Editorial. Colombia para dummies

A comienzos del año 2008 llegué a Santiago de Chile con el fin de estudiar, y aunque allí vivía un buen amigo colombiano, de entrada quise entablar relaciones con personas locales. Fue así como empecé a salir a cuanta reunión social me invitaran, quería divertirme, conocer mi nuevo hogar, conversar de manera informal con cualquiera que me brindara un poco de atención. Por supuesto mi acento llamaba rápidamente la atención y es así como se construían conversaciones de este tipo:

-¿De dónde erí?
-De Colombia, de Bucaramanga.
-¿Y eso es selva o playa?
-No, ninguna de las dos; es una ciudad de la región andina.
-Que wena, pero sabí algo, a mi me da miedo ir a Colombia, poh weón, con todo este asunto del narcotráfico y los raptos, me da caleta de miedo que me rapten, ¿cachay?

En un comienzo me parecieron conversaciones sin la mayor trascendencia, simpáticas si se quiere, pero luego noté que las mismas preguntas, asociaciones y suposiciones se repetían una y otra vez; parecían algo sintomático. Y no es que me molestara que asociaran a mi país con los hechos violentos que lo han hecho tristemente célebre durante las últimas décadas, yo soy consciente de todos ellos; lo que me inquietaba de este asunto era pensar que personas de un país supuestamente cercano al mío tuviesen este imaginario tan parecido al que suele tener un turista gringo que se imagina protagonizando películas como Romancing the Stone (Robert Zemeckis, 1984), una comedia romántica de aventuras en la que una pareja de norteamericanos emprende un viaje por una Colombia, desde luego muy mexicana (“¡no hay que viajar tan lejos para conocer a estos indios de mierda, son todos iguales!”), en la que conviven la pobreza, los maleantes, la corrupción y el analfabetismo, con elementos supersticiosos, fantásticos, y exuberantes. Toda una postalita diseñada al mejor estilo colonialista tardío.

Aun así, sé muy bien que algunas personas, sobre todo aquellos colombianos que viven en Miami, asegurarán de forma vehemente, que la anterior descripción se ajusta a los hechos; que este es un muladar ingobernable que naufraga en un mar de pobres que huelen mal, que las instituciones políticas colombianas nos conminaron a desconfiar de nuestras capacidades, y que lo mejor que le podría pasar a Colombia, después de los 8 años de gloria experimentados durante el gobierno del ex presidente Álvaro Uribe, sería una invasión a manos del ejército norteamericano. ¿Acaso alguien siempre debe salvarnos de nosotros, acaso no podemos solucionar nuestros problemas entre nosotros mismos?

Esta nueva edición de Rufián, desarrollada en conjunto por un grupo de jóvenes profesionales colombianos, varios de ellos residentes en el exterior, presenta una suerte de guía para dummies (en especial chilenos) sobre la Colombia actual. Una guía que quizás toma como referencia las postales mencionadas anteriormente, aquellos imaginarios exotistas que se tejen alrededor de ciertos territorios, para proponer un análisis a una serie de hechos y problemáticas que suelen cruzarse, de forma casi inconsciente, con rasgos fantásticos; una característica, por demás, muy propia de los nacidos en esta tierra “macondiana”, quienes parecen valerse de la alegría del baile, de la recursividad e incluso de la mentira y la ilegalidad, para sobreponerse y seguir adelante en medio de una de las realidades sociopolíticas más complejas del mundo contemporáneo.

En definitiva, la Colombia que aquí se presenta resulta mucho más compleja, y por ende interesante, que aquella que solemos ver a través de un flash informativo mientras almorzamos de forma apresurada durante un corto break laboral.

Nicolás Cadavid
Bucaramanga, Colombia. Marzo 15 de 2011.

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