
Adriana María Chaparro Africano
Cuatro personas: dos hermanas mayores y un hermano menor, yo completo el cuarteto. A pesar de ser mayoría, siempre se cuela un “mis hermanos”, en vez de un “mis hermanas”. Le queda a uno (debiera decir a una) la sensación de que niego a mi hermano si digo “hermanas”, y si lo digo delante de mi familia, lo primero que resuena es “¿y su hermano, dónde lo deja?”
Pero ya es casi un hábito. Ahora hablo y escribo, casi siempre, reconociendo los dos géneros: hermanas y hermano, campesinas y campesinos, productores y productoras, compañeras y compañeros, amigas y amigos. Para algunos-as (nótese que digo la verdad) daré lata, pero me parece sano.
Aún me quedan muchos pendientes: mi nombre lo escribo y digo completo, dos nombres y dos apellidos. El segundo apellido tiene como finalidad no negar a mi mamá, ¿aunque de qué sirve, si el primer apellido de mi mamá, y por tanto mi segundo apellido, es el del abuelo, y no el de la abuela?
Ese patriarcado está tan metido en nuestra cabeza…
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