Editorial. Acerca de este número

Así, se robaba a los negros de África para que trabajasen las tierras robadas a los indios en América. Eric Williams, Capitalismo y esclavitud.

El pasado primero de enero de 2015 se inició el Decenio Internacional de los Afrodescendientes, que se extenderá hasta el 31 de diciembre de 2024. Su tema es “Afrodescendientes: reconocimiento, justicia y desarrollo” y responde a una iniciativa promovida por la ONU y ratificada por organismos internacionales como la OEA para, a través de acuerdos multilaterales, promover condiciones de igualdad y no discriminación para estas poblaciones. En nuestra opinión, más allá de estas instancias políticas, debemos preguntarnos cuáles son los aspectos sociales, históricos y culturales que promueven la temática y el abordaje teórico que se otorga a la diáspora africana.

Comprendemos que el análisis teórico-cultural sobre la diáspora africana excede por mucho el uso “políticamente correcto” de la institucionalidad o de los organismos multilaterales, pues convoca a desarrollar un estudio profundo sobre procesos identitarios y sociales. La diáspora es un concepto aplicado a poblaciones que han migrado, transformándose en grupos minoritarios y dispersos de su origen, pero que a la vez, mantienen en la memoria el mito del regreso. Es el hecho de haberse visto forzados a migrar y no ser aceptados en el lugar donde llegan, lo que los lleva a mantener esta conciencia. Más bien, el concepto diáspora africana se ancla de la idea anterior, siendo utilizado para referirse al movimiento forzado de millones de personas traídas a nuestro continente para ser esclavizadas; pero a la vez, también se usa para dar cuenta de las herramientas y contra-narrativas de estas poblaciones, vistas no sólo como víctimas, sino también como comunidades sumamente creativas en la elaboración de discursos y prácticas que se opusieron, en distintos períodos, a la opresión colonial (y neo-colonial, podríamos decir).

De ahí que -como señala Paul Gilroy- la diáspora africana sea la cristalización de un proceso doble, por un lado de producción de cultural local (habiendo una gran diversidad, según el territorio al cual se incorporaron esto esclavos, y cómo se adaptaron sus descendientes), y a la vez, transnacional. Pues el navío negrero desde un inicio albergó una diversidad de etnias, esclavos de diversos territorios, naciones, lenguas, etc., que fueron forzados a migrar y, frente a la aberrante experiencia de la esclavitud, supieron solidarizar entre ellos y re-inventarse, al llegar al nuevo territorio. Lo denominado como “solidaridad” de la diáspora africana, la cual se sustenta en el hecho de “saberse herederos de la esclavitud” y, por ende, ser sujetos que han experimentado procesos discriminatorios por ser negros, independiente del territorio concreto (sea Nueva York, Calí, o Montevideo, etc). Ello permite esgrimir la construcción de una identidad transnacional, fundamentada en esta solidaridad frente a la herencia de la esclavitud y continuidad histórica de la discriminación en la actualidad. Más allá de los debates sobre esta solidaridad negra, es importante considerar que la diáspora africana es en sí un concepto complejo para denominar el encuentro de una diversidad de personas (no solo esclavos con población americana; también la continua relación triangular entre continentes hasta hoy en día) que jamás se habrían encontrado, reunido y conectado, si no fuese por los procesos históricos, políticos y económicos de la trata trasatlántica, de casi cinco siglos de extensión, a manos de los colonizadores europeos.

Siguiendo a Gilroy, es posible sostener además que, desde ese origen, la diáspora africana es una nueva forma de repensar la producción cultural de la población africana y sus descendientes: a través la estructuración de sus prácticas, sentimientos, comunicación y memoria. Así, pone en cuestión términos antes usados como “criollización”, “mestizaje”, “hibridismo”, pues supone que no dan cuenta de la complejidad de cambios y “sobrevivencias” de la cultura diásporica. Por otra parte, la consecuencia de la trata negrera es el carácter racial: consiste en instalar un sistema político-económico fundamentado en discursos seudo-científicos del negro como sujeto esclavizable (por no tener alma, ser bárbaro, falto de auto-determinación, etc.) y además poseyendo una organización jurídica (era un negocio, válido y con reglas). Desde aquí entonces se explican las vivencias de discriminación, racismo y la falta de acceso igualitario a derechos para este tipo de poblaciones, hasta nuestros días.

Dado que Chile, a diferencia de otros países latinoamericanos, no cuenta con una larga trayectoria en la materia, como equipo Kuriche nos pareció importante poder aproximarnos a los procesos que han ayudado a la conformación de un imaginario que podemos reconocer como “afro” y donde la música ha tenido una presencia de primer orden. Sin embargo, hablar de una práctica musical “afro” en un país que ha negado sistemáticamente sus trazos fenotípicos y culturales de los descendientes de africanos, nos motiva a ampliar la mirada hacia fenómenos políticos y sociales. Así en el año 2014 nos agrupamos 3 investigadores de distintas disciplinas con el fin de analizar y compartir las inquietudes al respecto, tomando alguna práctica específica musical “afro” en tres ciudades del país. En consideración de poner en valor estas prácticas que han sido omitidas, invisibilizadas, o hasta denostadas, tomamos un camino inverso y adoptamos como nombre: Kuriche. Pues según la tradición oral lavquenche, los kuriches serían personas enmascaradas que atendían y vigilaban a la machi en sus quehaceres mágicos y contaban con el máximo respeto de la comunidad. Mas también el término, en mapudungun, Kuri hace referencia al color “negro” y Ché a “gente”. De aquí que los niños, si nuestra piel era un poco más morena que la del resto de los compañeros o amigos, usaran la denominación “negro kuriche” como una burla u ofensa, resonando con frecuencia y con algo de incomodidad en contra del moreno receptor del concepto.

De alguna manera -como decíamos- esta instancia es un camino inverso desde la negación, burla o invisibilidad, hacia la puesta en valor de distintas prácticas presentes en el tiempo, con historias y cultores, muchas veces empoderados por su quehacer en la comunidad. Así, como Kuriche, postulamos un proyecto FONMUS (Fondo para el Fomento la Música Nacional), convocatoria 2014, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a modo de realizar estas investigaciones y construir una plataforma web que alojara estas reflexiones y las futuras (www.kuriche.cl).

Ahora bien, en el proceso vimos como necesario hablar de la diáspora africana no solo desde análisis de lo musical, sino también incorporar otras miradas sobre el asunto. Considerando que hemos ido conociendo diversas personas que en esta senda han abierto espacios de reflexión sobre el tema, le propusimos a Revista Rufián realizar un número temático sobre la diáspora africana para dar a los/las lectores/as una perspectiva del asunto en Chile.

Primeramente se expone la presencia histórica de esclavos en Santiago con el texto Esclavos afrodescendientes en el Santiago de fines del siglo XVIII de Carolina González Undurraga, que analizando casos judiciales, describe las vidas de los esclavos en relación a las lógicas urbanas de Santiago y, asimismo, la manera en cómo estos accedían al espacio de la justicia frente a sus “amos”. El segundo trabajo de Paulina Barrenechea sobre Narrativas racializadas y políticas de la memoria, trata el hallazgo del manuscrito de mediados del siglo XIX en el Valle de Azapa, con expresiones literarias del agricultor afrodescendiente Pedro Baluarte. Aquí, la autora nos presenta un análisis literario sobre este texto que se encuentra al margen de las narrativas dominantes del canon literario.

Quedándonos en el territorio de Arica se presentan los textos que dan cuenta de la perspectiva y vivencias de las mismas comunidades. La Crónica del Movimiento Pueblo Afrochileno: La lucha por el reconocimiento institucional de la dirigenta afrodescendiente Marta Salgado, resume el proceso político y las perspectivas actuales del movimiento afrochileno para el reconocimiento en la constitución chilena. Este artículo es seguido por ¡Soy Afroariqueña! de Carolina Letelier Salgado, precursora del rescate del baile tumba carnaval, que narra las vivencias y experiencias del auto-reconocimiento, la lucha por la promoción de la tolerancia y difusión de la cultura afroariqueña en Chile. Después, presentamos el texto de Mariana León, quien investiga las prácticas musicales de las comparsas afroariqueñas, titulado: La omisión de las poblaciones afodescendientes en las Ciencias Sociales en Chile y la emergencia etnopolítica de los afrochilenos: ¿un tema emergente o no considerado? Dicho ensayo propone una reflexión abierta sobre el rol de las ciencias sociales y la academia en la omisión de esta temática y el reto teórico-cultural tras la emergencia etnopolítica de los afrochilenos.

Como otro punto fundamental está la reflexión sobre el racismo frente el arribo de población afrolatina a Chile, como un tema actual que ha interpelado no solo a las ciencias sociales, sino también a la opinión pública en general. Así presentamos el texto Racismo en Chile: “¡Morena, morena, rica, qué rica!” de Melissa M. Valle, socióloga de la Universidad de Columbia, quien desarrolló una investigación sobre racimos y xenofobia en población migrante en Chile. A ello se suma, como parte del equipo de investigación de Fondecyt sobre la inmigración “negra” en Chile y las prácticas de racialización y sexualización a cargo de Dra. María Emilia Tijoux, el  texto del periodista y Magíster en Comunicación Cristian Cabello titulado: Retóricas de la prostitución en torno a las “negras” en Chile. Apuntes de una noche porno-capitalista en Santiago. Este texto es una narración personal y experiencial que interpela al lector a vivenciar estos espacios de prostitución de mujeres negras y se configura, como una crítica a estas miradas racializadas y sexualizadas de las mujeres afrolatinoamericanas que arriban al país.

Por último se presentan dos trabajos que tratan sobre África en sí, a modo de comprender la conexión entre ambos continentes. El texto de Camila Matta y María Canelo, estudiantes de Trabajo Social, titulado Miembros de la Comunidad Ubuntú: ¿Realmente ciudadanos?, caracteriza la comunidad “Ubuntú” de migrantes africanos en Santiago y describe sus problemáticas de inclusión como ciudadanos, a través de las trabas presentes en sus procesos de integración educativas. Por otra parte, en reflejo de la falta de políticas de relaciones internacionales de Chile con países africanos, se presenta el trabajo  África frente a la Globalización: ¿Oportunidad o Amenaza? de Eduardo Carreño Lara, Doctorando en Relaciones Internacionales y Magíster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos. Este texto busca insertar al lector en la reflexión del sistema internacional en la era de la globalización, frente a la crisis del Estado post-colonial en África y el paradigma neoliberal, como proceso político no tan lejano o disímil de lo vivido en América.

Aun sabiendo que es un tema por explorar, donde queda mucho por decir, indagar y relacionar entre disciplinas y actores: investigadores, dirigentes y sociedad civil; esperamos que este número, basado en la alta calidad de sus textos, resulte iluminador para conectar diversas perspectivas que allanen el camino y contribuyan a seguir desarrollando trabajos sobre la diáspora africana en nuestro país.

Núcleo Kuriche.

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