mi clave es AMAR. En algunos casos esta opción me cuesta más, ¿lo dije? Perdón el énfasis, pero me es dificilísimo.
Y es que no da lo mismo. Intento que LO HUMANO, LA PERSONA no me dé lo mismo. Hay una frase de don P. Casaldáliga que me encanta: “todo es relativo, excepto Dios y el hambre”. Yo sé que en la frase se nombra a Dios, pero sé también que detrás está la opción por toda persona y, en especial, por los empobrecidos.
¿Parámetro, referencia? Sí, claro… Dios, el AMOR y el hambre.
Me gusta este texto: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso; porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4, 20). Ya ven, es imposible desechar a las personas; el MENSAJE más profundo no admite división entre uno y otro. No hay separación ni fractura.
¿Cómo se manifiesta todo esto en mi vida? Desde la acogida a la diferencia, el diálogo, la valoración, el respeto, la sonrisa, el querer ser con otros. ¿Dónde están mis límites? Me cuesta ver el egoísmo y el abismo que generan algunos con el tema del tener o el ser (en Chile somos impresionantemente clasistas, racistas, xenófobos y buenos para marcar diferencias). ¡Claro que tengo límites! Hay cosas con las que no transo a nivel de ideas, pero a nivel de relaciones siempre ha de haber apertura para el diálogo. Y cómo me cuesta algunas veces.
Acepto la diferencia y el AMOR que viene de la mano de personas que buscan caminos y hacen opciones. Me cuesta ver personas que se “comen” (o devoran) a otros con sus juicios, que no dejan vivir a los demás; me cuesta lidiar con las formas de enriquecimiento salvaje, con las faltas de crecimiento y reflexión que permiten caminar con otros.
Lo que me apasiona es que detrás de todo esto está esa filosofía ante la vida de muchos pueblos originarios y que ejemplifica aquella historia que cuentan:
Un antropólogo propone un juego para los niños de una tribu africana. Puso una cesta llena de frutas cerca de un árbol y le dijo a los niños que el que llegara primero a la cesta podría sacar todas las frutas que quisiera. Cuando les dio la partida, los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, para luego sentarse todos a disfrutar de las frutas. Cuando se les preguntó por qué habían hecho esto, si uno podría haber tenido todos los frutos para sí mismo, dijeron: “¿Cómo puede uno de nosotros ser feliz si todos los demás están tristes?”
¿No es acaso esto lo que tendríamos que tener de fondo en cada creencia? Otra forma de decirlo: “todo es relativo, excepto llegar juntos y que nadie sea feliz por sobre otro”.
Me preguntan, ¿cuál es mi familia? La humana. Siempre hay un hermano que te cae mejor que otro, o alguien de la familia que nos avergüenza, pero todos son familia (y SIN EL PERO). Cuando nos demos por enterados de esto, acogeremos al resto independientemente de las opciones y buscando no relativizar lo esencial. Es una manera de crecer como humanidad.
Dificilísimo, pero hay que caminar más concentrados por esta vida, buscar crecer y formarse.
Mi familia siempre fue y sigue siendo de una línea, de una forma de vivir la política y el cristianismo, y no coincidimos en el 90%!!!! A nivel de ideas es bastante, pero coincidimos en lo esencial, en el amar, en querer estar juntos y en ser siempre espacio de acogida para otros.
Ya terminando, quisiera decir una palabra desde mi formación –que algunos la llamarán deformación–. En muchos momentos de la historia he sentido la necesidad de pedir un perdón histórico por los siglos en que hemos encerrado a Dios en leyes, en morales, credos donde muchos han muerto condenados; donde se ha hecho invisible a la mujer y se ha olvidado el valor de ser lo que somos; donde se han quemado mentes y libros, intentando uniformar, cuidar, proteger creencias que terminaron siendo solo estructuras de poder; donde hemos vivido el escándalo del tener: acumular sin límites mientras otros siguen muriendo de hambre, sin denunciar el escándalo que significa dejar que muera un hermano/a; donde todo se ve desde la moral de lo sexual, reduciendo la sexualidad al pecado y olvidando la dimensión de la fiesta y el placer como parte del amor, del amar.
Podría escribir dos libros de hechos que muestran variadas formas de absolutizar ideas y creencias por sobre la dignidad de lo humano. Y, si me extiendo a otras culturas, credos, ideas políticas, seguro haría otros tomos de atropellos.
Las estructuras están sostenidas por personas y no todos somos iguales. No quiero seguir construyendo una estructura injusta; quiero rescatar el Evangelio que habla de servicio, de hermanos, del amor y de dar la vida. Un evangelio o buena noticia donde su protagonista hace tomar conciencia, una y otra vez, de que somos hijos/as amados/as y que esa dignidad no puede ser arrancada por nada ni nadie. Hay que tener la mirada puesta en la realidad y ser sensibles al sufrimiento de tantos/as que han vivido la exclusión y exigencias de comunidades injustas, represivas y juzgadoras, que miran la ley por sobre las personas.
Las etiquetas, los prejuicios y las ignorancias generan desigualdad y disfunción social. Las separaciones, segregaciones y falsas concepciones de lo que es la pureza, la santidad y la verdad, solo han generado abismos, la falsa idea de “buenos” y los “malos”, “dignos” e “indignos”. ¿Somos capaces de percibir lo aberrante que suena esto para quienes no creen o para aquellos que creemos que el mensaje es otro?
Si hay algo que admiro de Jesús es que pasó haciendo el bien como uno de tantos. Pasó por la vida sin buscar privilegios, no haciendo opción por los pobres, sino siendo pobre.
Una gran persona llamada, Adolfo Chércoles, decía que la propuesta de Jesús consistió en hacer dos preguntas: ¿QUÉ TE PARECE? y ¿SI QUIERES?, apelando a la inteligencia y libertad para que cada persona eligiera. Hemos olvidado que uno de los mayores conflictos que vivió Jesús fue con la gente de su época y con los “hombres de Dios” que ponían la ley por sobre la persona, atando cargas pesadas a ellas.
Cierro la reflexión agradeciendo a tantos amigos/as que me ayudaron a amar lo diferente, a quererlo y respetarlo, y a comprender en profundidad el evangelio ante los empobrecidos y ante lo diferente. Agradecer a esas familias diversas conformadas por dos padres y sus hijos, o dos madres y sus hijos, o parejas-familias que no tienen hijos, y por aquellos que sí los tienen. Hay tantas personas AMANDO y haciendo otro mundo posible.
“En cambio, de haber invertido cuidadosamente el talento, habrían cosechado uno de los más difíciles y más valiosos capitales humanos: la capacidad de conjugar la máxima fidelidad a las propias convicciones con la máxima capacidad de acogida de lo distinto, y de igualdad fraterna”.
José Ignacio González Faus (en el cuaderno 174 de Cristianismo y justicia)
* Mujer que cree que “otro mundo es posible” y cristiana que cree que “otra iglesia es posible”. Estudió la pedagogía en religión y la Licenciatura en Estudios Eclesiánticos. Acompañante y formadora de personas y grupos, a través de talleres, clases y otras experiencias (cursos-talleres de juegos cooperativos, risoterapia, eneagrama, de liderazgo, análisis de la realidad, de espiritualidad y otros).
Comentarios
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randeeeeeeeeeeeee xime, me encanta un detalle que pusiste eso de «soy estudiante de teologia», en realidad para siempre y por siempre ser aprendiz…
gracias xime por todo este bello mundo que me has abierto desinteresadamente…
ahora a africaaaaaaa, si Dios quiere…
ok