Editorial Rufián – La disputa por el paisaje

Este año hemos sido testigos de una serie de acontecimientos naturales a lo largo del territorio nacional. Comenzamos el año presenciando la erupción del volcán Villarrica y los incendios de la zona centro y sur del país, cotidianeidad suspendida y miles de hectáreas que, tras unas semanas, tardarán siglos en recuperar su verdor. Luego, dirigimos nuestra atención al norte, lluvias intensas –pero por sobre todo inusuales– provocaron la restitución de cauces de ríos e impactantes aluviones, que hasta el día de hoy no se dimensiona completamente qué acarrearon con ellos. De vuelta al sur, el volcán Calbuco nos volvía a recordar la voz del interior de la tierra, y mientras cubría con cenizas gran parte de nuestro país y el país vecino, casas y animales debieron ser prontamente abandonados.

Pero, a la vez, la naturaleza también se nos manifiesta en su omisión. La ausencia de lluvias entre los meses de diciembre y marzo en la zona sur detonaron una de las sequías más duras en años. Situación similar a la constante que se vive en la zona central, incluso en invierno, y que refuerza un escenario que hace años se va tornando familiar: crisis hídrica y ríos que ya no alcanzan el mar.

Estamos acostumbrados a presenciar terremotos, incendios, aluviones, sequías y erupciones cada cierto tiempo; el territorio que nos acoge es diverso e intenso. Sin embargo, y aunque sabemos que la mayoría de estos episodios responden a procesos en los cuales no tenemos injerencia pues se inscriben en ciclos del planeta que habitamos, muchas veces los padecemos como crisis que sacuden por completo las dinámicas a las cuales estamos habituados. Suspensión de actividades, destrucción de infraestructura, muerte de animales, incluso de seres humanos, desplazamientos, sufrimiento ambiental son algunas de las repercusiones sobre nuestra sociedad. No obstante, estas repercusiones no influyen en todos de manera homogénea; la capacidad de resiliencia está determinada por el acceso a ciertos recursos y herramientas. Pensar en la desigualdad de estas condiciones nos llevó como equipo a reflexionar sobre qué es lo que constituye una crisis ambiental y quiénes son los realmente vulnerables en ellas. Entonces, el foco del problema no sería el proceso natural, ante este no podemos hacer mucho, tampoco sería estrictamente el impacto al medio ambiente, en este caso se nos responde que el desarrollo del país es más importante. No obstante, ¿desarrollo para quiénes?

Estas preguntas ya han sido abordadas y visibilizadas por distintos colectivos durante las últimas décadas, quienes, cada vez con más fuerza, han posicionado progresivamente una discusión sobre el medio ambiente que hasta hace poco no nos planteábamos como sociedad. Estos colectivos han sido impulsados a salir a la calle, ya sea por las consecuencias de una crisis ambiental detonada, como también por el rechazo a una serie de proyectos que afectan, o afectarían, el entorno y los ecosistemas que en este se encuentran.

Dejar la regulación de la economía en manos del mercado ha incrementado los índices de desigualdad en Chile a niveles impensados, llegando a ocupar el triste primer lugar en desigualdad de aquel grupo al que tanto añorábamos pertenecer: la OCDE; tan conscientes estamos de las diferencias que la palabra desigualdad ya casi no nos alerta. Aunque medimos estas diferencias a través de las brechas existentes en los ingresos –27 a 1–, la desigualdad no solo se hace visible en el acceso de la población a cierto estándar de vida, sino que también en la administración de los recursos naturales. La disminución del rol del estado ha tenido su repercusión en la administración de estos, los discursos que los definen qué es un recurso natural han configurado relaciones de poder que no siempre resultan evidentes. Día a día, distintos sectores de la población deben lidiar con los remanentes de un sistema económico depredador, validado por un sistema político que impone sistemas extractivos como principales mecanismos de acumulación capitalista, y al mismo tiempo va dejando tras de sí múltiples residuos que, casi silenciosamente, contaminan los cuerpos, subjetividades y entornos de la población.

Consideramos necesario instalar una discusión sobre la relación entre nuestra sociedad y el territorio que habita, cómo se modifican e interrelacionan estas dos esferas, cómo esta relación se ha determinado, bajo qué sistemas políticos y económicos se inscribe. En nuestro constante esfuerzo por trabajar colaborativamente con organizaciones sociales y grupos de estudio, nos propusimos dar amplitud a las perspectivas y proponer un debate en torno al medio ambiente en la actualidad, abriendo espacios y dando circulación a las voces que hoy contribuyen a enriquecer estos diálogos. Para abordar esta tarea, en este número trabajamos en conjunto con Verdeseo, colectivo alineado a las ideas de la Ecología Política y enfocado en producir, difundir y coordinar una mirada crítica hacia temas medioambientales.

Producto de este trabajo entre Rufián Revista y Verdeseo, proponemos un número que discute y analiza la relación, a veces obviada, entre naturaleza y sociedad en el Chile de hoy, bajo un contexto socioeconómico marcado por cuarenta años de un sistema neoliberal que ha mercantilizado los recursos naturales. A través de una serie de artículos que presentan antecedentes teóricos y experiencias concretas, buscamos comprender cómo se materializan las relaciones de poder en las interacciones socioambientales, y así visibilizar su dimensión política.

A pesar de que en muchos casos el escenario es desolador, en donde naturaleza y seres humanos son degradados casi al mismo nivel, queremos posicionar una reflexión que vaya más del lamento y comprenda esta situación en el marco de un proceso, en constante modificación. Las repercusiones que este devenir tiene sobre nuestra sociedad y subjetividades nos empujan a repensar los modos en que habitamos el territorio y dialogamos con él, a profundizar en otras maneras de comprender lo ecológico, a empatizar con quienes padecen los efectos de nuestras decisiones sobre el medio ambiente. Esta es una invitación a sentirnos parte, a hacer consciente nuestra interacción con la naturaleza, y con ello, a no naturalizarla. La relación entre los seres humanos y el medio ambiente y sus repercusiones ecológicas, sociales y económicas contienen un poder implícito que se encuentra en disputa. Por lo tanto, el paisaje se sigue modificando.

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