Brigada Laura Rodig, Coordinadora Feminista 8M*
El virus muta, lo hace constante y permanentemente en cada organismo, por eso nunca es igual en cada cuerpo. En efecto, los virus necesitan de un cuerpo para poder vivir, no pueden vivir por sí solos. En el lenguaje médico se habla de huésped, el virus necesita un huésped para poder desarrollarse. Pero… ¿Cuál virus?
Son las 7 de la mañana, no suelo despertarme tan temprano, pero no he logrado dormir bien. Entre vuelta y vuelta pienso que estoy con insomnio, algo no me tiene tranquila… quizás lo debería hablar con mi terapeuta. Desde hace varios días (o quizás meses) que duermo bastante mal, pienso que es emocional y que hay cosas que últimamente me han afectado, pero me confundo a veces, ya que en cierta hora de la madrugada me empieza a picar el cuerpo y hago de todo para no rascarme compulsivamente. Quizás debería pedir una hora al doctor.
Si pensamos a nivel de contagios, a un virus le conviene no producir la muerte de su huésped porque la propagación será menor. Por el contrario, si el virus es un virus que solo revoluciona el organismo, puede permanecer más tiempo en el cuerpo y así, al mismo tiempo, contagiar más organismos. En un escenario ideal, llega a ser pandémico. Sin embargo, para el manejo de este virus pandémico no existe una vacuna, ni tampoco da resultado la inmunidad de rebaño. Este virus no se acaba, nuestro cuerpo no es capaz de generar anticuerpos una vez que ya está dentro de nosotrxs. La inmunología no se explica qué es lo que sucede con este virus, solo han podido dar cuenta de que no es tratable a través de la inmunidad de rebaño, el contagio nunca es controlado. No es un virus nuevo, aunque muchos así lo piensan, sino que hay veces en que el contagio solamente puede dejar de expandirse, pero sólo por temporadas.
Quisiera que pudiéramos hacer el ejercicio de recordar -y recordar desde su etimología (volver a pasar por el corazón y por la cuerpa)- todos esos momentos en que padecimos ciertos síntomas, como dolores de cabeza, presiones en el pecho, revoltura de tripas, dolores de estómago, sensaciones de sofoco en que la sangre se te agolpa en la cabeza, se te acelera el corazón o te pica todo el cuerpo, de pura rabia, impotencia…
Estas noches de insomnio me confunden un poco, me cuesta enfocar mi mente y me disperso entre Instagram y las noticias de algunos sitios de internet. Un femicidio, políticos añejos con nuevas cuñas misóginas. Otro femicidio, personajes absueltos por violación a otras mujeres. Otro femicidio y este síntoma peculiar, la picazón en los brazos, se hace más fuerte.
Me acabo de dar cuenta de que no es el cuerpo entero, que son los brazos, más específicamente las manos. Es una suerte de picazón ansiosa, como si quisiera hacer, tomar, tener, tirar, agarrar algo, cualquier cosa, que las calmara.
Todxs quienes habitamos este planeta podemos tener este virus potencialmente, sólo falta activarlo para que se vuelva a generar la ola de contagios. El proceso de activación se divide en dos puntos; el primero es cuando decidimos ser el centro de nuestras vidas, constituirnos como sujetx políticx y social. El segundo punto, es el de colectivizar esta reflexión y darnos cuenta de que no estamos solxs y que muchas de nuestras experiencias se repiten en la vida de muchxs otrxs. Es por eso que diremos que el contagio de este virus se centra en este proceso de activación.
Me está llamando una amiga, creo que le voy a aprovechar de contar lo que me pasa. Hablamos hasta casi la una, me siento mejor. Me contó que se había sentido así hace varios días y que le había servido mucho hablar con una vecina, que la vecina le había dicho que también se había sentido igual y que en unas clases a las que ella va, sus compañeras le comentaron algo similar. ¿Será una pandemia? ¿Me habrá contagiado ella? Es raro, ninguna está enferma… hmmm…
Ya nos hemos activado, nos hemos contagiado. Eso está en el ADN de un espacio como la Brigada Laura Rodig, que nace con el fin de agitar y propagar. Ya vieron cómo un día amanecieron las estaciones de metro nombrando mujeres y disidencias, vindicándolxs, en algunos casos logrando una suerte de homenaje popular; en otros, sacándolxs de su anonimato. También vieron cambiarse nombres de calles o monumentos históricos empañuelados de verde o violeta. Ya vieron cómo este último 8 de marzo dijimos que somos HISTÓRICAS, éramos millones. Somos un gran organismo vivo con miles de brazos que se conectan y se entrecruzan, tejiendo nodos, cooperándose para hacerse más fuertes, más grandes.
Durante la tarde he estado llamando a otras amigas y los síntomas son similares: ganas de hacer todo con las manos, desde un calor que viene de adentro, como un fuego imparable. Una rabia de base contra este sistema y principalmente, hacia lo masculino que suena a una olla hirviendo a punto de explotar. Me ha hecho bien hablar con mujeres, siento que es una suerte de antídoto. ¿Será así?
Esta es la única manera de activar, propagar y contagiar. Actuando en conjunto, creando espacios colaborativos para gestionar la rabia -como nos gusta decir a nostrxs- contando lxs unxs con lxs otrxs, creando poder popular. Sabemos que nuestro poder no es una acumulación absurda de riquezas materiales, nuestro poder no está en la hegemonía de un sistema liberal que todo lo consume. Sabemos bien que nuestra potencia está en ser más, en mantenernos juntxs, revueltxs y no soltarnos.
Sea como sea, creo que esto es algo crónico, o paradójicamente quiero que así sea. Me gusta este padecimiento a pesar de su extrañeza. Sin duda tomará tiempo acostumbrarse a este nuevo cuerpo y canalizar esta energía conjunta. Por ahora, solo pienso en llamarlo Feminismo.
Así es, adquirimos el virus de ver todo con las gafas moradas, de desear una vida distinta y accionar por ella, y contagiamos el poder de detectar cuándo nos están haciendo a un lado, cuándo nos están mintiendo y cuándo aparecer en todos los lugares donde no nos llamaron.
Ese virus ya está en nuestra sangre y en todo nuestro organismo, nos recorre la cuerpa cada día. Ya nos contagiamos entre nosotrxs, seguiremos contagiando y mutando. Somos pandemia.
* Brigada de arte y propaganda de la Coordinadora Feminista 8M, Santiago.
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