Editorial. Manos que luchan

Los últimos acontecimientos del año han sido atravesados por un contexto electoral interesante. El regreso al gobierno de la coalición que firmó el rumbo de la particular democracia chilena viene ahora acompañado por una enorme abstención, un descontento creciente y una desconfianza a las estructuras de poder.

Y es que es posible –está  por verse – que exista una gran cantidad de personas que creen que la conquista de los derechos no se realiza a través del voto, sino por medio de la organización y el trabajo de bases. Se trata de uno de los principales aprendizajes de los últimos cuatro años: la visibilización y discusión profunda de las demandas sociales nunca tienen su origen en el poder, ni en los empresarios, ni en el gobierno, ni en los medios de comunicación.

El 21 de Febrero de este año, el joven sindicalista Juan Pablo Jiménez murió en su lugar de trabajo producto de un disparo, en circunstancias que aún no han sido esclarecidas. El hecho, ocurrido pocos días antes de una audiencia en la que el líder sindical denunciaría abusos contra los trabajadores de la empresa Azeta, lugar donde trabajaba, junto con la evidente negligencia del gobierno al explicar e investigar los hechos, hizo patente la realidad de opresión a la que son sometidos los trabajadores chilenos y sus organizaciones desde la dictadura. El trabajo en Chile es visto simplemente como un eslabón más en la cadena de producción y no como lugar donde los seres humanos construyen su realidad cotidiana, sus luchas, sus lazos y sus afectos.

La democracia no ha sido especialmente considerada con los trabajadores (ni con muchos otros grupos). Las innumerables injusticias tienen un efecto directo en el adormecimiento de una sociedad subsumida en la mercantilización de todas las formas de relación. La acción sindical, la situación actual de los profesores, la discriminación de género, las relaciones laborales cotidianas son sólo algunos de los temas que componen el presente número que pretende poner en discusión aquellas demandas que no podemos dejar pasar a este gobierno que recién comienza.

Hoy queremos hacer eco de estas demandas. Sabemos que la lectura crítica de la realidad no puede ser hecha por los grupos de poder y que la tensión debe venir de nosotros; desde la ocupación de los espacios públicos y la apertura a la discusión política desde nuestros lugares de trabajo, grupos y asociaciones de trabajadores para el cumplimiento de las demandas históricas. Por una mejor distribución de los ingresos, un movimiento sindical fortalecido, libertad en la negociación colectiva y un pleno derecho a huelga.

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