La otra ciudad

(Arquitecturas de convivencia)
* Gabriela García de Cortázar

Si la ciudad es entonces fundamental para el vivir juntos, ¿de qué manera ellas manifiestan, producen y promueven esta convivencia? La ciudad, construcción levantada a través del tiempo y como fruto de muchas voluntades que se superponen, mejoran y contradicen, no presenta una sola visión de cómo se promueve la convivencia.

El espacio donde se realiza el ‘vivir juntos’ es por definición la ciudad, entendida como la manifestación física y material del deseo de una sociedad por vivir con el otro. El vivir juntos también se puede producir en otras situaciones (más rurales, o en condiciones de aislamiento excepcionales), pero finalmente la ciudad es la construcción material e histórica que entrega mejores condiciones para la vida en sociedad. No sólo amplía y varía las posibilidades de reproducción e intercambio económico, sino que también ofrece un entramado rico, complejo y cambiante de historia y cultura que sustenta y alimenta nuestra identidad personal y social.

Si la ciudad es entonces fundamental para el vivir juntos, ¿de qué manera ellas manifiestan, producen y promueven esta convivencia? La ciudad, construcción levantada a través del tiempo y como fruto de muchas voluntades que se superponen, mejoran y contradicen, no presenta una sola visión de cómo se promueve la convivencia. Es más, una observación de la forma física de la ciudad, de sus elementos y componentes, permite aproximarse a distintas concepciones del hecho social a través del tiempo. La ciudad, armada a través de arquitecturas y decisiones urbanas que son cada una signos de su tiempo, presenta un collage-en-progreso de ideas de cómo vivir juntos. Si las ideas que se plasman en la ciudad son sólo las oficiales y dominantes, o si también hay espacio para el disenso y la diferencia requiere del esfuerzo crítico de sus habitantes.

¿Cómo vivir juntos? –en Londres, según S. E. Rasmussen

Los espacios públicos de una ciudad son fundamentales para entender cómo la ciudad plantea el vivir juntos. Para Steen Eiler Rasmussen, arquitecto danés nacido en 1898, Londres es una ciudad única: su libro London the unique city (1) argumenta en trece capítulos por qué la capital inglesa es la más notable de las capitales europeas, y lo hace principalmente a través de sus espacios públicos más notables: los parques.

El primer capítulo busca discutir por qué la forma dispersa de Londres es mejor que la concentrada de París o Viena, basándose en razones económicas (como el bajo precio de suelo y la menor tasa de especulación inmobiliaria). Sin embargo, rápidamente su argumento abandona estos pragmatismos y accede a la historia: la estrecha ciudad medieval (la City de hoy) no expande sus muros para aceptar a los comerciantes, quienes por tanto se tienen que dispersar fuera de las murallas. Asimismo, la sede de gobierno (monárquico y luego parlamentario) se mueve a Westminster: la City se considera a sí misma casi como independiente de la corona (p. 26).

La porosidad de Londres, resultante de la adición de pueblos satélite, permite acomodar fácilmente espacios de deporte, central para la cultura británica según Rasmussen. Londres lo hace de una manera que las ciudades continentales no pueden: la concentración de estas últimas, proveniente de las murallas medievales, “es como un corset rígido que hace todo el cuerpo precario” (p. 72). El inglés, al contrario, es vivaz y aventurero, y Londres una ciudad donde los espacios de juegos y deportes ancestrales son preservados en el tiempo. Este es, por ejemplo, el caso de los Moorfields, hasta hoy existentes: su preservación, asociada a su importancia como lugar de práctica castrense, es incluso protegida por actos del parlamento como el de 1592 (p. 78), que protege el derecho de los ciudadanos a la recreación. Los numerosos parques de Londres también responden a usos continuados en el tiempo relacionados al placer, ya sea el paseo gentil o las carreras (Hyde Park), la caza (Richmond), el juego de pelota (Pall Mall y St. James) o simplemente el flirteo (Vauxhall Gardens/Battersea Park).

Sin embargo, el deporte es sólo una de las causas de la existencia del parque inglés. Su importancia va más allá de él, ya que los parques ofrecen un espacio de contacto directo con la naturaleza. El picturesque, estilo predominante de parque inglés en el siglo XVIII, radicalmente opuesto a la geometría y composición de los jardines franceses y holandeses, propone una aproximación subjetiva y única al paisaje y las vistas. Es así como uno de los principales argumentos de Rasmussen es que la personalidad inglesa (pragmática, individualista, saludable y deportista), se pone de manifiesto en la inclinación por parques y grandes espacios abiertos naturales que sellan una relación casi directa con la naturaleza: la individualidad es exaltada por los espacios públicos. Los parques no son sólo espacios de desarrollo físico, sino también espiritual; es así como la tradición del parque inglés se considera no como un parque “hecho por el bien de las plantas… [sino] por el bien del hombre” (p. 238).

Para Rasmussen, los parques ingleses –espacios públicos por excelencia– son “instancias de preservación de la Naturaleza –naturaleza humana” (p. 240).

¿Cómo vivir juntos? –en Londres, a finales del siglo XX

Hacia finales del siglo XX, la percepción de los londinenses de su ciudad dista de ser tan positiva. Para Joe Kerr y Andrew Gibson, editores de London, from punk to Blair (2003), las políticas liberales y el laissez-faire del partido conservador de Thatcher modificaron no sólo la apariencia e imagen de los distritos financieros de Londres. La privatización al por mayor “alteró todos los aspectos de la vida cotidiana para sus ciudadanos ordinarios, dejando a su paso angustia social y desigualdad […]” (p. 12)

En tiempos de Thatcher, la individualidad que exalta Rasmussen se transforma en individualismo; la ciudad bullente ahora deja “bolsones de silencio y quietud […] contribuyendo a una atmósfera general de lenta decadencia que invade la ciudad” debido al cierre de sus industrias y puertos (p. 19). Los suburbios, donde punks, inmigrantes y sindicatos luchan por sus derechos, se encuentran cada vez más alejados por un sistema de transporte que se ha privatizado. La desregulación financiera promovida por las políticas liberales del partido conservador suscita el alza inexorable del costo de vivir en la ciudad, lo que intensifica la inequidad y la estratificación social.

Ésta también genera dos percepciones contrapuestas de Londres: “una convencida de que Londres ya tuvo su momento y que ahora se hunde en la decadencia irreversible, la otra igualmente cierta de que ha cimentado su lugar como el centro de la nueva economía mundial” (p. 20). La ciudad crece al paso de esta última visión, haciendo surgir un barrio financiero completo de la nada: la Isle of Dogs se llena de torres de cristal y acero y hace surgir un sistema de transporte distinto al metro (e independiente de él). Incluso la City, bastión de la economía imperialista, es vaciada por el individualismo a-histórico de la era Thatcher. La primera ministra incluso llega a declarar: “no hay tal cosa como la sociedad. Hay hombres y mujeres individuales y hay familias […] La gente tiene los derechos demasiado presentes, sin la obligación. No hay tal cosa como los derechos, a menos que alguien haya primero cumplido una obligación.” (Revista Women’s Own, 31-10-1987)

La era Thatcher termina, sin embargo, y el partido laborista eventualmente vuelve al poder. ¿Significa esto el fin del individualismo, el resurgimiento inmediato de la sociedad? El argumento de London, from punk to Blair es que no. Sin embargo, propone una lectura de la miríada de individualidades que componen un Londres complejo, contradictorio, herido y triunfalista a través de ensayos que tratan sobre etnicidad e identidad (nacional, sexual, de género), sobre política y economía (y también control y poder), sobre la infraestructura (construcciones y destrucciones) y sobre culturas y subculturas (el punk, lo oculto, el cine y la memoria). Londres no es más sobre la individualidad, sino sobre las individualidades en plural.

¿Cómo vivir juntos? –dos chilenos en Londres entre septiembre 2009 y octubre 2010

Londres es, sin duda, una ciudad muy interesante para vivir. En pareja partimos hacia Londres en Septiembre de 2009, a realizar estudios de posgrado. La pregunta de cómo vivir en otra ciudad distinta a Santiago venía de la mano con la pregunta de cómo vivir juntos. Dejas tus redes atrás, tus costumbres, tus lugares de paseo, trabajo, distracción, recreación. Te cuesta entender cómo hablan y de qué hablan, los códigos sociales, los chistes. No comprendes si estás en un lugar seguro, peligroso, lindo o feo. Londres es una ciudad difícil y a veces hostil. Las distancias entre comunidades de orígenes distintos que impera, la ciudad glamorosa, cara y exitista, te golpean en la cara con fuerza.

Intuitivamente uno se empieza a relacionar con los grandes espacios públicos de Londres: los parques y los pubs. Los parques que Rasmussen exaltaba siguen existiendo, a pesar de todos los cambios culturales que trajo el siglo XX, entregando grandes explanadas de libertad y viento. Los pubs mantienen su carácter doméstico, acogiendo a extraños y estudiantes chilenos con sus alfombras y chimeneas en una cotidianidad accesible e inmediata. Otras situaciones diarias develan cómo los ingleses enfrentan el vivir con el otro: chicas en mini falda y tacos esperando micro solas, sin temor a verse demasiado lindas. O la intimidad con el otro (desconocido) que revela un cartel en la calle: “encontré un manojo de llaves acá, llámame y te lo restituyo”, o una llave dentro de un ziploc pegado a un poste de luz con un cartel que decía “llave encontrada”. Los ingleses ostentan un cierto grado de provincianismo que llega a ser incluso enternecedor.

¿Cómo vivir juntos? –en otra ciudad

Al final la pregunta que nos hacíamos al llegar a Londres, de cómo vivir en ella, de cómo vivir juntos en ella, se fue aclarando a través de la experiencia de la ciudad –y la historia, por cierto. De la misma manera, la pregunta de cómo la ciudad encarna, recoge y produce las condiciones para vivir con el otro, comienza a tener una cierta respuesta. Comprender la ciudad como la acumulación histórica de las manifestaciones (oficiales e informales) de la sociedad permite encontrar las continuidades y saltos, las tradiciones y los cambios en la identidad social.

Quizás la manera en que Londres enfrenta la pregunta de cómo vivir juntos (o cómo vivir con el otro) es a través de la articulación entre una individualidad muy marcada y lo público. Esta relación no está exenta de tensión, es más, la tensión misma pareciera ser la continuidad: Londres como la ciudad poseedora de espacios de individualidad que ayudan a construir lo público, Londres como la ciudad con bolsones de individualismo ante los cuales reacciona la malograda sociedad o Londres como la ciudad que se devela a través de la experiencia de la propia individualidad (desde nuestra diferencia, desde el ser extranjeros, distintos). Todos entregan una posible respuesta al cómo vivir juntos en Londres, a cómo entender los signos que la sociedad entrega a través de la ciudad, a comprender la gran narrativa subyacente a esta ciudad.

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*Gabriela García de Cortázar Galleguillos es arquitecto de la Universidad de Chile (2006) y Master en Architectural
History (Dist.) de la Bartlett School of Architecture, University College London (2010).

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