
Por Caracol*
Lenta pero segura, dejando una estela brillante de rojinegro a su paso, Carola la Caracola se pasea de un extremo a otro de Santiago “apañando piños”, como le dice. Es integrante de CARACOL, un colectivo de sistematización militante de reciente aparición (2013) y que han vuelto a instalar el tema de la producción de saber desde los territorios en el campo de la educación popular y la comunicación popular. La pillamos de casualidad, arriba de una micro, camino a un Taller, y no quisimos desaprovechar para entrevistarla –no todos los días uno entrevista a un caracol, hay que decirlo– para este número de la Revista.
Dime Carola: ¿Educación Popular, en el siglo XXI? ¿No era un cuento viejo ese? ¿Del siglo pasado?
Sí y no. Sí, en el sentido de que la corriente más “freiriana” que venía desde la década de los 80 hasta los primeros años de esto que le llamaron “transición” –aunque no sabemos todavía transición a qué, si sigue siendo lo mismo que en Dictadura– tendió a agotarse. Pero no es un cuento viejo si uno empieza a agrupar todas las pegas de todos los piños que hoy han decidido, desde la población, desde el liceo, desde la universidad, desde la pega, autoeducarse. Quizás podríamos hablar hoy día de una “Autoeducación Popular”, pero de que existimos, existimos.
Pero siempre ha estado muy instalada la idea de que ustedes son una especie de “dinamiqueros”, que les gustan los talleres y la animación comunitaria, pero con poco fondo político.
Sí, lamentablemente. Lo que pasa es que nuestra apuesta –y hablo como movimiento de caracoles y caracolas que nos autoeducamos–, tenemos una especial preocupación no solo por lo que hacemos, sino también por el cómo lo hacemos. O sea, somos educadores y educadoras, y, como tales, le damos harto énfasis a planificar y gestionar espacios educativos donde no existan jerarquías, donde seamos todos y todas protagonistas, espacios de democracia directa y con poca chance para el maquineo. Y también le ponemos el cuerpo, la concha y los cachitos al asunto: la educación no es solo racional, es también emocional, subjetiva, es corporal. Por eso, cuando uno pasa por fuera de un taller, muchas veces ve gente que no está en la posición “clásica” de una clase, sino también en movimiento.
Pero esa preocupación por lo metodológico, ¿no les resta sentido político?
¡No, al contrario! Lo metodológico es profundamente político, porque todo espacio educativo es político. Te lo explico super en fácil: cuando planificamos un taller o un ciclo de talleres de educación popular, lo hacemos porque tenemos un objetivo político-pedagógico para esos talleres y creemos que con su desarrollo se construye un camino para llegar a ese horizonte político que definimos al comienzo. Ese “camino para llegar a” es lo metodológico… ¡por eso te digo que lo metodológico es político!, porque “caminos” hay muchos, pero como esperamos llegar a un horizonte libertario, democrático e igualitario, lo más seguro es que busquemos construir caminos igual de libertarios, democráticos e igualitarios, es decir caminos –o metodologías– políticos, ¿se entiende?. Por eso, por ejemplo, somos tan catetes con lo de inventar una “metodología participativa”.
Ya, pero eso sigue siendo muy abstracto. Te lo pregunto porque cuando uno ve un Taller de Educación Popular y no conoce mucho del tema, la primera impresión es “gente jugando”, y lo que tú me comentas, es mucho más complejo.
¡Es por eso, caracoqueso! Lo que pasa es que esos “caminos” de los que hablábamos –o “el método”, para decirlo así bien serio y formal– pueden ser “caminados” de muchas formas (se puede dar pasos cortitos o dar pasos largos, se puede hacer saltando, corriendo, caminando de la mano o separados, o, en nuestro caso, arrastrándonos lentito…) Bueno, al conjunto de “pasos” que planificamos le llamamos didáctica y a cada paso por separado –o lo que facilita cada paso– le llamamos técnica. Por eso, cuando uno entra a un taller de educación popular, quizás solo vea un grupo de “técnicas” en acción. Pero estas “técnicas” están ahí porque están facilitando que el grupo de caracolas y caracoles allí reunido construya o comparta saberes que apuntan a nuestros horizontes político-pedagógicos.
Mmm… creo que entiendo, pero entonces, ¿lo que se busca enseñar son las técnicas?
No, mi pequeño saltamonte. Somos educadores y educadoras y, por lo mismo, nuestra pega se centra en saberes. Saberes que queremos construir o que queremos compartir. Las técnicas son las herramientas que nos permiten avanzar en esa construcción o en su socialización.
Y ¿quién elige qué saberes se necesitan y qué saberes no? ¿Ustedes?
Nones. O sea sí, pero la nuestra es solo una más dentro de todas las voces de los bichitos que nos reunimos a autoeducarnos. Por eso, la clave ahí es nuestro apellido. No somos educadores y educadoras a secas. Somos educadores populares. O sea: le ponemos el hombro a ser las gestoras de espacios educativos donde produzcamos y compartamos saberes que nos sean útiles como pueblo bichístico para nuestra liberación.
Upa. Sonó fuerte eso…
Si, pero es importante decirlo. No somos bichos neutrales…
Oye, pero eso es bien complicado supongo. Es decir, si el pueblo quiere liberarse y eso implica hacer una revolución. ¿Ustedes enseñan cómo hacerla?
No. ¡Nunca tan vanguardistas!, además el pueblo ya sabe cómo hacerla y la está haciendo cotidianamente. Lo que pasa es que hay comunidades bichísticas que están en diferentes niveles, por así decirlo. Por ejemplo, los cumpas del Colectivo “Babosos y Subversivos” tienen un Preu Popular, y allí, aparte de aprender de matemáticas o de física, aprenden a re-conocerse como pobladores y pobladoras, a reconocer sus problemas comunes, y también aprenden a gestionar un espacio educativo, a ver las finanzas, la gestión, la proyección. Dicho de otra forma, aprenden a ser comunidad y a que los problemas comunes se resuelven con soluciones colectivas. Ellos y ellas están aprendiendo a hacer su revolución, particular y territorializada. En otro extremo de la ciudad, las compañeras del Colectivo “La Concha Libre” se juntan todos los jueves a compartir desde estrategias de autodefensa frente al caracomachismo, hasta cómo hacer campañas que permitan instalar el tema en el debate público. Frente a determinadas necesidades, se autoeducan para eso, comparten saberes que mejoran su propia revolución. O las compañeras caracolas del Comité “La Concha es un derecho”: en cada asamblea se autoeducan en diversos temas, como por ejemplo, cuál es la legislación en materia de vivienda (para dar la lucha desde ahí), pero también aprenden técnicas de movilización y lucha política repasando la historia del movimiento de caracopobladores y las tomas de terreno. Yo me atrevería a decir que todas esas organizaciones apuntan a un horizonte similar, pero en este contexto están en sus revoluciones particulares. Y nadie se las está “enseñando”, ellas mismas las están construyendo. Recuperando saberes de las caracoexperiencias antiguas, reinterpretando saberes que vienen desde la Academia, inventado saberes nuevos.
Y ¿cómo se puede “inventar un saber”?
Ahí le entramos a la sistematización, pues. Pare sus antenas que se lo resumo en dos frases: todos y todas, cuando hacemos algo, ponemos en práctica un saber. A veces lo hacemos super inconscientemente, pero ahí está. Cuando nos organizamos pasa lo mismo, la organización también es un saber. Lo que pasa es que la mayoría de las veces aprendemos a organizarnos organizándonos. El problema de esto es que en esta sociedad que vivimos hay jerarquías de saberes, y hay unos saberes que son considerados más importantes que otros. No nos vendamos cuentos: el “saber generar dinero”, por ejemplo, va por encima del “saber construir comunidad”.
El cuento es que no nos podemos poner a llorar sobre eso, y debemos ser capaces de poner en valor, como le dicen, aquellos saberes que nos permiten un “buen vivir”, como dicen los caracoles altiplánicos. Y esos saberes que nos permiten el “buen vivir” (o vivir de una forma diferente a la que impone el capitalismo) muchas veces no necesitan ser “creados”, porque ya existen, palpitan, se hacen carne cotidianamente en las miles de pegas concretas que tienen diferentes bichas y bichos, rebeldes y organizados de todo el mundo. Y de acá también, por supuesto…
Ya, muy lindo, pero… ¿y la sistematización? ¿Dónde entra?
¡Calma, calma! ¡No me apure, soy una caracola! Lo que pasa es que varios caracoles antiguos inventaron un método que permite “rescatar” esos saberes. Le llamaron sistematización. Que, ojo piojo, no es hacer un resumen, ni escribir el acta de una reunión, ni hacer un documento de síntesis; se trata de reconstruir lo que uno ha vivido y reflexionar sobre eso y, aunque no me crea, cuando eso pasa, uno empieza a darse cuenta de que “sabe”. Que sabe hacer muchas cosas, que ha aprendido muchas cosas en el proceso organizativo y que muchas de esas cosas, aunque suene como un trabalenguas, ni sabía que las sabía. Y, qué quiere que le diga, cuando uno termina ese proceso, se siente terriblemente poderosa…
¿Poderosa?
¡Claro! Porque, primero que nada, se siente más convencida de lo que hace. Segundo, se siente su propio “intelectual”, porque es capaz de producir saberes desde su experiencia y no se queda esperando como pollo a que llegue un académico o un político a decirle que tiene que hacer. Y tercero, lo que usted hace, después de la reflexión, lo hace mejor.
Aumenta la eficiencia…
¡Aumenta el poder popular, hombre! Mire, se la voy a hacer cortita. Si yo le digo: “Los pacos abusan de su poder”, usted lo más seguro es que me entienda, porque nos acostumbramos a pensar que el poder tenía que ver con eso, con cooptación, con fuerza “represiva” digamos. Pero si yo le digo “Podríamos tomarnos una cervecita después de esta entrevista…”, ese “podríamos” no es coerción, es una posibilidad…
Una buena posibilidad…
¡No me cambie el tema, que me da sed! Ese otro poder, está vinculado con la “potencia”, el “empoderamiento” o el “poder hacer”, varias palabritas que hoy están apareciendo en los papeles de los sesudos intelectuales de izquierda pero que en el fondo es lo que nosotros y nosotras, acá abajito, le llamábamos hace rato el “poder popular”. ¡Si yo le contara, hombre! Como pueblo tenemos todo un historial de procesos donde derechamente nos aburrimos y empezamos a hacer las cosas por la nuestra. ¿No teníamos vivienda digna? Nos tomamos los terrenos y levantamos nuestras conchitas. ¿Los patrones se arrancaron? Nos tomamos la fábrica y la echamos a producir. ¿No teníamos escuela? Levantamos nuestras propias escuelas, por dentro o por fuera de la ley. En el fondo, el poder popular ha sido el nombre con el que hemos bautizado ese amplio repertorio de acciones que hemos hecho para vivir de manera digna, igualitaria y libertaria, a mano y sin permiso. Lo hicimos ayer y lo seguiremos haciendo…
Y la sistematización serviría para eso porque ayudaría a que las prácticas se hagan mejor y, por lo tanto, el “poder hacer” de nosotros como pueblo, se despliegue a sus anchas…
¿Ve que no es tan dificil? ¡Si lo dijo clarito! Sistematizando producimos saberes que nacen desde miles de procesos que están desarrollando bichitos por todos lados. Procesos rebeldes, criticones y cotidianos donde estamos dando cara al capitalismo. Si sistematizamos, cada una de esas prácticas chiquititas que hacemos camino a la liberación, van a ser mejores, más efectivas, y, de a poco, aunque no se vea a simple vista, el movimiento popular va a ir fortaleciéndose, empoderándose. Después vendrán otros desafíos: los de articularse, los de pegar todos juntos, pero, por ahora, desde la humilde trinchera de la educación popular y la comunicación popular, ese puede ser nuestro aporte: construir, poner en valor, compartir y difundir los saberes que salen de nuestras prácticas y le aseguro mi amigo que, aunque yo no lo vea, eso a la larga nos va a servir, y mucho y… ¡chuta! ¡me pasé del paradero!
Nos queda la cerveza pendiente, supongo…
¡Claro! Si quiere me manda un mail y nos ponemos de acuerdo… anote rápido: caracolpopular@gmail.com. O me busca en el carelibro, ve que ahora hay que hacerle a la tecnología también…
* Caracol. El apañe de los piños es un colectivo de sistematización militante que surge en abril del 2013 en Santiago, Chile. Provenientes de diferentes organizaciones de educación popular y comunicación popular, sus integrantes se dedican a “apañar” a otras organizaciones fundamentalmente en temas de sistematización de experiencias, apoyo metodológico y desarrollo de talleres de autoeducación popular. Su trabajo se gesta a partir de redes de apoyo mutuo, afecto y solidaridad entre organizaciones populares. Para más información, puedes revisar su página web (www.colectivocaracol.org), contactarlos por mail (caracolpopular@gmail.com) o en Facebook (fb.com/caracolpopular).
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