Editorial. La utopía y la trampa

Al final de su vida, Roland Barthes realiza una serie de cursos y seminarios en el Collège de France, uno de los cuales titula “Cómo vivir juntos. Simulaciones novelescas de algunos espacios cotidianos”. De ahí se desprende la pregunta que convoca las reflexiones en el presente número.

¿Cómo vivir juntos?

La cuestión encierra una trampa que antecede la interrogación: aquélla que supone la voluntad —la necesidad— de imaginar el espacio como una construcción común. Simplemente (o eficientemente, quisiéramos pensar) se ha pasado por alto la pregunta de si debemos vivir juntos para ir directo a pensar el cómo hacerlo.

La utopía de estos espacios de convivencia ha sido utilizada aquí para dar cuenta de miradas sobre espacios reales, cotidianos, ciudadanos, planteando subterráneamente la duda acerca de la inmaterialidad de aquélla, una nota sobre su condición de ideal sin concreto.

Estratégicamente, se convocó a ocho personas a trabajar en cuatro parejas, a discutir, exponer ideas y definir una situación puntual para responder a la pregunta primera, iniciando así un propio proceso de convivencia discursiva. Nacen entonces los cuatro temas que en este primer número se presentan, cada uno observado desde la singularidad de cada convocado. ¿Cómo vivir juntos ante los efectos y voluntades de la desigualdad?, ¿cómo practicar la convivencia desde la distancia?, ¿y en espacios cotidianos como la locomoción colectiva?, ¿cómo interpreta la ciudad su rol de lugar de la convivencia?

La utopía, la proyección de un deseo, se establece aquí como una necesidad común que parece adherirse irremediablemente a la realidad: irremediablemente también, moleste a quien moleste, nos vemos una y otra vez involucrados en la tarea de la creación de una realidad conjunta.

Presentamos a continuación ocho miradas, que lejos de dar por terminada la discusión esperan marcar un nuevo punto de partida. De manera fundacional, la problemática de cómo vivir juntos es nuestro primer artilugio contra los numerosos espejismos del Rufián que, incansable en sus propias trampas y engaños, olvida el poder de los seres humanos pensándose a sí mismos en una relación viva con otros.

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