
Carolina González Undurraga*
A partir de la información que entregan demandas judiciales del siglo XVIII e inicios del XIX, conservadas en el Archivo Nacional Histórico de Chile, se describen algunas articulaciones de las vidas de esclavos y esclavas afrodescendientes con las lógicas urbanas de Santiago en tres ámbitos: sus ocupaciones, los castigos relacionados con las obras públicas y la importancia de la capital como espacio para exigir justicia.
“es de todo aseres”: las ocupaciones de los esclavos en Santiago
Durante el siglo XVIII, Santiago era una ciudad con negros y mulatos esclavizados y libres, con diversas ocupaciones, al igual que otras ciudades de Hispanoamérica[1]. Aquellos que vivían o transitaban en Santiago eran en su mayoría criollos, habían nacido en la Capitanía General de Chile u otra provincia americana[2]. En el caso del corregimiento de Santiago, mulatos y negros –sin especificar su condición de libres o esclavos– representaban el 18% de la población[3].
Según Armando de Ramón, “negros, mulatos, mestizos y blancos predominaban dentro de los límites urbanos” de Santiago[4]. Aquellos en condición de esclavitud podían vivir en un barrio como La Chimba, sector plebeyo y periférico al otro lado del río Mapocho, en el norte de la ciudad[5], o en zonas cercanas al centro de esta, según donde viviesen sus amos. Al respecto, es elocuente que en 1759, María Rita y su marido, ambos negros y cocineros de don Juan de Montenegro, accedieran a tener por nuevo amo a don Luis de Zañartu “solo de haverlo visto en la Calle tratarse con Brillantez”[6]. Un caso diferente, que también alude a la circulación de esclavos por la ciudad, es el del negro esclavo Manuel Fernández, quien, según su amo don Lucas Fernández de Leyba, franqueaba “a desoras de la noche la puerta de la Calle” para vender las especies que robaba de la despensa de la casa de su amo[7].
La circulación de esclavos era también efecto de su fama como artesanos, llegando incluso a generar disputas judiciales. Por ejemplo, en 1775, Francisco Cortés, un esclavo negro quien era un excelente herrero, estuvo por varios meses en el poder del corregidor de la ciudad de Santiago, don Manuel Zañartu. Este le había pedido prestado el esclavo a don Romualdo de Villanueva para que hiciera algunos trabajos para beneficio público. Sin embargo, después de un tiempo y habiendo comprobado las destrezas del esclavo, no lo quiso devolver a don Romualdo. Este se quejó ante el gobernador para que le ordenara al corregidor devolver el esclavo a su verdadero amo[8].
El caso de María Mate, por su parte, da cuenta de las formas relativamente autónomas con que una esclava podía ponerse al servicio de un tercero, sin el permiso del amo, en una ciudad como Santiago a principios del siglo XIX. En efecto, el amo de María se quejaba de que la había encontrado trabajando de cocinera y lavandera en casa de otra persona, cuando se suponía que debía resolver el litigio pendiente entre ambos[9].
Así, el trabajo de personas esclavizadas había sido destinado a tareas relacionadas con las labores de la casa: amas de leche, recaderas, cocineros y cocineras. Las mujeres eran destinadas especialmente a labores domésticas. En algunos papeles de venta que se incorporaban como prueba en los procesos judiciales que las esclavas seguían contra sus amas, aquellas eran descritas como hábiles en diversas labores. Por ejemplo, el papel de venta de la mulata Tadea Palacios rezaba: “ella es para un todo para la cozina, y lavado, coser, y hazer dulces y en fin para un todo”[10]. Además, la mulata había sido ama de leche de los hijos de su ama; se la vendía “porque se altivo(sic) con su Señora por la confianza de haver criado a sus Hijos”[11]. De manera similar, aunque sin las especificaciones del caso anterior, se hacía referencia a las habilidades de Antonia Guzmán, tasada en 289 pesos: “es de todos aseres”[12].
Otros esclavos, en tanto, desempeñaban oficios variados, como el de zapatero, herrero, albañil, curtidor y sastre. En Santiago, encontramos casos como el del mulato Juan Ventura, barbero a quien se le había ejercitado además en “leer y escribir”[13]. Por su parte, Francisco Mondaca, negro esclavo, había pasado a ser mayordomo de la panadería de don Francisco González recientemente, cuando puso litigio contra su amo en 1778[14]. También había zapateros, como Domingo, esclavo de 44 años, tasado en 200 pesos en 1802 (ver Imagen 1)[15].
Imagen 1. Tasación de Domingo, esclavo (ANHCh, J.Stgo., lg. 781, p. 13, 1802, f.3.)
El trabajo forzado como forma de castigo
A modo de castigo, los esclavos eran usados como mano de obra en la construcción de obras públicas de la ciudad de Santiago. Esto fue especialmente evidente en las construcciones del último tercio del siglo XVIII. Es el caso del castigo conocido como “la cadena”, que formaba parte de las prisiones improvisadas construidas junto a las obras del Puente de Cal y Canto y la de los Tajamares de Santiago.
Estas obras eran parte del programa de rehabilitación de la capital. El Puente, como también se le llamaba, fue la primera edificación de dicho programa, y estuvo a cargo del corregidor Luis Manuel de Zañartu. Los trabajos se iniciaron en junio de 1767 y terminaron en 1799. Armando de Ramón señala que para su construcción, Zañartu había destinado a 80 reos que estaban en la cárcel, como mano de obra forzada. Los reos debían trabajar “acollarados con fuerte cadena por los pies y en parejas, los que de noche se recogían en unos galpones con carácter de presidio provisional levantados junto a la obra misma”[16]. Además de estos hombres que habían cometido delitos menores, y que al no requerir de mayor sustanciación judicial quedaban a merced del corregidor, había esclavos dejados en la cadena por sus amos, a modo de castigo: “que los propios dueños de esclavos los enviaban por unos días a trabajar en las obras del puente cuando éstos debían ser castigados”[17].
En 1773, Francisco, negro esclavo de Gaspar Herrera, había sido azotado en la cadena del Puente, según se indica en el pleito que llevaba contra su amo por papel de venta debido a la sevicia de este. Los motivos de los azotes no son claros. Por su parte, el representante del esclavo advertía que don Gaspar lo había puesto en el presidio a modo de venganza por la demanda que Francisco había elevado en su contra ante el Presidente Gobernador[18].
En julio de 1797, el alcalde ordinario de segundo voto, Santiago Errázuriz, informaba que el esclavo Juan Josef Cotapos, mulato o mulatillo, había sido pasado a la cadena debido a “sus excesos” y por solicitud de su amo[19]. Esta vez ya no se trataba del presidio en El Puente, como en el caso de Francisco, sino en los Tajamares, cuya construcción se había iniciado en 1792 y terminaría en 1804.
Estas transformaciones urbanas iban de la mano con las reformas jurídico administrativas del último tercio del siglo XVIII que impactaron de manera muy concreta en la vida de la población esclava. En los casos que hemos visto más arriba, se da cuenta que su uso como mano de obra para las construcciones públicas se relacionaba con la forma en que se administraban los castigos que, hacia la segunda mitad del siglo XVIII, se reposicionaron para mantener el buen funcionamiento del orden. Así también, por medio de estos testimonios podemos enterarnos de la presencia efectiva de negros y mulatos esclavos en esos presidios que sirvieron para construir importantes obras públicas que actualmente se reconocen como parte del patrimonio urbano de Santiago.
También hay noticias de los esclavos en informaciones sobre la cárcel de Santiago. Por ejemplo, en abril de 1791 el Regente y los Oidores de la Real Audiencia visitaron la cárcel advirtiendo que los esclavos se quejaban de los abusos de amos que, por “fríbolos designios”[20], los ponían demasiado tiempo ahí.
Para demandar justicia: esclavos contra amos
En otro ámbito, encontramos esclavos que venían a litigar a Santiago desde otras jurisdicciones. Es el caso de José Antonio Figueroa, mulato esclavo, quien administraba el bodegón de don Eugenio de las Cuebas, su amo, en Santa Cruz de Triana, cabecera del partido de Rancagua, en la zona central de Chile[21].
También Antonia Toro, quien desde la aldea de Casablanca, ponía demanda en Santiago ante el Tribunal de Justicia y Apelaciones de Santiago en 1813, a tres años de la primera Junta Gubernativa. El motivo eran los azotes e injurias de mano de don Pedro Pérez a quien Antonia, libre desde 1811 por decisión de los padres de don Pedro, había amamantado: “lo crie desde el dia que nacio a los pechos de la suplicante; hasta que lo deje en la edad de quatro años”[22].
Si bien la esclavitud se vivía de muchas maneras, e incluso eran los mismos esclavos y esclavas quienes definían la amplitud –o “anchura” como acusaban sus amos– con la que se movían, su estado jurídico podía revertir esa libertad de hecho cuando surgían tensiones en sus relaciones sociales, ya fuese con sus amos o con otros. Al menos, así lo evidencia la documentación sobre la litigación esclava.
Finalmente, los castigos sobre las esclavas podían ser un asunto de debate público en el contexto de un cambio de enfoque sobre las penas corporales y la justicia. A mediados de octubre de 1812, el procurador de pobres en lo criminal acusó ante el Tribunal de Justicia y Apelaciones, su preocupación por los azotes que se habían dado a Mercedes Solar en la plaza mayor de Santiago por orden del alcalde mayor[23].
Patrimonio material
La documentación descrita nos enseña algunos aspectos de la vida de negros y mulatos, hombres y mujeres, en Santiago. También nos muestra el rico corpus documental producido por esclavizados y agentes letrados, que es parte del patrimonio material de Chile. Invita, por lo mismo, a reflexionar sobre las particularidades de la esclavitud de africanos y sus descendientes, y sobre la diversidad cultural de nuestra sociedad. Por último, obliga a cuestionar las narrativas nacionales que han eliminado la presencia afrodescendiente no solo de los libros de historia, sino de la memoria social chilena.
[1] Una visión general al respecto se encuentra en: Bernand, Carmen. Negros esclavos y libres en las ciudades hispanoamericanas, Madrid, Mapfre, 2001.
[2] Al respecto ver: de Ramón, Armando. Santiago de Chile (1541-1991): Historia de una sociedad urbana, Sudamericana, Santiago, 2000; Soto, Rosa. Esclavas negras en Chile colonial, Santiago, Bravo y Allende, 2011.
[3] Según el padrón o “censo” de 1777-1778, analizado por Klein y Carmagnani, el total de la población del Obispado de Santiago (del río Copiapó hasta el río Maule) tenía unos 177.177 habitantes entre hombres y mujeres. De estos, 69,1% fueron registrados como españoles; 9,1% como mestizos; 10,3% como indios; 1,7% como negros y 10,8% como mulatos. Por su parte, el corregimiento de Santiago tenía unos 38.243 habitantes, entre hombres y mujeres. De este total y sin distinguir entre libres y esclavos, 1.366, 3,6%, era población negra, y 5.808, 15,2%, era mulata. Ambos grupos sumaban unos 7.174 individuos de ambos sexos, lo que representa 18,8% del total de la población registrada en el corregimiento. En cuanto a los otros grupos empadronados en el corregimiento, la población indígena representaba 5.090, 13,3%; y la mestiza 5.591, 14,6%. La española era 20.388, 53,3%. Para ahondar sobre cuestiones demográficas ver: Carmagnani, Marcello y Herbert Klein, “Demografía histórica: La población del Obispado de Santiago, 1777-78”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, nº72, Academia Chilena de la Historia, Santiago, 1965, pp. 57-73. Sobre la población esclava de la Capitanía General de Chile, se puede decir que se maneja una cifra general, establecida por Philip Curtin, de 6.000 esclavos africanos arribados a Chile producto del comercio transatlántico para todo el período de la trata (siglos XVI al XIX). Esta cifra que estableció Curtin se basó, en parte, en la investigación de Rolando Mellafe para el siglo XVII, en la que estableció 3.000 transacciones de esclavos entre 1565 y 1615, lo que no se debe confundir con igual cifra de esclavos.
[4] De Ramón, Armando, Santiago de Chile (1541-1991)…, p.91.
[5] Por ejemplo, ANHCh, R.A., v. 1014, p. 2, 1748: “Juicio que sigue María Antonia Briseño, mulata esclava, con Miguel Briseño, su amo, otorgue escritura a favor de Manuel Díaz”.
[6] ANHCh, C.G., v. 48, p. 14, fojas 86-90v., 1759: “María Rita negra esclava, sobre que se le dé papel de venta”.
[7] ANHCh, R.A., v. 1350, p. 2, 1765: “Juicio criminal que sigue Lucas Fernández de Leiva contra Manuel, su esclavo, y otros por hurto”.
[8] ANHCh, R.A, v. 1746, p.1, 1775-1783: “Leonarda Varas, esclava, con Romualdo Villanueva, sobre su libertad”.
[9] ANHCh, R.A., v. 2199, p. 4, 1805: “María Mate, esclava, con Francisco Mate, sobre su libertad”, f.6.
[10] ANHCh, R.A., v.2340, p.4, 1764: “Tadea Palacios, mulata esclava. Autos con Micaela Palacios, su ama, viuda de Pedro de la Fontecilla y Villela sobre su venta”, f.123.
[11] ANHCh, R.A., v.2340, p.4, 1764: “Tadea Palacios, mulata esclava…” f.3.
[12] ANHCh R.A. v.3204, p.5, 1816: “Autos seguidos por Antonia Guzmán con su Señora Doña Antonia Rebollo, solicitando nuevo Amo”, f.133.
[13] ANHCh, R.A., v.2884, p.15, 1758: “Ovalle, María Antonia, mulata. Autos sobre cumplimiento de una cláusula testamentaria de Juan Rodríguez de Ovalle”.
[14] ANHCh, J.Stgo. lg.649. p.8, 1778: “Francisco Mondaca sobre que se le tase para que lo venda su amo por su valor”.
[15] ANHCh, J.Stgo, lg. 781, p.13, 1802: “Domingo esclavo, solicita carta de libertad”.
[16] de Ramón, Armando. Santiago de Chile (1541-1991)…, p.118.
[17] de Ramón, Armando. Santiago de Chile (1541-1991)…, p.119.
[18] ANHCh, C.G. v.54, p.5, fs. 34-39, 1773: “El Procurador de Pobres por la defensa de Francisco negro esclavo de Gaspar Herrera. Sobre sevicia de su amo”, f.35.
[19] ANHCh, RA, v. 1949, p.4, 1793-1799: “Autos seguidos con Pedro del Villar con Francisca Cartagena sobre su libertad”, f. 310, año 1797.
[20] ANHCh, R.A., v. 3137, 1791: “Autos Acordados. Cuaderno Segundo” (destacado es nuestro).
[21] ANHCh, C.G., v. 152, fs. 332-399, 1796: “José Antonio Figueroa con su amo Eugenio de las Cuevas, sobre que se le dé papel de venta”.
[22] ANHCh, R.A., v. 2104, p. 2, 1811-1813: “Antonia Toro, esclava, contra Sebastián Pérez, sobre su libertad”. La carta de libertad de Antonia decía lo siguiente: “Decimos yo Dn Sebastian Perez y Dª Eulalia Montt que quando nos casamos nos dio mi Señora Doña Maria Ana Prado por esclava a Antonia Toro; a la que en unida voluntad damos desde oy la livertad, y declaramos que si es su gusto dejar la casa la deje, y sino, como siempre, y para que conste damos este en Tapigue en 25 de Noviembre de 1811…”.
[23] ANHCh, R.A., v. 1951, p. 5, 1812: “Pedro del Solar. Proceso por haber hecho azotar una esclava”.
* Dra. en Historia por El Colegio de México, académica del Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina – Departamento de Ciencia Históricas, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
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