
Hay que tener corazón de piedra para no conmoverse ante la escena del oso polar que muere de hambre por el derretimiento del hielo. Todos celebramos cuando el noticiero central informa que un nuevo panda ha nacido en alguna reserva natural en China. A nadie le cabe duda que los chicos de Greenpeace son los buenos, y los barcos balleneros están tripulados por los más desalmados e inhumanos seres imaginables. Así que hay que ser responsable. Hay que reciclar, andar en bicicleta y tomar duchas cortas. Hay que salvar el planeta. Por eso, cuando haga sus compras en Jumbo, no olvide obtener su bolsa reutilizable a un módico precio [1], y prefiera siempre Coca-Cola, porque están “comprometidos con el medio ambiente” [2]. Cada uno, de forma independiente y separada, puede aportar su granito de arena, así seremos todos más felices y viviremos en un mundo mejor.
¿O no?
Después de todo, “nosotros no podemos hacer las leyes, ni los planes de empresas, ni podemos definir las políticas de un Gobierno” [3]. Las grandes decisiones se toman en el congreso, o en las altas cumbres de gobernantes. Al ciudadano común no le queda más que hacer algún gesto, donar algo de su ya reducido sueldo a una buena causa, de esas que son lideradas por gente buena, que dedica su vida a salvar el planeta. Son otros los elegidos, son otros los poseedores de los cinco anillos mágicos que, combinados, llaman al Capitán Planeta.
Sin embargo, pareciera ser que no podemos quedarnos tan tranquilos. Porque aunque tratemos de contentarnos con el gesto, seguimos respirando el mismo aire, bebiendo la misma agua, comiendo los mismos frutos. Querámoslo o no, nos relacionamos con el medio ambiente, y las “grandes decisiones” nos afectan como habitantes de una comunidad, y demandan una postura que va más allá del simple gesto naturista. No hace falta ser miembro activo de una organización ecologista para cuestionar a nuestros gobiernos, denunciar a las empresas, exigir a los parlamentarios. No hace falta encadenarse a un árbol para darse cuenta de que hay algo mal en un sistema donde los costos medioambientales del desarrollo afectan más a algunos, y que casualmente son justo ellos quienes menos se benefician de dicho desarrollo.
Esta nueva entrega de Rufián Revista no busca hacer un llamado a salvar el planeta. Es más bien un llamado a preguntarse por qué Agrosuper, HidroAysén o Ventanas, son temas cuya urgencia va más allá de un activismo verde. Buscamos cuestionar el modelo que rige nuestra época, en la medida en que los problemas medioambientales nos permiten hacernos algunas preguntas: ¿Podemos entender los conflictos medioambientales como conflictos sociales? ¿Qué y cuánto hemos olvidado de nuestro lazo ancestral con la naturaleza? ¿Se puede pensar el problema desde una clave de género? ¿Podemos, desde las ciudades, repensar nuestro vínculo con el ecosistema? ¿Cómo nos afectan las legislaciones medioambientales, a nivel nacional e internacional? ¿Qué postura esperamos de nuestros gobernantes al representarnos frente al mundo globalizado? En definitiva, ¿en qué medida nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno implica una postura política?
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[1] Supermercados Jumbo: http://www.jumbo.cl/supermercado/jumbo_y_la_comunidad/bolsa_bio.html
[2] Coca-Cola Chile: http://www.viviendopositivamente.cl/pilar.html?country=19&lang=2&pilar=4
[3] Mensaje del Director, Greenpeace Chile: http://www.greenpeace.org/chile/es/blogs/getap-estandap/en-nuestro-cumpleaos-este-mensaje-va-para-ti/blog/37203/
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