Por Paula Arrieta Gutiérrez.
“Me parece extraordinario que la mujer haya ganado libertades, el voto, y todo lo que ha ido ganando. Pero me parece peligroso que la causa de la mujer sea monopolizado por grupos radicalizados y fanáticos que finalmente son una nueva beatería. Los grupos iluminados, dueños de la verdad, son peligrosos. Hay que tener ojo de pasar de un machismo brutal a un feminismo radical. […]Pequeños fascismos de minorías. Debilitar la figura del hombre y del padre al extremo creo que es complicado, contra natura.»
«Chile según Warnken: «La elite dejó de creer en el valor de la palabra»» por Ignacio Tobar en La hora, 15 de marzo de 2018
La frase anterior no corresponde a la de un sacerdote de la Iglesia Católica. Quien cree que la figura del hombre y del padre tienen que ver con lo natural es el columnista, profesor y conductor de programas de televisión Cristián Warnken. Su posición encierra un lugar común, más común en los hombres, que se caracteriza por comenzar con una frase de buena crianza, condescendiente y ajena (“me parece extraordinario que la mujer haya ganado libertades”), de una lucha que otros están dando bien lejos, y rematar con otra idea, después de un “pero”, en la cual se expresa cierto temor por lo que él llama “feminismo radical”. Podríamos pensar que en vista de las enormes desigualdades de género que existen actualmente y la violencia que sufren a diario las mujeres lo más lógico o esperable, sobre todo de un intelectual, es reconocer que a pesar que se ha avanzado falta mucho aún. Pero en cambio, Warnken prefiere advertir sobre este peligro inminente, que ya se huele en el ambiente, del feminismo radical.
¿A qué le teme Warnken en realidad?
Primero, parece querer poner paños fríos a la situación. Está bien que las mujeres tengan los derechos que han logrado. Por ejemplo, el derecho a voto, eso está bien (¿en serio estamos celebrando eso? ¿en el 2018?). Pero no exageremos: ojo, que hay gente que quiere ir más allá, “grupos iluminados, dueños de la verdad”, que piensan que esos derechos son insuficientes, que todavía existen construcciones sociales normalizadas que convierten a las mujeres en propiedad de un hombre, que las matan, las violan, las discriminan. Que en todas las sociedades las mujeres están en peor posición que los hombres. Cuánta radicalidad en este afán de encontrar injusticia y patriarcado en todos lados. “Hay que tener ojo”, señala Warnken, preocupado.
Segundo, no se alcanza a entender si efectivamente Warnken piensa que estamos ad portas de un cambio violento desde un machismo brutal a un feminismo radical o si es una proyección basada en algo que todavía no nos cuenta. Parece no saber bien qué es el feminismo radical pero esas cosas no se pueden explicar porque inmediatamente eres parte de ese “grupo iluminado, dueño de la verdad”, como si la opinión de un hombre fuera una perspectiva reflexiva y la de una mujer fuera siempre una arrogancia y un brote de fanatismo. Justamente hace un par de semanas un músico nacional me llamaba “iluminada” y “fundamentalista” por argumentar que el sesgo de género se da desde los primeros años de la vida y determina casi todos los aspectos de nuestra cultura. Que no es casualidad que carreras de servicios y cuidados de terceros estén llenas de mujeres y que otras, intelectuales y científicas, llenas de hombres; ni que tampoco es casualidad que a las niñas les regalen muñecas para que jueguen a ser mamá mientras los niños juegan a ser superhéroes. Pero esa argumentación es puro feminismo radical, hembrismo, paranoia.
Pero hay más. Es el remate de la respuesta lo que nos ayuda a entender mejor el miedo de Warnken: la desaparición de la figura del hombre y del padre. No hay que ir muy lejos para darse cuenta que Warnken ve en esas dos figuras los grandes pilares de la sociedad ni tampoco hay que leer demasiado entre líneas para saber que cuando habla de hombre y de padre está hablando de sí mismo. Eso que a Warnken le parece tan natural no es nada más que su batería infinita de privilegios: de un hombre blanco, heterosexual, que vive en Vitacura.
En el fondo, Warnken tiene miedo de que cierto feminismo radical lo haga desaparecer. Aunque no conozco ningún movimiento feminista dedicado a pelear por cercenar los derechos de los hombres o generando ejércitos para eliminarlos en masa, sí estamos aquí para enrostrarle a gente como Warnken sus enormes privilegios. Para mostrarle que está donde está en gran parte gracias a ello. Y si eso le hace sentir miedo, que el feminismo deje al descubierto sus ventajas conseguidas porque sí, tiene razón en sentirlo.
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