Testimonio de Camila
Tenía 27 años, estaba soltera y trabajando. Hace 7 años, de una relación de una noche, me quedé embarazada. Estábamos un poco borrachos, usamos condón y se salió, nunca me había pasado. Cuando me di cuenta me angustié y llamé a las siete de la mañana a una amiga que se había tomado la pastilla del día después para preguntarle, pero en esa época no la vendían en ningún lugar, así que me aconsejaron tomarme anticonceptivos en ciertas dosis. Fui con él a la farmacia y me tomé las dosis. Igual tenía un mal presentimiento. Me hice dos test de embarazo y salieron negativos pero yo tenía la certeza. Estaba súper inquieta y me compré otro test una semana después y salió positivo. Llamé al tiro a una amiga que tiene un hijo y se había hecho un aborto. Al él no le dije nada pues no mostró ningún interés en saber cómo me sentía por las pastillas o si había pasado algo.
Cuando confirmé que estaba embarazada fue por un lado un alivio pues, aunque los test me decían que no, yo sentía que sí estaba embarazada. Por otro lado, fue como “ya, se viene una experiencia que puede ser terrorífica, es ilegal, pero lo vas a solucionar”. Soy una persona muy práctica, le conté a tres amigas que se pusieron rápidamente a hacer averiguaciones a ver dónde y cómo podía abortar. Llamaron a amigos médicos pero ninguno quiso o pudo cooperar. Solo una doctora me dio unos ansiolíticos por si me daba angustia.
Al final una amiga tenía otra amiga que se había hecho un aborto con un ginecólogo que cobraba 300.000 pesos. Tenía ahorros así que pude pagar.
También había leído por internet sobre el Misoprostol, pero como lo venden en el mercado negro y no sabía cómo manejarlo preferí no correr riesgos de desangrarme. Sentía además que había tenido muy mala suerte en todo, entonces no quería arriesgarme. Yo estaba empezando a salir con otra persona y le conté, y aunque no lo involucré en las cosas prácticas, él me apoyó con mucho cariño.
Fui donde el ginecólogo que tenía una consulta en Providencia. El lugar era espantoso, era lúgubre con una secretaria como cochina, con uñas largas. El ginecólogo era teñido, usaba muchos anillos y el delantal medio abierto. Se le veía el pelo en el pecho y tenía la oficina llena de vírgenes. Parecía un personaje de película mala. La primera vez fui con una amiga que con cuaderno en mano le hizo preguntas al doctor sobre el procedimiento y sus detalles. Yo estaba más en plan “hágalo ahora, ya no me importa cómo”. Mi mayor preocupación en ese momento era por mi amiga, me imaginé que podía haber cámaras y me daba mucha culpa que le pasara algo por ayudarme a mí… El doctor me dijo que era con un medicamento inyectable que además se podía complementar con unas pastillas, funciona hasta los tres meses, seguía algo así como el protocolo internacional para abortos. Yo tenía como un mes y medio de embarazo. El doctor me dijo que por él le haría aborto a la mitad de las mujeres de la sala de espera (repleta de embarazadas y niños), porque después se quejaban mucho de sus vidas. Me dio un día para pensarlo y volví al día siguiente. Me puso una inyección con un líquido amarillo en el cachete, me dijo que iba a sangrar un día. Esperé. Como no pasaba nada, fui de nuevo. Me dio unas pastillas que tenía que ponerme bajo el paladar, pero tampoco me pasó nada de nada. Me mandó a hacerme una eco y ahí me dijeron que no había latido y se suponía que con la regla iba a botar lo que quedaba. Pero pasó otra semana y no sangraba, el doctor me dio más pastillas. Ahí me dio susto porque no sabía qué me estaba dando y yo no tomo ni aspirinas en mi vida normal. No entendía por qué no resultaba, pero tuve que arriesgarme no más. Al día siguiente me fue a ver un amigo a mi casa y sin saber nada me puso el dedo en el ombligo. Fue medio mágico porque sentí que había resultado y fui corriendo al baño y boté todo. Obviamente miré y vi que era como un corazón. Sentí una gran tranquilidad. Después me llegó la regla más tiempo de lo acostumbrado y todo volvió a la normalidad. Nunca volví al doctor de las vírgenes.
Para mi vida actual el aborto en sí mismo no tiene ninguna relevancia, no fue nada traumático. Lo veo como un procedimiento médico normal. Pero que fuera ilegal sí es una molestia: nunca he tenido plena confianza que fuera el procedimiento correcto y no puedo saber si tendrá consecuencias para mi salud. El médico está haciendo algo ilegal y que no necesariamente es por afanes altruistas, sino más bien económicos. Si fuera legal no me habría dado susto, pues sé que es un procedimiento sencillo y que se práctica de manera segura en muchísimos lugares del mundo. Yo nunca había hecho nada cercano a la ilegalidad así que eso fue raro y abre una puerta a que te cuestiones cómo te relacionas con el concepto de legalidad y obediencia.
Nunca antes me había imaginado cómo sería abortar. Sin red de contactos no sé cómo lo habría hecho… Yo la tuve muy fácil, pero creo que sola y sin recursos la experiencia debe ser extremadamente difícil. No ando hablando de mi vida médica o personal con cualquiera pero si el contexto lo amerita hablo libremente de mi experiencia. En general los hombres preguntan más que las mujeres o con más naturalidad, a veces mis amigos me han escrito preguntando si le pueden dar mi contacto a X que necesita abortar, ya tengo un mail “tipo” redactado…
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