Acerca de este número

Robert Petitpas – Verdeseo

¡Advertencia! Si vas a leer esta publicación es bueno enterarse primero que no se trata de un número ambientalista, o para los amantes de la naturaleza… bueno, en parte sí lo es, pero el punto es que no creemos que exista un “ambientalismo” o una “naturaleza”, sino diversas formas de ver, de conocer, de relacionarse e, incluso, de construir la naturaleza y el medio ambiente. Por lo tanto, existen distintos tipos de “ambientalismos”. Lo que unos creen que es un problema ambiental, para otros no lo es; lo que antes no lo era, ahora puede serlo. También las soluciones a problemas ambientales son muy diversas para diversas personas, o para diversas formas de ver el mundo. No se trata de caer en el relativismo absoluto, pero sí de entender que el contexto cultural, económico, histórico, ecológico, y otros, afectan la forma en que interactuamos con nuestro entorno (y también el cómo queremos interactuar). Las cosas son más complejas que querer salvar el planeta o no, o que declararse “verde” o “ecologista”.

En contextos específicos, se dan ciertas interacciones sociedad-medio ambiente que predominan. También emergen posturas asociadas a estas interacciones, defendidas por unos y refutadas por otros. Lo anterior nos lleva a la conclusión de que, para la sociedad humana, la ecología es política (entendiendo la ecología como un conjunto de relaciones con el entorno, incluyendo sus elementos bióticos y abióticos, humanos y no-humanos). De esta forma, la ecología política (EP), como disciplina teórica y práctica, se posiciona como una plataforma adecuada para analizar la interacción entre sociedad y medio ambiente, y además proponer nuevas formas de vincularnos con el entorno (incluyendo en este a nosotros mismos).

En este número abordamos cómo se expresan las interacciones entre sociedad y medio ambiente en el contexto neoliberal del Chile actual. Algunos artículos nos muestran orígenes y consecuencias de problemas ambientales en este contexto, otros presentan visiones particulares de la naturaleza, y otros nos llevan a conocer qué es la EP. En el artículo Por qué la Ecología Política, Marien González y Colombina Schaeffer nos hablan de la importancia de la ecología política para entender la relación naturaleza-sociedad en Chile. Desde este enfoque es posible analizar tal relación considerando la visión de naturaleza que surge desde la modernidad y del Chile neoliberal. Hernán Dinamarca, en su artículo Ecología política: la ética y la pragmática de la sustentabilidad, nos habla de la relación entre EP y sustentabilidad, recorriendo la historia de este último concepto, y nos invita a explorar nuevas propuestas que apuntan a “ecologizar” la economía y la política. Siguiendo la línea de la EP, en el artículo Ecología política en el fin de la naturaleza, Leonardo Valenzuela nos presenta esta disciplina como una respuesta a la crisis ambiental de la época, donde la humanidad se ha convertido en la mayor fuerza transformadora de la Tierra.

Entre los cambios producidos en la Tierra por la sociedad humana, el cambio climático se ha posicionado entre los principales temas de interés ambiental global. Este fenómeno nos lleva a reflexionar sobre el actuar local que genera impacto global, y sobre cómo los impactos no están distribuidos de forma homogénea, ni espacial ni socialmente. Cristián Retamal, en su artículo Crisis climática, crisis civilizatoria, pone en duda que las estructuras dominantes actuales puedan hacer frente al cambio climático, y expone sobre las posibilidades de acción y los modos en que podemos enfrentar este desafío.

Entrando en el contexto nacional, una característica conocida del Chile actual es la fuerte desigualdad socioeconómica, la cual está acompañada de la menos conocida desigualdad ambiental. Si bien el deterioro ambiental nos puede afectar a todos, este no impacta a todos por igual. No en cualquier parte se instala una industria contaminante o un relleno sanitario, y aquellos a quienes les toca vivir junto a este tipo de proyectos, generalmente no tienen los medios para moverse e instalarse en lugares menos violentos. Por otro lado, hay cosas que se reparten más homogéneamente, como los contaminantes atmosféricos, pero no todos tienen el mismo acceso a una buena salud y alimentación, y por lo tanto, quedan mucho más vulnerables a este tipo de contaminación. La distribución desigual de costos y riesgos ambientales es abordada por Mayarí Castillo en su artículo Problemas socioambientales en sociedades desiguales: elementos para hablar de derechos y algo más en Chile hoy.

Los costos y riesgos ambientales, que son sufridos solo por algunos, suelen ser etiquetados como un sacrificio necesario para el progreso de Chile. Pero es importante preguntarse quién es Chile, ya que no todos se llevan los beneficios por los cuales se hace el sacrificio. Cuando un recurso natural se extrae hasta el agotamiento, el perjuicio no es solo para aquellos que se beneficiaban directamente del recurso, sino que también se terminan los usos no tangibles y las relaciones ecológicas asociadas a este. Por otro lado, el uso de recursos naturales implica obtener beneficios, y en el contexto chileno actual, la gran parte se la llevan unos pocos. El modelo extractivista se defiende con un discurso que habla de progreso, desarrollo y empleo, por empresarios y políticos o políticos-empresarios (ya que estos tienden a formar híbridos y asociaciones mutualistas), pero poco se escucha sobre la real repartición de ganancias y males. En su artículo Érase una vez la pesca, Nesko Kuzmicic nos muestra el lamentable caso de la pesca en Chile, donde los supuestos de la economía de recursos naturales neoliberal fallan en mantener una pesca sustentable. Se espera que al asignar cuotas de pesca a unos pocos individuos, estos se preocuparán de cuidar el recurso. Pero esto no es así, ya que los dueños de la pesca no viven de ella, entonces, lo que les conviene es generar la mayor cantidad de dinero lo antes posible y usar lo ganado en sus otras inversiones. Este modelo de manejo de recursos naturales no reconoce el contexto de poder y aglomeración de capital, donde se distorsionan las decisiones a favor de unos pocos.

También Daniela Jacob y Josefina Buschmann, en su artículo Progreso y desastre: el caso del Centro Industrial de Ventanas, nos muestran un ejemplo de esta promesa del “progreso”. En Ventanas se instaló un complejo ambiental que prometió empleos y por lo tanto una mejor vida, pero con el tiempo se vio que los trabajos generados no eran suficientes para una buena educación, salud y calidad de vida en general, y los que se llevaron la mayor parte de los beneficios eran los mismos de siempre. Pero algo más deja este progreso, en este caso, contaminantes tóxicos y venenos que invaden agua, aire y cuerpos, aumentando así más la precaridad de los vecinos. ¿Quién se sacrifica por quién?

Retomando lo planteado al principio de este texto, si consideramos que no existe una sola mirada sobre el tema ambiental y una sola idea de naturaleza, tenemos que distintas perspectivas conviven con las producidas (y re-producidas) desde el modelo neoliberal. Martín Fonck en su artículo Santuario El Cañi como lugar imaginado: Ambientalismos y conservación en un contexto neoliberal, explora distintos “ambientalismos” que convergen en torno a un proyecto de conservación. Estas diversas miradas se van constituyendo a partir de particulares interaciones con el entorno, pero a la vez van construyendo diversas naturalezas e ideas de conservación. Es decir, existiría una construcción recíproca entre cultura y naturaleza. Además de convivir, las distintas formas de ver la naturaleza, y también de construirla, van a afectarse entre ellas, siendo algunas más influyentes que otras. Es así como algunas miradas son “naturalizadas”, tratando de imponerse como si fueran la “real” forma en que funciona el mundo, usando frecuentemente el discurso de la ciencia y la razón para validar esto.

En el artículo Observando el medio ambiente desde el mundo indígena, José Huenchunao y René Panire nos exponen su visión del medio ambiente como dirigentes indígenas e integrantes del pueblo mapuche y likanantay, respectivamente. Nos presentan un contraste entre una forma de relacionarse con el medio desde la propiedad privada, y una forma holística, donde no tiene sentido resguardar el metro cuadrado privado, y donde no es posible ponerle precio al aire y al suelo. Además, reconocen la facilitación que le otorga el estado a las empresas privadas extractivistas, obviando el reconocimiento de los pueblos indígenas.

Para finalizar, tenemos otra visión de nuestra relación con la naturaleza, esta vez desde la poesía. Carlos Oliva, en La subversiva presencia de la naturaleza en la poesía, nos lleva a no olvidar algo tan básico, pero obviado muchas veces: el medio ambiente, en cuanto entorno, a veces natural, a veces humano, muchas veces ambos, dialoga con la creatividad humana, inspira, aparece, impulsa la creación artística, se manifiesta en un poema. El poeta construye una versión de la naturaleza, le asigna a esta una hermosura particular y nos invita a re-mirarla. Pero también, la naturaleza construye poesía. No podemos separar naturaleza y sociedad.

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