Estética de la autonomía, 6 años después

Natalia Arcos Salvo*

Desde que apareció el número 17 de Rufián Revista dedicado a la estética de la autonomía e inspirado plenamente en el Zapatismo, muchas cosas han pasado en ese movimiento autonomista del sur de México. Desde inéditos festivales de arte hasta la “muerte” del subcomandante Marcos. 6 años después, revisamos y actualizamos los principales eventos que marcan los años recientes del Zapatismo.

El primero  de enero de 2014 se celebraron los veinte años del levantamiento zapatista, insurrección indígena que logró que los ojos del mundo se posaran sobre Chiapas. Con motivo de ese aniversario, fuimos invitados los GIAP [1] a realizar la edición de Rufián Revista de ese mes. El número giró en torno a nuestros temas de investigación: la estética  de la autonomía y la autonomía estética. Entendemos desde ese entonces la poética zapatista como eje sostenedor de una praxis política muy otra, que surge del choque entre la cosmovisión maya, los usos y costumbres vigentes en los pueblos de Chiapas y las ideas de la vanguardia política marxista latinoamericana. La poética en su capacidad de transformar la realidad, emerge como cuerpo que reorganiza la resistencia desde el fuego y la palabra. 

En esa edición contamos con la participación de John Holloway, Alain Badiou, TJ Demos, Yecid Calderon, José Llano, Aucán Huilcamán y Maria Teresa Huentuqueo. Además, contamos con las obras gráficas de Beatriz Aurora, Pablo de la Fuente y el colectivo mexicano Mártires del ’68. 

El EZLN habló a través de la voz del entonces Subcomandante Marcos, en una serie de comunicados que transversalmente mencionaban el arte, la estética y los otros mundos posibles.

Pero en estos 6 años, muchas cosas han pasado: “murió” Marcos como vocero del EZLN y en su lugar renació Galeano; se realizaron varias ediciones de los festivales Comparte (dedicado a las artes), Conciencias (a las ciencias) y Puy ta Cuxlejaltic  “Caracol de nuestra vida” (al cine); se realizaron dos encuentros de Mujeres que Luchan convocado por las zapatistas; se intentó llevar una mujer indígena, Marichuy, como candidata a la presidencia  en 2017, en conjunto con el Congreso Nacional Indígena; y en 2019 se anunciaron 7 nuevos caracoles y 11 nuevos municipios autónomos, con lo que el zapatismo marcó la extensión de su territorio ante los mega proyectos de muerte del mal gobierno, como el tren maya. 

Cada uno de estos eventos merecería un ensayo por sí mismo, pero me detendré en dos que considero pertinentes para ampliar las reflexiones sobre la estética de la autonomía y la poética política del zapatismo. 

Uno de estos es la despedida del subcomandante Marcos. De hecho, Marcos ya no es Marcos sino Subcomandante Galeano. El evento que determina su “muerte” es el asesinato del Compañero Galeano, zapatista base de apoyo que se desempeñaba como promotor de educación en la zona del Caracol de la Realidad, cerca de la frontera con Guatemala. Un ataque paramilitar acabó cruelmente con su vida en mayo de 2014. Se convocó entonces a un homenaje en el cual el Sub Marcos anunció el fin de su rol como vocero de EZLN, definiendo sus funciones ejercidas hasta entonces como un holograma proyectado por los pueblos mayas hacia la sociedad civil nacional e internacional, con el objetivo de ser escuchado y señalando que de ahí en adelante tomaría el nombre de Galeano, porque así se hace en las guerrillas: el compañero no muere, sino que vive en quien adopta su nombre de guerra. 

El texto [2] que leyó Marcos/Galeano ese día, es uno de los más hermosos y clarificadores respecto a la concepción vanguardista de los pueblos indígenas mayas, sobre los paradigmas comunicacionales y se inscribe en el histórico [3] gesto de resistencia que radica en la apropiación indígena de los símbolos y signos de culturales del opresor, como se puede rastrear hasta la insurrección indígena de 1712 en Chiapas.   

El homenaje tiene implicaciones decisivas en lo que se refiere a la relación entre estética y política en el movimiento Zapatista. Históricamente, podemos interpretar este evento como un punto de no retorno para el movimiento, pues en esta secuencia se dan a conocer (entre otros elementos) aspectos de la estrategia estético-comunicativa zapatista que, a partir de este evento, dejarán de operar, liberando espacio discursivo y visibilizando lo que podríamos definir el “devenir concreto” de los pueblos zapatistas y de su autonomía, y el desarrollo de una verdadera estética de la liberación. Se trata de un ejercicio de verdad, de una ruptura con el espectáculo (en el sentido que Guy Debord atribuye a esta palabra) que regula la producción de subjetividades en la sociedad capitalista neoliberal. Como intuyó el filósofo francés, la producción de imágenes juega un papel cada vez más importante en mediar la relación social entre personas, y es exactamente este aspecto el que los zapatistas pretenden (auto-) sabotear con este evento de despedida.

Es un dato histórico el hecho de que el Subcomandante Marcos ha sido el más visible exponente del EZLN en los últimos veinte años, convirtiéndose en un ícono a nivel internacional. Su imagen ha circulado como vector por todos los continentes, en muchos casos precediendo su propia palabra o los contenidos mismos del proceso revolucionario chiapaneco.

En esas primeras semanas del año 1994 destacó un problema perceptivo y de visibilidad que se fue presentando –un problema de naturaleza estética y de colonialidad– “con la sangre de nuestros caídos aún fresca en las calles citadinas, nos dimos cuenta de que los de afuera no nos veían. Acostumbrados a mirar desde arriba a los indígenas, no alzaban la mirada para mirarnos. Acostumbrados a vernos humillados, su corazón no comprendía nuestra digna rebeldía. Su mirada se había detenido en el único mestizo que vieron con pasamontañas, es decir, que no miraron.” Este, revela el EZLN, es el momento en la historia del movimiento cuando la construcción de la figura de Marcos comenzó. “Nuestros jefes y jefas dijeron entonces: ‘Sólo  ven lo pequeños que son, hagamos a alguien tan pequeño como ellos, que a él lo vean y por él nos vean’”. Como una solución a este problema de la visibilidad, el movimiento recurrió a una creación estética que funcionaría como herramienta de mediación simbólica entre dos formas incompatibles. 

A principios del 2016 aparecieron los primeros comunicados del EZLN hablando directamente de la función del arte en los pueblos insurrectos [4]; meses después se hicieron los primeros festivales de arte en territorio zapatista.En estos hubo un despliegue inédito de arte producido en las comunidades zapatistas: música, teatro, pintura, escultura, e incluso performance. Fue la primera ocasión de conocer  obras realizadas desde “dentro”, en colectivo y siguiendo los códigos del imaginario zapatista. En líneas generales, las obras pueden dividirse independiente de la disciplina, en tres ejes temáticos/temporales: obras que hablan del Pasado en dominación y esclavitud, con el abuso de terratenientes, capataces y representantes del gobierno. Otra línea que habla del Presente como aquellas creaciones destinadas a contar cómo se practica la autonomía, cómo deciden y laboran las JBG, los colectivos de trabajo, cómo se vive la resistencia diaria, cómo se forman los promotores de salud y educación, etc. 

En el orden del Futuro, cabrían principalmente las alabanzas sobre la autonomía zapatista, que se oyeron en declamaciones de poemas. Estas presentaciones orales de una o más personas, proyectan en la poesía los caminos de la autonomía en base al esfuerzo del ser colectivo, la fuerza de las mujeres y el respeto por la madre tierra. 

De la observación activa en estos festivales, podemos deducir lo siguiente:

Uno, el arte zapatista está cumpliendo la doble función de, por un lado narrar oralmente su historia para el ejercicio de la memoria colectiva, y por otra parte, de preservar y pedagogizar sobre la praxis cotidiana de la autonomía. Ambos elementos son adherentes a la tradición cultural indígena maya y responden a la necesidad de resistencia a largo plazo, en el contexto contemporáneo.    

Dos, que el arte zapatista acudió al Festival en una estrategia de movilización de masas donde no hubo una preselección tendiente a definir quién era mejor artista que otro; más bien, se establece formalmente que sobre el rol múltiple del zapatista (que es campesino, promotor, miliciano y artista también, al mismo tiempo) no hay parámetros definitorios ni clasificaciones académicas o eurocentristas válidas de aplicar.

Tres, que el arte zapatista es descolonizado, no elitista, no profesional, no mercantilizado y que ha confirmado la constitución de una estructura poética profundamente política.

Referencias

[1] GIAP (Grupo de Investigación en Arte y Política) se fundó en México por el sociólogo italiano Alessandro Zagato y la teórica del arte chilena Natalia Arcos. Existió de julio 2013 a marzo 2020. www.casagiap.org

[2] http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2014/05/25/entre-la-luz-y-la-sombra/

[3] Para profundizar sobre esto, ver:  https://casagiap.org/2015/11/18/rebeliones-indigenas-en-chiapas-paralelismos-entre-1712-y-1994/

[4] http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2016/02/28/las-artes-las-ciencias-los-pueblos-originarios-y-los-sotanos-del-mundo/


*Licenciada en Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile, con estudios de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza, España. Master de Arte Contemporáneo, Universidad París IV-Sorbonne, y máster en Ciencias Sociales, Centro de Estudios Superiores de México y Mesoamérica. En tanto que curadora independiente, ha realizado más de una quincena de exposiciones en Chile, Argentina, Portugal, España, Francia y Grecia. De 2017 a 2020 fue Directora de GIAP, un centro de residencias para Investigadores y Artistas en México. 

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