
La elaboración simbólica del dolor es el proceso por el cual se constituye una idea de “comunidad” y, en eso, un sentido de pertenencia.[1]
Como si la desigualdad y la escandalosa acumulación de riquezas y oportunidades no fuera suficiente, la instauración del capitalismo en Chile –cruda dictadura de por medio– ha dejado en nosotros una huella tanto silenciosa como conveniente: el individualismo.
La desorientación total que significa el gobierno del mercado en todas y cada una de las esferas de la vida ha ido disolviendo lentamente cualquier noción de construcción colectiva para dar paso a un repliegue vinculado íntimamente con la desconfianza y la competencia: la idea de que el otro, cualquiera que sea, es un obstáculo a superar y dejar lo más atrás posible.
¿Cómo podremos entonces enfrentar los traumas de nuestra historia? Y nuestra constitución como seres políticos, ¿cuánta potencia emancipadora se pierde si destinamos cada acción creativa al ámbito privado? ¿Cómo haremos viable cualquier resistencia al abuso y a la injusticia si el problema es siempre de otro?
Si la familia está definida como el núcleo fundamental de la sociedad, vale entonces preguntarnos directamente qué es familia. Al adentrarnos en estas definiciones, no solo nos encontramos con infinitas formas de agruparse, compartir y crear, sino también con la necesidad profunda de pertenecer: estar con otros, identificarnos con ellos, y desde ahí ejercer nuestro rol social. La idea tradicional de familia disuelve sus límites para descentrar ese núcleo social, moverlo a conformaciones diversas, organizaciones comprometidas más allá de lo netamente biológico.
Pertenencia, identidad, acción colectiva. Lejos de caudillismos y ejercicios verticales del poder, los procesos sociales que tuvieron lugar en Chile en los últimos años instalan nuevamente la conciencia sobre los abusos y dejan al descubierto lo incómodo que le resulta al poder la organización. Se trata de un camino de una vía hacia el despertar de las personas para preguntarse por su contexto y exigir los derechos que construyen la sociedad de la que queremos ser parte.
En esta entrega de Rufián Revista revisamos algunos puntos de vista sobre las formaciones colectivas. Moviéndose sin prejuicio entre lo testimonial y la mirada sociológica y antropológica, los artículos que presentamos a continuación parten de ese núcleo fundamental que es la familia hasta constatar realidades comunes, espacios de pensamiento y acción desde los cuales nace la militancia, la conciencia y la búsqueda incansable de perspectivas más humanas y justas.
[1] Rojas, Sergio (2010). Cuerpo y Globalización Escalas de la percepción. Conferencia dictada el 22 de septiembre de 2010, en el Auditorio de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Santiago de Chile.
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